Copia fiel, ficción y política #7: La tele jugó a favor

Sobre la película “No”, de Pablo Larraín

La película “No” rememora la campaña desarrollada en Chile para sacar al dictador Augusto Pinochet del poder y reestablecer la democracia. En sus aproximadamente dos horas de duración el filme combina hechos reales con condimentos de la ficción para mostrar cómo se montó la campaña televisiva, que duró 27 días, para convencer al pueblo chileno de que su voto por el “No” sería escuchado.

Bajo la dirección de Pablo Larraín, el guion está inspirado en la obra de teatro inédita de Antonio Skármeta llamada “El plebiscito”.

“No” se estrenó el 18 de mayo de 2012 en la Quincena de Realizadores del Festival de Cine de Cannes y tuvo una recepción muy entusiasta por parte del público. Además, obtuvo como reconocimiento adicional el premio mayor de la sección: el Art Cinema Award.

Tuvo un preestreno ante los dirigentes estudiantiles de la Confech, entre los que se encontraron Camila Vallejo y Giorgio Jackson, quienes asumirán como ministra de la Secretaría General de Gobierno y ministro de la Secretaría General de la Presidencia, respectivamente. Además, asistieron el director de la película Larraín y el actor Gael García.

A fines de julio de ese año se llevó a cabo una avant première del filme, a la que asistieron tres de los expresidentes del país: Patricio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos, y finalmente, a principios de agosto se estrenó en distintas salas con una más que respetable concurrencia de espectadores.

“No” fue seleccionada para representar a Chile en los Premios Óscar, en la categoría «mejor película de habla no inglesa», e integró la lista de nueve películas preseleccionadas que pasaron a la segunda fase, continuando en la carrera para ser parte de las cinco nominadas finales, aunque no ganó. También fue galardonada en el Festival de Cannes, en Francia, y en el de La Habana, en Cuba.

A 4 meses del contundente triunfo del “Apruebo” en el plebiscito de Chile de 2020 para modificar la Constitución aprobada en 1980 por la dictadura militar, Netflix subió la película a su catálogo.

¿Oportunismo, oportunidad? No es el caso analizar esta decisión en esta nota, sino reconocerlo como una posibilidad actual de acceder al filme.

Algunos apuntes sobre historia y contexto

Año 1988. Hacía 15 años que Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, dictadura mediante, gobernaba Chile. Había derrocado al democráticamente elegido Salvador Allende, en el marco del Plan Cóndor, bajo la coordinación, influencia y financiación de los Estados Unidos y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para mantener controlada una región que se llenaba de aspiraciones progresistas y populares.

Para llevar adelante sus objetivos dictatoriales Pinochet no anduvo con vueltas. Una de las primeras medidas que tomó fue crear la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), organismo encargado de perseguir y reprimir cualquier tipo de oposición a la Junta Militar que dirigía el país. En materia económica, Chile adoptó un modelo neoliberal que permitió entre otras cuestiones que grandes empresas se enriquecieran a costa de privatizar servicios básicos. La desigualdad social provocada por este modelo persiste aún y es el principal motivo de las protestas recientes, más de treinta años después de que el dictador dejara el poder.

La Constitución Política de 1980 establecía un periodo transitorio, que se extendía desde su entrada en vigencia, el 11 de marzo de 1981, hasta el término del mandato presidencial de Augusto Pinochet, de ocho años.

Cumplido el plazo, los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y el general director de Carabineros, o a falta de unanimidad entre ellos, el Consejo de Seguridad Nacional, integrado, además, por el contralor general de la República, debían proponer al país una persona para ocupar el cargo de presidente de la República, durante el periodo siguiente, una autoridad sujeta a la ratificación de la ciudadanía mediante un plebiscito. Esa persona, no por casualidad, era Augusto Pinochet.

En aquella elección se definía la continuidad del régimen autoritario, por lo cual había dos opciones: la opción SÍ, que le permitiría a Augusto Pinochet continuar al mando del país por ocho años más, y la opción NO, que daba paso a elecciones presidenciales y parlamentarias y, por ende, determinaba el fin del régimen militar.

