Copia fiel, ficción y política #3: una lección de resiliencia

¿Sentiste hablar alguna vez de Loung Ung?

Se trata de una activista que nació en 1970 en Nom Pen, Camboya. Durante su infancia se produjo una sangrienta guerra civil en Camboya, que le costó la vida a más de dos millones de hombres, mujeres y niños. Solo tenía cinco años cuando los Jemeres Rojos se adueñaron del país.

Fue la sexta de siete hermanos (tercera de cuatro chicas) y pudo escapar de Camboya a los diez años, como una sobreviviente de lo que se conoce como los Killing Fields durante el régimen de los Jemeres Rojos, bajo el gobierno de Pol Pot.

En 1978, los padres y dos hermanos de Loung Ung fueron asesinados por la violencia política imperante, y la pequeña fue puesta bajo tutela del régimen y entrenada como niña soldado durante dos años. Finalmente, cuando consiguió huir, adquirió el estatus de refugiada política en los Estados Unidos de Norteamérica.

Desde entonces, Loung ha luchado junto a su hermano por las libertades de los ciudadanos de Camboya. En el marco de esa militancia, en 1997, la organización de la que es portavoz, Campaña de Minas Antipersona, fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz.

Como producto de las vicisitudes sufridas durante su infancia, una vez instalada en los EE. UU., Loung escribió dos libros que cuentan sus experiencias vitales entre los años 1975 y 2003. Se trata de dos memorias. La primera, que se titula Se lo llevaron: recuerdos de una niña de Camboya, narra lo que vivió entre los años 1975 y 1980 y fue publicada en los Estados Unidos en el año 2000 por Harper Collins. Se convirtió en un éxito de ventas internacionales y consiguió, en el año 2001, el Herbert Scoville Jr. Peace Fellowship Asian/Pacific American Awards for Literature.

El segundo libro, Niña afortunada: una niña de Camboya se reúne con la hermana que había dejado atrás, habla de cómo se adaptó a la vida americana sin su familia, y las prácticas que tuvieron que soportar los miembros de su familia en Camboya durante la guerra siguiente entre las tropas vietnamitas y los Jemeres Rojos. Cubre el periodo de 1980 a 2003, y también lo publicó Harper Collins, en el 2005.

¿Conoces la experiencia trágica de los Jemeres Rojos (Khmers Rouges)?

Fueron los protagonistas de uno de los periodos más oscuros de la historia de Camboya, un genocidio ejecutado por el brutal régimen maoísta liderado por Pol Pot, que aniquiló cerca de dos millones de personas (casi la cuarta parte de la población), durante tan solo cuatro años (1975-1979). Los Jemeres Rojos emergieron con la guerra civil camboyana (1970-1975), la cual surgió a raíz de la compleja situación política que vivía el país. El 17 de abril de 1975, los Jemeres Rojos tomaron la capital, Phnom Penh. En un principio, sus habitantes festejaron en las calles el fin de la guerra civil, pero la alegría les duró menos que un suspiro. No pasaron 24 horas, cuando los soldados de la guerrilla maoísta triunfante informaron a la población que debían abandonar sus hogares con lo puesto porque la ciudad “iba a ser bombardeada por los americanos”. Les dijeron que serían trasladados al campo “solo por unos días” para salvar sus vidas. Pero todo fue un engaño, aquel desalojo derivó en un éxodo forzado de alrededor de dos millones de personas. A pie o, a lo sumo, en carreta tirada por bueyes, esos ciudadanos, incluidos niños, viejos y enfermos, marcharon hacia el horror, sin sospecharlo.

El objetivo político de los Jemeres Rojos y de su dictadura a cargo de Pol Pot, fue subir a bordo de la utopía socialista a toda la población que no fuera sospechada de estar contaminada por la cultura imperialista precedente, instaurando a sangre y fuego un régimen que hizo retroceder a la comunidad hasta una especie de nueva Edad de Piedra, con el fin de construir una nueva sociedad sin vicios, basada exclusivamente en la agricultura, con el propósito de deshacerse de todo vestigio de la detestada cultura capitalista, heredada de las épocas de influencia del colonialismo francés. Una nueva Camboya, recién nacida, que implicaba borrar toda marca del pasado y que derivó en la aniquilación de aquellas personas consideradas “irrecuperables”.

Tanto fundamentalismo transformó el país en un gran campo de trabajos forzados, con ciudadanos esclavizados, torturados o directamente asesinados, por simples sospechas que no necesitaban pruebas ni juicios. Con aquella forzada ruralización de las poblaciones, entre otras imposiciones, se instauró la República Democrática de Kampuchea, es decir, la nueva Camboya.

En este marco, la educación de los niños, a quienes consideraban no contaminados por el capitalismo, se puso en manos del régimen, al que llamaron Angkar. Se llegó incluso a situaciones extremas en la que algunos hijos, adoctrinados por el régimen, denunciaban a sus padres por robar comida o por infringir normas de conducta revolucionaria. Muchos de esos niños también fueron entrenados para la guerra contra los extranjeros a quienes consideraban “el enemigo”.

