King Richard: el padre que nos merecemos

Parece raro que una película que se trata de la vida de (nada más y nada menos) las Williams, Serena y Venus no las tenga a ellas como las principales protagonistas. En este film el papel protagónico lo tiene Ricardo Williams (Will Smith) y eso tiene que ver con la importancia de tener una sólida figura paterna desde la niñez, durante todo el desarrollo para formarnos como buenas personas.
La biopic de Reinaldo Marcus Green trae a la pantalla grande la vida de la familia Williams: las mejores tenistas de la historia. Pero la película no se trata de un abordaje a lo largo de toda la carrera de las hermanas ni de los éxitos obtenidos, sino que hace un recorte desde los orígenes de ellas, en dónde entrenaban y la obstinación de un padre por lograr el éxito de sus hijas. Quizá el éxito que nunca pudo conseguir él.

Para ser justos, la trama de la película en ningún momento intenta dejar mal parado al padre de las tenistas, sino más bien todo lo contrario: un padre presente que hasta incluso no dormía por perseguir el sueño de Serena y Venus. Esto en la película se ve porque él trabajaba de noche, como empleado de seguridad, y en el momento en que debería descansar, iba recorriendo la ciudad en busca de un entrenador profesional para sus hijas.
Una suerte de hombre definitivo si se quiere, un padre que se pelea por sus hijas cuando los malandrines del barrio pretenden acosarlas, pero claro, Ricardo no sabe de peleas callejeras, por eso recibe brutales golpizas de patotas callejeras.
Pero más allá de los golpes que recibe Ricardo por unos inadaptados sociales, la película muestra eso a grandes escalas: no importa lo fuerte que pegue la vida, mientras te levantes y persigas tu sueño, porque a la larga se cumplen.

La pregunta que surge entonces es ¿cuánto de suerte y cuánto de mérito hay en la vida profesional de las hermanas Williams? Posiblemente un poco de suerte tuvieron, una mínima cuota, en números: un 5% de suerte cuando Ricardo logra convencer a Paul Cohen (Tony Goldwyn) de que entrene a sus hijas, y el entrenador accede luego de que le comiera la paciencia pero ve algo en ellas, entonces acepta.
Finalmente, cuando se presume que de ahí en más sería una vida más fácil para la familia, con acceso a muchas cosas que no tuvieron, eso no ocurre con Ricardo, porque siempre buscó el bienestar y la felicidad de sus hijas bajo el juramento de no dejarlas solas nunca.
El entrenamiento de sus hijas, las peleas con pandilleros por el acoso a sus peques, el trabajo 24-7 sin tener descanso, la búsqueda incansable de un entrenador profesional que acepte a sus hijas, las discusiones de pareja por la crianza de las niñas y la confianza hacia ellas son cosas por las que solamente un tipo de padre está dispuesto a sacrificarse: el rey Ricardo, el padre que nos merecemos.
👍🏽
Me gustaLe gusta a 1 persona