Reseña: Yellowjackets

El misterio y el suspenso difieren mucho.
El misterio es un proceso intelectual mientras que el suspense es un proceso emocional.
Alfred Hitchcock
Misterio y suspense
Lo he escrito otras veces, pero vale recordarlo: estamos en la era de la hipernarratividad. Lo que antes eran películas de 90 minutos hoy son series de 10 capítulos por temporada. Para ello, los relatos se abren en líneas narrativas múltiples. A veces, las líneas son desparejas, y se debe adivinar cuál es el conflicto central y cuáles son los de relleno. Otras, todo encaja. Una de las fórmulas para que la hipernarratividad funcione es que el motor que la sostenga sea un misterio bien construido.
El misterio, a su vez, se basa en el ocultamiento de información por parte del narrador al espectador. O dicho más propiamente: es un recurso de focalización. El espectador no sabe todos los datos y se pasa el relato tratando de averiguarlos. A veces, el protagonista no los sabe tampoco. A veces sí. Y otras veces es combinado, es decir, el protagonista sabe cosas que el espectador no sabe, pero además está tratando de averiguar otras cosas que él (o ella) no sabe y el espectador tampoco.
Desde Lost (Damon Lindelof, Jeffrey Lieber, J.J. Abrams, 2004-2010) para acá, la búsqueda del misterio perfecto se ha intensificado. Estamos hablando de relatos en los que el enigma es central, y no un condimento, como pasa con los zombis de The Walking Dead.
El mecanismo lostiano, sobre el que también he escrito anteriormente, subía la apuesta. El ejemplo claro es el de la escena en la que a John Locke, secuestrado por Benjamin, Linus le ofrecen ver lo que hay “detrás de la puerta”. El mecanismo usual hubiera sido jugar el suspense mediante plano y contraplano y cortar justo en la apertura de la puerta, retardar, estirar, poner al espectador al borde del asiento. Lost modifica esto, y lo que muestra del otro lado de la puerta es tan sorprendente que no importa el suspense (es decir, el retardo en la llegada de información), sino que lo que realmente es interesante es la explicación del hecho sorprendente: su misterio central. El misterio detrás de todos los misterios. En la escena mencionada, del otro lado de la puerta, se encuentra el padre de John Locke (“el hombre de Tallahassee”). Esta presencia no solo parecía imposible en cuanto a la trama, sino que, aún más, la presencia de un hombre “externo” a los accidentados y a los “otros” abría el universo de la serie de una manera tan violenta y sorpresiva que resignificaba el relato hasta el momento: los espectadores y parte de los personajes descubríamos que, efectivamente, se podía entrar y salir de la isla.
En las series, este mecanismo, el del misterio como cuestión central, tiene a su vez sus reglas propias. Una primera temporada funda la intriga y establece de manera contundente a los personajes y su escala de poder, así como el espacio de desarrollo. Una cuestión mística de fondo, sugerida o gritada, que propala un conflicto entre creyentes y escépticos (en Lost, Jack versus Locke). Además, hay un conflicto con fecha de vencimiento, como un embarazo o enfermedad que circunscribe una línea de tiempo y anuncia un conflicto en ciernes; líneas temporales (flashbacks, flashforward, flashsideways) que airean el ambiente sacándonos del espacio circunscripto y la aparición de múltiples rarezas, que abrevan en el misterio central. Recordemos en Lost a los osos polares, el galeón en medio de la selva, la secuencia de números, la chica francesa, la señal de radio, la escotilla o las estaciones Dharma. Luego, en la segunda temporada, la movida usual es la ampliación, el ensanchamiento del mundo. Si esta movida sale bien, se puede estar ante un relato con chances de enganche y, por consiguiente, de éxito, porque el anzuelo se afirmó y ya estamos atrapados.
Las hijas perdidas
El problema es, justamente, la carrera armamentística. No hablemos de varas, sino de apuestas. Lost quería derretirle el cerebro al espectador con enigmas y artefactos. Hizo todo, viajes en el tiempo incluidos. ¿Cómo se puede lograr el mismo nivel de aprensión de la atención? A partir del éxito de Lost, muchas series trataron de emular su fórmula. Algunas fracasaron, otras tuvieron un éxito módico.

