Midnight Mass: un análisis ligero

Spoilers, sí.
Midnight Mass dividió al público en dos grupos mayoritarios: los que la odiaron desde el inicio, y los que se fueron aburriendo con el correr de los capítulos. Por suerte, no fue mi caso.
Mike Flanagan ha encontrado un mecenas (Netflix), un referente (Stephen King), un estilo propio (¿voz autoral?) y hasta un elenco recurrente. Utiliza el horror de manera reiterada para hablar de otra cosa y es hábil en la dosificación, por proyecto, de recursos como el jumpscare y la truculencia.
Un ferry a la nada
A la pequeña isla Crockett, a la que solo se accede mediante un ferry, retorna Riley Flynn (Zach Gilford, viejo conocido de Friday Night Lights). Riley viene de cumplir una condena por haber producido un accidente mientras conducía ebrio a alta velocidad, que terminó en la muerte de una joven. En la isla lo espera su familia, compuesta por su papá Ed (Henry Thomas), su mamá Annie (Kristin Lehman) y su hermano menor Warren (Igby Rigney).
En el pueblito, muy venido a menos, Riley se encuentra con su viejo amor Erin (Kate Siegel), la doctora Sarah Gunning (Annabeth Gish) y su mamá, enferma de Alzheimer, Mildred (Alex Essoe); con el alcalde Wade (Michael Trucco), su esposa Dolly (Crystal Balint) y su hija Leeza (Annarah Cymone), que ha quedado en silla de ruedas, luego de un “accidente de caza”, provocado por Joe Collie (Robert Longstreet), el ebrio residente.

Joe purga sus culpas sumergido en la bebida y pasa sus noches durmiendo en el calabozo de la comisaría, que le prepara el sheriff Hassan (Rahul Kohli), papá de Ali (Rahul Abburi), amigo de Warren, y que junto a Ooker (Louis Oliver), forman la pandilla de tres adolescentes en bicicleta del pueblo, rasgo kingeano que debería darnos indicios de lo que se trata de contar.
En el mismo ferry viaja el padre Paul (Hamish Linklater), que reemplaza al monseñor Pruitt, viejo clérigo de la Isla que ha caído enfermo y se supone internado en el continente. Lamiendo los cirios de turno, conoceremos a Beverly Keane (Samantha Sloyan), acólita de la iglesia de Crockett y villana local.
El pueblo es pequeño y está semiabandonado. Se habla de un desastre petrolero que sucedió hace unos años y diezmó la actividad principal, que es la pesquera.
La gente está envejecida, aquejada por diversos males. Los feligreses que acuden a misa son pocos. El padre Paul tratará de sacudir esto, y entenderemos por qué la serie, en vez de castear actores y actrices en la edad que representan, optó por elegir cuarentones para maquillar como sesentones.
Denota, connota, cuenta y sugiere
Mike Flanagan toma la premisa de la segunda novela de Stephen King, El misterio de Salem´s Lot (Salem´s Lot), y le da una vuelta más. En ambas un personaje retorna al pueblo. El ambas un extraño se establece en el lugar. Empiezan a ocurrir cosas extrañas, animales muertos, desapariciones, un clérigo tiene una crisis de fe. Finalmente, un grupo se resiste. Pero las referencias no se detienen aquí: del universo kingeano se extrae el personaje de Beverly, que es una reversión de Carmody, la fanática de The Mist. La revelación de que Paul y monseñor Pruitt son la misma persona está calcada de la foto del Hotel Overlook en la que se nos revela que Jack Torrance siempre estuvo ahí. El cura que trae un regalo milagroso al pueblo tiene ecos de la novela Revival y de La tienda de deseos malignos.

