Hay equipo: Edgar Wright/Simon Pegg, la gran delantera inglesa.

Artículo publicado originalmente en el número 10 de la Revista 24 Cuadros.
Estadísticas Musicales
Hay una vieja estadística en la historia del mercado musical que cuenta que hay más bandas que sacaron solo dos discos que las que sacaron uno. Llegar al primer disco es difícil, y llegar al segundo puede no serlo tanto. Y parece que la repetición o el cambio excesivo no es fácil de sobrellevar. Si en el segundo disco se cambió tanto de estilo, o género musical, los seguidores abandonan. O si los dos discos se parecen demasiado, se mantienen tanto los elementos, no se gana público nuevo, y algunos desaparecen por acusar repetición y autocopia. El resultado, en ambos casos, puede ser catastrófico. Pasado este trance, de animarse o permitirse el tercer disco, es como que la cosa siguiera con naturalidad, y aun sin vender grandes cantidades de copias, las bandas pueden vivir años. El número “tres” vence al solitario “dos intentos”. Hacer solo una obra y desaparecer es ser un autor maldito. Hacer solo dos textos puede ser terrible. Por eso, puede ser pertinente pedir más de dos trabajos (discos, películas) para poder hablar de estilo, de autor, de obra.
Conjuntos
En el cine (y en nuestra cultura en su totalidad), el número tres es importante. Como se dice: “dos veces es ¿qué pasa? y tres veces es código”. Establecer una trilogía es normal, como es extraño hablar de una bilogía. A lo sumo se habla de una segunda parte. Y tan natural es el tres, que se inventan trilogías, que no son más conjuntos de tres películas. En la música también el Power Trío demuestra la energía del “3”. Estructura básica y a la vez completa, los tríos en el rock han desarrollado historia. En algún momento pudo parecer necesario aumentar el número de integrantes, como si se pretendiera escapar de cierta simpleza. Por suerte existieron bandas como MORPHINE o la primera formación de PJ HARVEY para devolvernos esta cruda y potente arquitectura.

Vamos por ellos
Hoy vamos a negar todas estas precauciones. Vamos a hablar de dos “autores” que han hecho en dos películas (por ahora) su obra. Y no estamos hablando de gente como los Dardenne, o los Tavianni. Con gran respeto, va esta nota para dos “grandes” del momento.
Brevísima presentación
El cine británico tiene tradición en comedia, y para muchos mantiene un nivel que el cine americano muchas veces abandona. Entre tantas buenas películas, aparecen estos dos muchachos que no llegan todavía a los cuarenta, y que vienen desde hace una década demostrando talento. Wright y Pegg se conocieron trabajando en TV en la serie Asylum (1996), y con la serie Spaced (1999-2001) comenzaron su trabajo en conjunto. Guion de Simon Pegg y realización de Edgar Wright, la dupla se estableció con potencia en el medio. El talento visual de Edgar Wright hizo crecer el aspecto estético natural de las sitcoms. El resultado fue suficientemente bueno, como para tomar impulso hacia la pantalla grande. Y así llegaron al cine con una gran comedia de zombies, que ya hemos recomendado en una nota anterior: Shaun of The Dead (2004). Cargada de homenajes hacia las películas de George Romero y Sam Raimi (a quienes Edgar Wright reconoce admirar), la película supera la catarata de citas, demostrando talento en su rol conjunto (guionistas) y en sus roles particulares (Pegg en el protagónico y Wright en la dirección). Tres años más tarde, se superan con una de las mejores comedias de los últimos cinco años (y por qué no arriesgar “diez”): Hot Fuzz (2007) es un notable paso adelante, y no es poco, cuando ya con su trabajo anterior superaban el promedio. Con un guion minucioso, que se ocupa de presentar cada detalle que deba recuperar con suficiente gracia como para no quedar en la evidencia del “plantado de informaciones” (los americanos podrían aprender mucho de ellos), juegan además con los “subgéneros” de manera profunda, haciendo que la comedia, la intriga, la acción, tengan un peso propio no muy común.
Algunas virtudes destacables
Como ya dijimos en el párrafo anterior, el guion es un punto importante en sus películas. Es notable cómo el trabajo conjunto permite que algunos momentos interesantes de ambas películas no sean fácilmente separables para determinar su momento de creación: las ideas no se sienten como de guion, o de realización. Se nos presentan integradas de una manera natural, tanto que la forma de verse parece que fuera la forma precisa, los personajes parecen los necesarios, que no pudieran hacer otra cosa más que estar ahí, que vivir esa escena, aún en los momentos más extraños.