Uno de los elementos más distintivos de ese proceso electoral fue la masiva participación ciudadana, luego de más de 15 años de ausencia de votaciones populares. En efecto, se inscribieron en los registros electorales 7.435.913 ciudadanos, lo que equivalía a un 97,53% de los ciudadanos habilitados para hacerlo. Nunca en la historia política-electoral de Chile se había inscripto tal porcentaje de ciudadanos.

La campaña para el plebiscito fue un gran desafío para los sectores democráticos que, paradójicamente, debían militar de manera alegre una palabra negativa. La palabra negativa por definición era “No”. Ese gran desafío estaba atravesado por el objetivo fundamental de intentar generar la atracción, participación y compromiso de una sociedad con miedo o escéptica (era común pensar que una victoria del “No” traería aparejado algún movimiento para anular el plebiscito por parte de la dictadura militar), un potencial votante que vivía bajo la cultura del terror a poder expresarse en algo distinto a lo establecido por el gobierno de facto hasta allí vigente.

La campaña del “No” se realizó puerta a puerta a lo largo del país, y como un hecho inédito distintos sectores políticos y sociales trabajaron unidos por un objetivo común (se conformó la Concertación de Partidos por el No).

Simultáneamente, la franja televisiva del “No” fue una explosión de creatividad que tuvo gran acogida. Por primera vez en 15 años se emitieron mensajes opositores al régimen de Pinochet a través de las pantallas. Una novedad, tal vez, para la época que, de alguna manera, sorprendió a los custodios del régimen.

Luego de una corta campaña electoral, que legalmente tuvo una duración de menos de 30 días, los resultados fueron los siguientes: de un universo electoral total de 7.236.241 votos escrutados el “Sí” obtuvo 3.111.875 sufragios, equivalentes al 43% de las adhesiones ciudadanas, en tanto, la opción “No” obtuvo 3.959.495 votos, representado un 54,70% de los votos válidos. Con ello, el general Augusto Pinochet debió convocar a elecciones presidenciales y parlamentarias, para finalmente entregar el mando del país el 11 de marzo de 1990.

Palabras finales

“No” tiene como protagonista al actor mexicano Gael García Bernal que interpreta al prestigioso publicista René Saavedra, quien, recién regresado a Chile desde su exilio en México, es convocado por el líder democratacristiano José Tomás Urrutia (Luis Gnecco) para encabezar la campaña del “No”, el referéndum de 1988 que inició el proceso para lograr el llamado a elecciones y la futura asunción del presidente electo Patricio Aylwin (Demócrata Cristiano). En tanto, su jefe Luis “Lucho” Guzmán (Alfredo Castro) se convirtió en el líder de la franja del “Sí”, lo que llevó a un enfrentamiento tenso entre ellos.

Saavedra se apoyó en un equipo de personas de su confianza y se valió de estrategias hábiles para enfrentar el miedo y la resignación del pueblo y, también, para superar las serias restricciones que imponía un presupuesto escaso, generando un contenido audiovisual seductor y de avanzada. Aprovecharon para ello, los minutos televisivos disponibles para denunciar los crímenes y las torturas del régimen dictatorial, pero, a la vez, entregaron un mensaje de esperanza a una población oprimida.

Como se observa en el filme, un dato no menor que permitió el éxito de los publicistas fue la excesiva confianza que se tenían los defensores de la dictadura, promotores del “Sí”, de ganar el plebiscito, cuya reacción, apelando a intimidaciones y amenazas, sucedió demasiado tarde como para evitar lo que se venía.

La novedosa estrategia publicitaria para la época y el aprovechamiento de la herramienta audiovisual y televisiva perforaron las barreras de statu quo dictatorial. Esa vez, en el proceso que cuenta la película, jugó en contra de los malos, pero ojo, que como manipulación propagandista mantiene su potencial y efectividad, independientemente de quien sea su ejecutor, y los malos aprenden rápido, siempre.