En el universo de Midnight Mass se desconoce la leyenda vampírica. Es un mundo en el que Bram Stoker no ha publicado Drácula. El vampiro que Pruitt trae consigo en un baúl (muy parecido al Kurt Barlow de la versión de Salem´s Lot que Tobe Hooper dirigió en 1978) es tomado como un ángel. Y así como no existe el vampirismo y cualquier referencia es fútil, los ritos católicos apostólicos romanos están bien presentes (foto del papa Francisco incluida), y es bueno ver cómo funcionan, puesto que connotan cuestiones más profundas.
Las escrituras
El rito católico más importante es el sacramento de la Eucaristía, o la comunión. El monseñor / Paul utiliza el rito para repartir el “Santo Misterio”, en este caso la sangre del vampiro, que es finalmente la que cura las aflicciones del pueblo.
La ropa que viste el clérigo en la misa se llama “casulla”. Las hay de distintos colores y su uso tiene significados de acuerdo con la celebración. Bien temprano en la trama, en el primer episodio, Beverly le hace notar a Paul que estaba vistiendo la casulla equivocada para la celebración. Flanagan nos está pidiendo que miremos ahí. La blanca y dorada es para celebraciones especiales como Navidad y Pascua. Nacimiento y Resurrección. El padre Paul la está usando en la primera misa en la que va a repartir la comunión vampírica, en un día ordinario, en el que se debería usar la verde.
La casulla púrpura simboliza la penitencia y la preparación del espíritu para el adviento y la Pascua. El padre Paul la usa en la misa del episodio 3, episodio en el que confiesa ante Dios lo que ha pasado en Tierra Santa, y mientras prepara al pueblo para lo que está por venir: les pide, antes de colapsar, que piensen en el Renacimiento y segundas oportunidades y vida eterna.
La casulla roja es la sangre y la fuerza del espíritu santo. Simboliza el martirio (pasión) y se utiliza el Viernes Santo, y en los días de los santos mártires y en Pentecostés. En la misa nocturna, la primera a la que acude Mildred, el padre Paul / Pruitt viste la casulla roja y su sermón es especialmente perturbador. Todo empieza dentro de los carriles normales, en los que se habla del sufrimiento de Cristo. Pero el sermón deriva en la “formación de un ejército de Cristo” y la preparación para una guerra santa, regida por una brújula moral, en la que habrá muertos. Menciona que Dios “pedirá cosas horribles, pero se dirige hacia un buen lugar”. Mildred abandona el templo prometiendo no volver a acudir.

Finalmente, Pruitt vuelve a vestir el dorado en la misa final. Es Domingo de Pascua. La resurrección, que no solo será de Cristo, sino la de todo el pueblo. Hará su aparición el ángel vampiro, vestido también con los ornamentos. Todo termina en un baño de sangre, tal como se pronosticó en la misa del Viernes Santo.
La iglesia católica instituye siete sacramentos, que serían las siete formas en las que los creyentes manifiestan su relación con Dios. Estos son: bautismo, confirmación, penitencia, eucaristía, extremaunción, orden sacerdotal y matrimonio. En Midnight Mass están presentes estos sacramentos, con especial énfasis en el de penitencia. Las largas secuencias de conversación entre personajes, usualmente de a dos y aislados, sirven en doble forma, para tratar el tema principal de la serie, que es el sentimiento de culpa y el concepto de perdón, y para ponerlo en escena desde el punto de vista del catolicismo: bajo la figura de la confesión, que es el requisito fundamental para comulgar. Esta idea es central. Tenemos las conversaciones profundas y sentidas entre Riley, Erin, Leeza, Joe. Estas conversaciones son entre ellos o con el padre Paul. A su vez, hablan sinceramente y desde el corazón los personajes no católicos, como la doctora Gunning y el sheriff, que es musulmán practicante. Todas estas secuencias se encuentran entre lo más criticado de la serie, ya que serían la parte con más pretensión de profundidad.
Los dos personajes que cometieron los pecados más graves (más allá de Pruitt) son Riley y Joe. Ambos tienen secuencias de perdón particulares. Joe con la propia Leeza, y Riley en las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Joe recibe el perdón de la propia Leeza, y Riley recibe palabras reconfortantes de parte de Pruitt. Justo después de esta suerte de confesión, Riley comulgará de forma definitiva y bajo la forma de este nuevo pacto de vida eterna.
El embarazo de Erin, que desaparece sin dejar rastro, es un símbolo doble del costo de esta vida eterna y nocturna, y obra como una suerte de dogma inverso de la inmaculada concepción. Así como Jesús fue “sin pecado concebido”, y María fue embarazada por obra y gracia divina, sin relaciones sexuales, el embarazo de Erin, en estado avanzado, desaparece sin aborto.
Santas alegorías y los Cuentos de Canterbury
En muchos artículos he dado cuenta de una teoría: estamos en una era de la alegoría en la que muchas series y películas tienen un sentido simbólico. Esto existió desde siempre, pero hoy está más presente, sobre todo en estos relatos pensados para el gran público. El vampirismo sin ir más lejos ha sido vehículo para contar otras cosas, como su paralelo con el HIV, allá por los ochenta y noventa. Aquí tenemos su comparación directa con las adicciones: Riley no solo venció la del alcohol, sino que se resistió a convertirse en un monstruo.
¿Qué simboliza Midnight Mass? No es tan fácil de entender. Si lo leemos como un producto de su tiempo, puede hablar del advenimiento de una ultraderecha reaccionaria particularmente en Estados Unidos, su melodía de flautista de Hamelin, que atrae a las masas prometiendo resarcirlas de lo que les ha sido quitado, la intolerancia de sus acólitos (Beverly), la clase política cooptada por la necesidad y el dinero (Wade), las minorías que o bien se adaptan o son aplastadas (el sheriff y su hijo), la educación infiltrada (la pelea Beverly-Erin en la escuela), y demás matices.

