Reseña: Belfast

Belfast es una ciudad ubicada en el norte de la isla de Irlanda (capital de Irlanda del Norte), pero no así parte del resto de la isla, sino que es parte de Reino Unido, con sus leyes, moneda y cultura. Es una ciudad portuaria dedicada al mar, hasta la actualidad, quizás, algo pareja en la construcción de sus casas, las cuales mantienen un orden y una paleta de color plana, con techumbres grises y ladrillos rojizos. Similar a varias ciudades de Europa, uno que otro grafiti decora los muros que hablan sobre los rudos hombres de mar. La simetría de sus calles, la cultura y la historia se viven en cada rincón de Belfast. Entre castillos, museos y montañas volcánicas que albergan unos paisajes naturales únicos y hermosos. Tan así es que varias locaciones de Game of Thrones y otras producciones se filmaron en sus fronteras, aprovechando su patrimonio y el valor histórico. Un dato curioso, es el lugar donde se fabricó el Titanic. Estaría bueno darse una vuelta por allá.

Aunque el inicio de esta reseña pareciera un viaje de turismo, se trata de un viaje en la historia. Es así como el director, guionista y actor Kenneth Branagh nos hace viajar en el tiempo junto al ritmo de Van Morrison, un oriundo de la zona. A través de un muro, en el que pintaron a ocho pescadores hombres, saltamos en el tiempo 53 años atrás, a un viernes 15 de agosto de 1969 para demostrar que no fue fácil llegar a ser lo que es actualmente.
Para poner un poco de contexto, entre los años 60 y 90 aquel periodo fue llamado: “The Troubles/Los Problemas”. Conflicto sociocultural interno de varias organizaciones religiosas. Este comienza allí, en Belfast. Entre católicos romanos y protestantes, con el fin de unir a Irlanda del Norte a la república independiente de Irlanda, que es el resto de la gran isla. En la actualidad, siguen sin ser amigos aunque comparten el mismo territorio. Quizás las cervezas y la pasión por el rugby sean el hilo rojo que los une. ¿Quién sabe, ah?

A través de la mirada de un pequeño niño de 9 años, que quizás sea la representación misma de la infancia del director, oriundo de la zona y nacido en 1960, Jude Hill (12) en su primera película representa al pequeño Buddy (9), el hijo menor de una familia de clase baja compuesta por sus dos padres y su hermano mayor. Viven en una cuadra, tipo vecindad del Chavo del 8, y gran parte de la película transcurre en ese lugar.
Por la avenida los niños juegan a los guerreros, con palos que representan espadas en conjunto con la tapa del tacho de basura, como escudo. Otros juegan fútbol, uno que otro corre. Los adultos hacen cosas de adultos. De pronto, el conflicto nos estalla como una bomba en las manos. Con una violencia incomprensible, una turba aparece y quebranta la entretenida mañana de ese día. La madre, interpretada por Caitriona Balfe, en su desesperación por reunir a sus dos hijos que se ven envueltos entre toda esta violencia, logra rescatar a los pequeños y ponerlos a salvo en su hogar, hogar que ella comanda. Tienen que llegar los militares a poner orden, cercando el lugar y manteniendo un tráfico controlado de residentes. Por las noches, helicópteros iluminan sectores, mientras por tierra los mismos residentes hacen rondas con antorchas.
La cotidianidad del barrio es: hombres al trabajo, mujeres en la casa, niños al colegio y los domingos todos a misa, con un cura que genera más división que confianza.

Como ya les comenté hace unas líneas atrás, el relato visual es a través de Buddy y su historia, manteniendo la cámara a una altura baja, gran parte de la pieza. El pequeño, con sus escasos 9 años, es muy activo, estudioso, enamoradiso y despierto, además de ser muy cercano y regalón de todos. Este mantiene una relación muy íntima con sus abuelos, a los cuales visita seguido, ya que viven a un par de casas. Buddy recibe todos los consejos que el anciano le pueda entregar. El abuelo es interpretado por Ciarán Hinds, en un papel lleno de sabiduría. A la vez, la abuela, interpretada por Judi Dench, es quien mima al pequeño con detalles. Quizás varios tuvimos la suerte de tener una abuela así, tan buena para no seguir las reglas y a la que amamos con toda nuestra vida.
El film mantiene una cierta nostalgía. Hay detalles del barrio que el director quiso enmarcar en cuadros fijos. Como los momentos en que el padre ausente comparte tiempo de calidad con su familia. Cuando digo ausente, no lo digo porque los abandonó, sino que por su trabajo viaja seguido a Gran Bretaña, donde tiene algo estable para generar ingresos. Es así como el actor Jamie Dornan tiene el liderazgo del hogar y decide el cambio más drástico y dramático del film: dejar todo atrás y rehacer la vida de esta familia de cuatro personas en otro país, dejando en Belfast a los viejos, quizás, representando metafóricamente ese trozo de tierra llamado Irlanda del Norte.

Según Wikipedia: “Aproximadamente unos 500.000 irlandeses permanecieron en Gran Bretaña, especialmente en ciudades portuarias como Liverpool. Unos 289.000 irlandeses, emigraron a Australia y Nueva Zelanda. Mientras tanto, hasta 60.000 irlandeses emigraron hacia Sudáfrica, Argentina y otros lugares”.
A gusto personal, ninguna actuación falla. Me encantó la fotografía y disfruté cada uno de sus encuadres. Y creo que el relato tiene ese dejo de documental, el que se despide imprimiendo en pantalla las frases: “Para los que se quedaron”, “Para los que se fueron” y “Para todos los que se perdieron”, dejando atrás el blanco y negro, y volviendo al color y a nuestra actualidad.