La República Democrática de Kampuchea, del régimen de los Jemeres Rojos y del genocidio que había cometido la dictadura de Pol Pot, llegó a su fin el 7 de enero de 1979 con la intervención militar vietnamita en Camboya. En estas circunstancias, los Jemeres Rojos huyeron del país. Pero eso dispara otro capítulo de la historia. Tuvieron que pasar cuarenta años para que algunos de sus principales dirigentes fueran condenados por un Tribunal Internacional.

¿Te acordás de alguna película que se haya dedicado a recrear aquellos trágicos eventos?

La primera que recordamos es:

Los gritos del silencio – The Killing Fields (Reino Unido, 1984)

Director: Roland Joffé

Sydney (Sam Waterston), un reputado periodista de The New York Times es enviado a Camboya como corresponsal de guerra en la década del 70. Durante su estadía en el país asiático es testigo de las atrocidades del régimen de los Khmers Rouges y desempeña una tarea periodística exitosa asistido por un nativo.

Sydney logra volver a su país, a pesar del horror que lo rodea, pero su compañero camboyano (Haing S. Ngor) resulta víctima del régimen de los Jemeres. Con todas las armas de las que dispone como periodista, Sydney se embarca en una campaña de esclarecimiento de los crímenes cometidos por el régimen dictatorial, del que no solo ha sido víctima su amigo asiático.

Este drama periodístico basado en hechos reales estuvo nominado a siete Óscar de la Academia de los cuales obtuvo tres estatuillas a mejor montaje, mejor fotografía, y Haing S. Ngor se alzó como mejor actor secundario.

Pero también hubo otras, por ejemplo:

Neak sre – Les Gens de la Rizière – The Rice People – La gente del arrozal (Camboya-Francia-Suiza-Alemania, 1994)

Dirección: Rithy Panh

Primer largometraje de ficción dirigido por Rithy Panh, el más importante cineasta camboyano, que se centra en las dificultades de una familia cuya vida gira en torno al cultivo del arroz, y que, a su vez, sirve como metáfora del sufrimiento y la ausencia de futuro de su propio pueblo durante y tras el genocidio vinculado con el régimen de los Jemeres Rojos.

Un soir après la guerre – One Evening After the War (Camboya-Francia, 1998)

Dirección: Rithy Panh

Camboya, agosto de 1992. Savannah, un joven soldado regresa a Phnom Penh tras pasar cuatro años combatiendo contra los Jemeres Rojos. Como todos los de su generación, no ha conocido más que la guerra, los campos, el hambre y las masacres. Con su familia diezmada bajo el régimen de Pol Pot, Savannah no tiene más que un tío, con el que se refugia. Junto a sus camaradas descubre que la ciudad ha virado radicalmente del comunismo al ultraliberalismo. La antigua solidaridad ha sido desplazada por la necesidad de supervivencia y la corrupción se ha generalizado. Todo ha cambiado, pero nada ha mejorado. Todo se vende, hasta las muchachas, una de ellas, Lyda Chan Chea, conquista su corazón y Savannah intenta rescatarla de esa vida prostituida. Se hace boxeador para tratar de convencerla, pero fracasa frente al poder económico de sus explotadores.

Le Temps des Aveux – The Gate – La puerta (Francia-Bélgica-Camboya, 2014)

Director: Régis Wargnier

Le Temps des Aveux es un largometraje basado en las memorias The Gate (Le Portail), del francés François Bizot. La primera sección de las memorias detalla la captura de Bizot por los Jemeres Rojos en 1971 y su posterior encarcelamiento en un campo de prisioneros en la jungla.

En la segunda parte entra en juego “la puerta”, que se refiere a la puerta de la embajada francesa en Phnom Penh donde, en 1975, el autor se convirtió en el traductor e intermediario de la embajada con el Régimen Rojo. Significa una barrera, un símbolo de protección y una puerta entre mundos, de ahí el título del libro.

Estas son cuatro ficciones que tratan el tema del genocidio camboyano, del régimen de los Jemeres Rojos y de sus consecuencias y secuelas tremendas en gente más o menos común con la que el espectador puede empatizar con facilidad. Seguramente, no serán los únicos y, además, hay circulando muchos documentales sobre el tópico, en los que por el momento no vamos a detenernos, pero que son muy recomendables, para buscarlos, localizarlos y, por supuesto, verlos a conciencia. Cuentan un hecho del pasado, pero remiten a cuestiones que hoy siguen apareciendo como una amenaza de autoritarismo, violencia e intolerancia, viendo la decadencia del mundo occidental democrático de la mano de la pérdida de valores fundamentales para la convivencia, el crecimiento de las facciones políticas ultras (en especial de derechas rabiosas) y la permanente sensación de zozobra que (tal vez por desconocimiento quienes vivimos en Occidente) provocan las situaciones políticas que viven los países de Oriente. Conocer la historia permite, en cualquier caso, no volver a tropezar con la misma piedra.

