The Worst Person in the World: los cambios y las decisiones no me vuelven peor persona

Dividida en un prólogo y doce capítulos, de los cuales confieso que, a mi parecer, sobran al menos cinco, The Worst Person in the World fue la encargada de abrir la Semana de Cine de Cannes en Buenos Aires.
La película se centra en la vida de Julie (Renate Reinsve, quien se alzó con el galardón a mejor actriz en Cannes). Arranca con un prólogo en que una voz en off va narrando rápidamente los constantes cambios que se generan a medida que se atraviesa los veintipocos: cambios de carreras universitarias y cambios de parejas que van de más o menos estables a meramente ocasionales, dejándonos la sensación de que Julie busca ir por la vida sin quedarse demasiado quieta en ningún lado.
Esto repercute directamente en las relaciones amorosas que intenta establecer (ya pasados sus veintipocos y llegando casi a los treinta), las más narradas son con Aksel (Anders Danielsen Lie) y con Eivind (Herbert Nordrum) y lo que termina siendo paradojal es que ambas finalizan por el deseo o no deseo de formar una familia.

No es ninguna sorpresa para nosotros después que la idea de familia triggeree de tal forma a Julie cuando conocemos por primera vez a su papá (Vidar Sandem), quien termina siendo decepcionante, distante, poco confiable e indiferente. ¿Escucharon alguna vez hablar de los daddy issues? Y no, no me refiero solamente a lo sexual. Me refiero a esa clase de dolores tan naturalizados que no te das cuenta de que existen hasta que, por medio de hongos alucinógenos, tenés una epifanía donde todo el poder de la manifestación menstrual cae de lleno en la cara de tu papá, como una genuina realización de que lo que te genera trabas emocionales es simplemente la indiferencia de un padre ausente manifestándose como un miedo al futuro, a la familia. ¿No les pasó nunca?
Dirigida por Joachim Trier, The Worst Person in the World nos zambulle en una historia innegablemente convencional sobre la aceptación de uno mismo y los deseos inherentes al ser humano por crecer y buscar la felicidad, lo que diferencia a Julie en este caso es que pareciera ir por la vida sin sopesar demasiado sus decisiones, vive su adultez –o intento de– como cualquiera de nosotros, buscando siempre el autoconocimiento, pero sabiendo que muchas de las decisiones que tomará en la vida pueden o no dañar a sus seres queridos, aun cuando tome decisiones equivocadas (depende de quién lo vea). Pero ¿acaso eso es ser la peor persona del mundo?

La música acompaña de forma tan elocuente que parece marcar también los ritmos de los cambios que, si los vemos desde el punto de vista de Julie, tienen incluso más sentido aún. Durante los primeros capítulos son picos nerviosos y energéticos que luego comienzan a disminuir a medida que la historia avanza y ya para los últimos capítulos acaban por acompañar la calma y la melancolía que también Julie termina adquiriendo. Casi como un acompañamiento de sabiduría.
Y lo más importante es que me dejó pensando: ¿Es acaso la transición de los veinte a los treinta el nuevo coming of age?