Pero hay otro nivel, que es más universal, y que tiene que ver con cómo funcionan las comunidades en torno a la Iglesia, que sigue siendo simbólico en un punto, pero que habla sobre el catolicismo y su organización comunitaria, que logra en sociedades empobrecidas y frustradas ciertos niveles de pregnancia que son peligrosos. Es un relato remanido, y tal vez la crítica al catolicismo, frente a otros horrores presentes, no sería el ritmo de moda, pero no por ello es menos pertinente. Y si bien se parece, no es Stephen King. Allí donde el Rey suele dirigirse, que son los finales con explicación lovecraftiana o incluso de ciencia ficción (Pennywise y tantos otros son extraterrestres), Flanagan va con pulso firme hacia un final católico. No hay justicia de los hombres, solo la divina. Fue la misma comunidad la que trajo el apocalipsis sobre sí misma. Después de un festival de asesinatos a dentelladas y como en el famoso capítulo de los Simpson, en el que usurpan el bunker de Flanders, todos terminan de la mano, cantando “Kumbayá” mientras esperan el amanecer y, con su llegada, la muerte. Pruitt incluso, que se pensó pastor, solo es una oveja descarriada, queriendo una segunda oportunidad para poder contactar con su hija y vivir con la mujer que amó. El verdadero mal es el inexplicable y la misma comunidad. Solo Beverly se resiste a la redención, pero va a encontrase con su creador de todas maneras.
En medio quedan muchas preguntas: ¿qué quiere el vampiro?, ¿por qué acompaña a Pruitt a Crockett? ¿Por qué al inicio Pruitt puede estar bajo la luz del sol, mientras que Riley no? Líneas abiertas y líneas truncas: ¿qué pasa con los gatos? ¿Por qué el vampiro se alimenta de ellos y no de la gente? ¿Por qué aparecen en la playa? ¿Por qué se pone tanto énfasis en los adolescentes al inicio? ¿Por qué la doctora no se va antes con las muestras?
No todas las preguntas deben responderse y lo que vale, sostengo, es el viaje. Mike Flanagan juega a fondo y según sus reglas. Los Cuentos de Canterbury, el relato alegórico del siglo XV, escrito por Geoffrey Chaucer, centra cada uno de sus relatos en un personaje característico (el caballero, la monja, el fraile, el erudito, el magistrado, etc.). Flanagan adopta, sin método, distintos puntos de vista. Y cambia de protagonista como de ropa. Parece ser Warren, luego Riley, a veces Pruitt, otras veces Erin. Todos se turnan, sin un liderazgo claro.
Midnight Mass tiene varias capas de complejidad y profundidad. Trata de ser visualmente interesante en el medio. Elige y dirige a sus actores de manera que les creemos; por delante de nuestros ojos vemos a un elenco entero rejuvenecer, no solo en maquillaje sino en la actitud, y ni nos paramos a notarlo. Esto es un prodigio como el de Mahershala Alí y Stephen Dorff en la tercera temporada de True Detective. No es una obra maestra, pero, por Dios, que Flanagan siga intentando hacer una.