Haciendo un sobrevuelo de estos misterios “larger tan life”, y de memoria, podríamos hablar de Flashforward (David Goyer, Brannon Braga, 2009), cuya premisa era inabarcable: la población mundial pierde el conocimiento durante 2 minutos, en los que tiene un flashforward de su vida 6 meses en el futuro. En Manifest (Jeff Rake, Bobak Esfarjani, 2018), los pasajeros del vuelo 828 hacia Nueva York desaparecen durante 5 años: pero para ellos solo pasaron unas horas. En The Crossing (Jay Beattie, Dan Dworkin, 2018), un grupo de personas busca refugio en un pueblo costero, alegando que vienen desde 180 años en el futuro. En The OA (Brit Marling, Zal Batmanglij, 2016)… francamente no sé cómo contarles The OA. Digamos que la premisa central es la reaparición, luego de 7 años, de Prairie Johnson, una joven que retorna curada de su ceguera, sin intenciones de contar dónde estuvo y con el conocimiento de una nueva dimensión de la realidad. Finalmente, The Leftovers (del guionista de Lost, Damon Lindelof, y Tom Perrotta, 2014) centra el relato en un grupo de personajes 3 años después de “la ascensión” como se llamó a un fenómeno por el cual el 2% de la población mundial desapareció. No solo tenemos este clima enrarecido por el fenómeno sobrenatural, sino por el nuevo funcionamiento del mundo.
La pelea por ser “la nueva Lost” está perdida. Los fenómenos de esa talla no dependen de sí mismos; el contexto suma. Lost se benefició y empujó el auge de la banda ancha. Fue el hito del torrent y el subtitulado. Los reproductores de video y los codecs avanzaron más en esos años que en los 10 posteriores. Entonces, dicho todo esto, ¿por qué estoy escribiendo sobre Yellowjackets? Porque puede ser la digna sucesora.
Chaquetas amarillas
La serie empieza como una aplanadora. Una persecución en la nieve. Calaveras de animales, símbolos tallados en árboles. Una mujer corre por un bosque. Gritos que imitan animales. Está siendo perseguida. Cae en una trampa. Yace destrozada en el fondo de un pozo, atravesada por maderas afiladas.

Saltamos de espacio y tiempo. Una periodista investiga. Entrevistados que hablan de una tragedia. Un accidente. Volvemos a saltar a 1996. Un equipo de fútbol femenino sale campeón. Empezamos a conocer a los personajes. Se espera a un espectador adulto que se identifique y recuerde cómo era ser adolescente en 1996. La cosa “sana” sin redes sociales ni celulares. El viejo bullying “face to face”. El horror es un grupo de adolescentes, como nos vienen enseñando las series. Pero este es un horror analógico. Tenemos borracheras y sexo. Pero no hay videos en sitios porno. Punto para el pasado.
El relato tiene muchos personajes, pero se va a centrar en cinco: Shauna, Taissa, Jackie, Misty y Natalie. Las acompañan Lottie, Laura Lee, Van, Travis y Javi. No pongo el nombre de los actores, porque me obligaría a diferenciar de aquellos que están en el presente y el pasado, de aquellos que solo figuran en el pasado, lo cual sería un spoiler en sí mismo. Basta decir que actúan Melanie Lynskey, Christina Ricci y Juliette Lewis.
Las chicas viajan a la final del campeonato, tienen que sobrevolar un bosque en la frontera canadiense. El avión, por supuesto, se cae. Muchas mueren y otras sobreviven. Vamos intercalando la historia de supervivencia, con el presente en que los personajes han tenido devenires bien distintos. Shauna es un ama de casa frustrada con un matrimonio destrozado, Natalie está en recuperación por sus adicciones, Misty es enfermera en un geriátrico, Taissa es candidata a senadora. En este presente se sugiere un suceso pasado de canibalismo (con la consabida referencia a ¡Viven! (Alive, Frank Marshall, 1993), en los 19 meses que las supervivientes estuvieron perdidas. Pero lo que se oculta es aún peor.

El bosque tiene los aditamentos lostianos: una cabaña con un esqueleto, animales descuartizados, una avioneta, una manada de lobos asesina, símbolos tallados en las cortezas de los árboles. A su vez, la pulsión del sexo adolescente se vuelve vital en la trama. Los intentos de salvarse llegando a algún lugar parecido a la civilización se vuelven fútiles.
En cierto momento, aparece el aditamento sobrenatural; esto sobrevuela las dos líneas –pasado y presente– y las motoriza de manera tal que los capítulos vuelan. Yellowjackets suma una ventaja, además, su temporada es de 10 capítulos. Pueden prescindir de todos los rellenos de las temporadas maratónicas de 24 episodios, como supo tener Lost. Nos quedamos con la crema. Y esa crema es el misterio. ¿Qué les pasó a estas chicas? ¿Quiénes sobrevivieron? ¿Cuáles son las alianzas internas? ¿Qué diablos es el elemento sobrenatural?
El juego inteligente entre los dos pasados –la línea cronológica y la línea que salta al momento en el que, sin develar nada, todo está en modo “El Señor de las Moscas”, intercalado con la línea presente que a su vez tiene sus propios misterios que resolver– se vuelve totalmente efectivo. No hay manera de abandonar esta serie.

Yellowjackets está creada y escrita por Ashley Lyle y Bart Nickerson, que tienen muy pocos créditos encima. Apenas unos capítulos de Narcos y Narcos: México y de la también intrigante Dispatches from Elsewhere (Jason Segel, 2020). Lo interesante es que consiguieron que Karyn Kusama, directora de The Invitation (2015) y Destroyer (2018) dirigiera el piloto y marcara el tono. Kusama es una de las directoras que la 24 Cuadros viene siguiendo con atención, y se está especializando en series últimamente, con créditos en Halt and Catch Fire (C. Cantwell, C. Rogers, 2014-2017), In Treatment (Rodrigo Garcia. Hagai Levi. Nir Bergman. 2008-2021) y la miniserie The Outsider (Richard Price, 2020). Siguiendo a Kusama, dirigió tres capítulos Eva Sorhaug, conocida por la tremenda 90 minutes (2012).
Si es verdad que el misterio es una cuestión intelectual, entonces ver Yellowjackets es obligatorio: cada tanto hay que hacer disfrutar la cabeza.