En Shaun of The Dead, hay una escena donde Shaun sale temprano de su casa, va hasta el supermercado, compra una bebida y vuelve. Se cruza en ese viaje con vecinos diversos (un chico que juega a la pelota, uno que lava el auto, una mujer que sale de su casa, uno que hace footing, el vendedor del super). Rato después, la escena se repite, Shaun sale de su casa y hace el recorrido, pero el barrio se está volviendo un cúmulo de zombies. Ahora la mujer está muerta en la entrada, el hombre que corre no hace footing, sino que escapa de un zombie que avanza lenta y torpemente, Shaun entra al supermercado, compra como siempre, no ve la sangre en el vidrio de la heladera y vuelve a salir, apenas a tiempo para no ser alcanzado por el zombie que está a una vereda del Super. Todo esto se vive con notable naturalidad. La idea es suficientemente estructural como para estar desde el guion, pero la unión final oculta las aristas. Por esto es difícil determinar si las escenas comienzan desde el guion o desde la construcción. Da la grata sensación de que Pegg y Wright juegan a un toque, tirando paredes para meter la película en un ángulo. No es la actuación o el guion o la realización sino una película total. Pegg es un actor carismático, cómico y sensible, que demuestra gran variedad interpretativa: tanto puede desarrollar al apocado trabajador de supermercado afectivamente complicado que deviene en héroe, como el extraordinario superpolicía ético y desubicado en la fuerza (tanto que hace quedar mal a todos los demás). Wright, por su parte, tiene la virtud de utilizar puestas y angulaciones de cámara excesivas y a la vez naturales. Todo esto, acompañado por un creativo uso del montaje, sobre todo en la estructuración de raccontos o reconstrucciones imaginarias que ilustran pensamientos y recuerdos de sus personajes. Utiliza la repetición como método de creación de una lógica interna que crece de film en film. En ambas películas, “los realizadores” escapan de la ilustración de ideas de guion, creando conceptos e ideas cinematográficas, audiovisuales. Y sobre todo en Hot Fuzz (su mejor película) los subgéneros atrapan la pantalla, se apoderan y llegan al límite. Así, la última parte de la película es una franca película de acción y violencia (aún sin perder comicidad), donde los protagonistas, como dos cowboys que van a imponer la ley a toda costa en un pueblo perdido, son capaces de enfrentarse a un mundo que parece idílico, y en el que subyace una violencia demencial, disparando los héroes a sacerdotes, médicos, amas de casa, dueños de bar, lisiadas, todos notablemente armados. Esperando el retorno del Power Trío Como una gran banda, estos dos muchachos no están solos. Pueden ser la guitarra y el bajo notorios, como en Divididos, pero tras ellos está un gran colaborador, que no escribe, no trabaja tras la cámara, pero es el tercer mosquetero de este grupo: Nick Frost.

Un gran comediante que comparte cartel y ha jugado inolvidables papeles en ambas películas. Simon Pegg ha hecho un trabajo similar, coguionista y actor junto al director David Schwimmer (Ross en la serie Friends), en Run Fatboy Run (2007), sin la solidez y la química que tienen con Wright. Para el 2010 se anuncia el retorno de esta pareja creativa en un esquema idéntico a las anteriores producciones, en una película llamada The World´s End. Esperaré ansioso el retorno de nuestro Power Trío, ya que como corresponde, Nick Frost estará para darnos otra muestra de maravilloso histrionismo: una de los mejores momentos de Hot Fuzz es ver al atolondrado policía que compone Frost, apurando un helado de un solo bocado, y pegando un grito por el dolor de sus dientes.