Reseña: Drive My Car

Puede que el camino que escojan se cruce con otro camino y no será hasta más tarde de que se darán cuenta de que también es una buena opción.

Abbas Kiarostami (Cine, De Nuestro Tiempo; 1994)

Drive My Car (2021) es la novena película realizada por el director japonés Ryūsuke Hamaguchi, basada en un cuento escrito por otro compatriota suyo, Haruki Murakami. Dicho film arrasó en 2021 en los festivales de mayor renombre internacional, como así también obtuvo varias nominaciones al Óscar.

¿De qué va el relato? Yūsuke Kafuku, un director y actor de teatro, pierde a su esposa y colega de trabajo, debido a una hemorragia cerebral. Dos años más tarde, mientras continúa afrontando el duelo, recibe una oferta de trabajo para dirigir otra obra. Kafuku pone como condición que se le ubique en un lugar lejano al teatro, para así tener un largo viaje en auto y ensayar los diálogos de la obra, pero se encuentra con un impedimento, ya que se le asigna una chofer. Así, Kafuku y esta chica comienzan a formar un vínculo, ligado a la pérdida, el vacío emocional y, quizás, la amistad.

Como primera instancia, el mensaje evidente, es decir que permanece en la superficie, es de qué manera sobrellevar la pérdida de un ser querido. No solo el protagonista, sino que otros personajes también afrontan el duelo interno, de manera sugerida. Es llegando al final cuando cada uno expresa sus sentimientos más profundos. Sin embargo, me voy a detener en otro aspecto, que, si se presta atención, cada uno se puede topar con él con solo leer el título. Drive My Car, o sea: “Maneja mi auto”.

En un prólogo que se extiende en los primeros cuarenta minutos, vemos que el personaje de Kafuku se mueve de un lado al otro en su auto. Este es de un color rojo intenso, y resalta de los demás, los cuales están plagados de colores opacos, como el negro, gris y blanco. ¿Qué nos dice esto? Pues, que dicho vehículo no es un simple medio de transporte, sino que se vincula a temas internos del personaje principal; vale decir que es la privacidad y el mundo secreto de Kafuku.

Recordando al cine de Abbas Kiarostami, donde los vehículos conectan y presentan un medio para que cada personaje se desarrolle, en Drive My Car tenemos un vehículo que se comporta como un personaje más. Ya sea por su color, los planos generales que muestran su trayecto o toda aquella imaginería que nos permite analizar el subtexto de la historia.

A medida que transcurre la película, se nos van mencionando todos los detalles que conforman la relación entre humano y máquina. El no poder fumar dentro de este, la voz de Oto (su mujer fallecida) que suena desde el reproductor de casetes, las supuestas manías que hay que saber para conducirlo. Por supuesto, la limitación visual (el glaucoma que padece Kafuku) genera un gran conflicto subyacente en él, ya que, ante esto, debe prestar su intimidad a un extraño. Y esto nos remite al otro tema central de la cinta, el vínculo padre e hija.

En el prólogo mencionado, se muestra que Kafuku y Oto perdieron a una hija, precisamente en el 2001; y sacando los cálculos, si ella estuviera viva, rondaría los 20 años. Esto es inherente al personaje de la chofer, Misaki. Una joven, de semblante serio y pocas palabras. Dicha relación entre Kafuku y ella se va construyendo de a poco, ya sea a través de miradas, diálogos ligados al pasado de cada uno y, lo primordial, el viaje diario en auto. Kafuku de a poco ve reflejada a la joven en su hija, es por esto el cariño que comienza a formarse. Además, el factor simbólico de permitirle manejar su auto es acceder a mostrar su lado más profundo y sensible, donde ensaya la obra de teatro con la voz de su mujer, donde terminan fumando con el techo abierto, pese a la anterior negación ante eso, en una hermosa escena, sin diálogo alguno y con una puesta de cámara bellísima, donde cada plano relaciona todo lo que vinimos viendo en las dos horas de película y que nos permite entender todo lo que sigue en la hora restante.

Cuando uno ve el film desde afuera, puede que nos repela la duración o que el planteamiento de un relato con mucho diálogo y pocos momentos de éxtasis no llame la atención, pero me gusta tomar esta película como un viaje largo en auto, a través de una ruta tranquila, donde es cuestión de percibir y ahondar en el trayecto. Claramente, Drive My Car es y será una gran obra maestra de esta nueva década.