Una educación parisina: de Novalis a Flaubert pasando por Pasolini

“Los hombres viajan por diversos caminos, quienes los siguen y los comparan verán nacer extrañas figuras…”. Con esta cita de la obra de Novalis, escritor romántico alemán del siglo XVIII, y con la imagen de los rostros de una joven pareja conversando en la intimidad de un dormitorio, Jean-Paul Civeyrac abre la primera página de su película Mes provinciales, cuya traducción podría ser “Mis provincianos”, pero que, esta vez con acierto, fue titulada para su estreno en castellano como Una educación parisina, remitiendo de alguna manera a las conocidas La educación sentimental (L’éducation sentimentale), de Flaubert o Retrato del artista adolescente (Portrait of the Artist as a Young Man), de Joyce, o aún el Wilhelm Meister, de Goethe o Demian, de Hermann Hesse, todas ellas “novelas de iniciación” de un joven, en todos estos casos, varón. Para pensar en novelas de iniciación de jóvenes mujeres, debería recurrirse a las Memorias de una joven formal (Memoires d´une jeune fille rangée), de Simone de Beauvoir, los Relatos completos (The Complete Shorter Fiction), de Viginia Woolf, y quizás también Jane Eyre, de Charlotte Brontë.

Los “caminos” que marca Novalis en el epígrafe con que inicia el film son los que transitan Étienne, el personaje principal, y los amigos que hace al llegar a París para estudiar cine en la Universidad. Ninguno de ellos es parisino, como tampoco lo son las muchachas que encuentran en los distintos momentos de ese camino, y de allí el nombre original del film (Mes provinciales), que seguramente tendrá alguna significación especial para el espectador francés, pero no para quienes encuentren en el film una mirada a la iniciación juvenil, tanto sentimental, sexual o profesional de los personajes. En todo caso, París podría significar la meca para las ilusiones o fantasías, pero no mucho más. Ninguno de ellos viene del campo, sino de ciudades tan importantes como Lyon, tercera ciudad de Francia.

Y volviendo al título original, el mismo habla de “mis” provincianos y no de “los” provincianos, circunstancia que permitiría pensar que esta película remite a situaciones de la biografía de su autor y director.

Una educación parisina es una película en blanco y negro, pero que fue filmada en color. Al respecto, refiriéndose a la contemporaneidad del relato y al blanco y negro, Civeyrac declaró en un reportaje que le hiciera Fabien Lemercier: “Si la hubiera ambientado en los años 80, habría sido una especie de reconstrucción histórica y me parece que eso habría hecho la película un tanto más particular, un poco nostálgica. El negro y blanco lo elegimos después. Fue una idea de mi productor…”. De esta manera se logró instalar una idea de intemporalidad y a la vez producir un guiño al cine de la nouvelle vague. Civeyrac declaró que decidió escribir este guion luego de haber visto Tengo veinte años, del ruso Marlen Khutsiev. Ciertamente que esta película no pretende integrarse en aquella corriente de los 50, pero sin duda revive aquella estética.

La película nos introduce en el momento en el que Étienne, Mathias y Jean-Noël se descubren. Al mismo tiempo, el film pone en escena las distintas miradas que los personajes, todos estudiantes, tienen sobre el cine. Tanto los grandes realizadores, desde Fellini, Rossellini hasta Visconti, como Carmelo Bene, Dario Argento o el cine “giallo”, Tarantino y el cine japonés tienen su lugar en el discurrir de la polémica, sin descuidar a los grandes de la literatura, como el propio Novalis, o Pascal y su discusión con los jesuitas, Flaubert o Pier Paolo Pasolini. Los libros son una presencia central en el film. Una educación parisina es un film sobre la intelectualidad.

La composición de tono ciertamente melancólico y perfectamente medido por parte de todo el elenco, la música de J. S. Bach y el excelente trabajo del director de fotografía Pierre-Hubert Martin le otorgan un gran marco a este brillante trabajo de su guionista y director, Jean-Paul Civeyrac.

¡Bravo!