Y como última mención, en materia de ficción sobre el tema, queda por recordar el largo de animación:

Funan (Francia-Luxemburgo-Bélgica, 2018)

Dirección: Denis Do

Camboya, 1975. Chou lleva una vida tranquila en Phnom Penh hasta que una mañana la guerrilla de los Jemeres Rojos sumerge al país en el horror. La población es deportada a los campos y en el camino Chou y su familia sufren la desaparición de su hijo pequeño.

Por lo visto, no es un tema nuevo para el cine, pero es una cuestión silenciada para los grandes debates y revisiones políticas, que hay que agradecer que cada tanto una película intente refrescar en nuestra memoria histórica y política, para reconocer nuestro pasado y, en la medida de lo posible, poder prever ciertos riesgos futuros que ciernen sobre nuestros destinos.

¿La conocés a Angelina Jolie como cineasta?

Nosotros te la recordamos.

En tierra de sangre y miel – In the Land of Blood and Honey (Estados Unidos, 2011)

Se trata de un filme dramático, que se constituye como el debut de Angelina Jolie como directora. La película está ambientada en la ciudad de Sarajevo y sus alrededores, antes y durante la guerra de Bosnia. Danijel (Goran Kostić), un soldado serbio, se reencuentra con Ajla (Zana Marjanović), una mujer bosnia con quien tuvo una relación antes de la guerra, y que ahora está prisionera en el campo que él supervisa. Su relación, antes prometedora, se convierte en ambigua cuando sus motivaciones van cambiando durante el conflicto. Una historia de amor enmarcada en la guerra de los Balcanes y una buena mano para manejar la crudeza de la guerra con una atmósfera opresiva.

Unbroken – Invencible (en España) – Inquebrantable (en Hispanoamérica) (Estados Unidos, 2014)

Es una película dramática-bélica producida y dirigida por Angelina Jolie y con guion de los hermanos Coen. Narra la historia de Louis Zamperini (Jack O’Connell), una estrella de la pista olímpica y un héroe de la Segunda Guerra Mundial, quien, durante una misión militar, sufre un accidente de aeroplano en el océano Pacífico, del cual sobrevive junto a dos compañeros. Después de 47 días a la deriva en una balsa, un buque de guerra japonés los toma prisioneros y los llevan a una isla en la que son torturados y tratados como prisioneros de guerra durante dos años, hasta que terminó la guerra. Una historia de supervivencia a la vieja escuela, que logra una épica de superación y heroísmo al estilo hollywoodense.

By the Sea – Frente al mar (Estados Unidos, 2015)

En los 70, una pareja vinculada con el arte está padeciendo un drama íntimo; sufriendo por un duelo que les cuesta resolver que está deteriorando su matrimonio. En búsqueda de una oportunidad se instalan en un hotel de la Costa Azul. Allí conviven con gente simple y de ambiciones contenidas, que los sorprenden por su capacidad de ser felices a pesar de las dificultades, limitaciones y carencias. Un conflicto y una grave crisis que los involucra a ellos y a un matrimonio joven que tienen como vecinos de hotel y que, aunque no llegan a mayores, les muestran el camino a la recuperación.

Primero mataron a mi padre – Se lo llevaron: recuerdos de una niña de Camboya – First They Killed My Father (Camboya, 2017)

Un drama muy bien logrado donde Jolie demuestra su madurez como directora, al que dedicamos esta nota para la columna Copia Fiel / Ficción y Política de la R24C.

¿Por qué ver la película Primero mataron a mi padre?

Tiene una primera característica que la hace apreciable. Se trata de una adaptación cinematográfica bien lograda de una de las memorias de Loung Ung, a través de un relato que cuenta cómo una pequeña niña logró sobrevivir al despótico régimen de los Jemeres Rojos. Un periodo nefasto en la vida de los camboyanos (1975-1979) en el que se estima que murieron por enfermedad, hambruna y ejecuciones alrededor de 2.5 millones de personas.

Jolie habla de la brutalidad de la guerra a través de la mirada de esa nena, pero decide no hablar ni del régimen anterior ni de las vicisitudes del nuevo gobierno, e incluso, elige no desarrollar una explicación detallada acerca de la guerra en la que está sumido el país. Si bien, la audiencia no informada de antemano empieza sabiendo lo mismo que la protagonista, que no es mucho, el testimonio de la pequeña debería alcanzar para estimular la indagación más profunda y completa sobre aquel período extraordinariamente agresivo de la historia de los camboyanos. Como la niña protagonista, los espectadores promedio, pasmados por el caos emergente, intentarán, con toda seguridad, comprender ese mundo tan arbitrario y repulsivo. Si no sabés lo que pasó en Camboya, seguro vas a intentar averiguarlo después de ver la película.

En estas circunstancias de violencia política y autoritarismo, de brutales cambios de paradigmas, de intentos cruentos de imponer una utopía socialista rural, de desaparición de la propiedad privada, del cierre de bibliotecas, de cambios drásticos en el concepto de trabajo como medio de progreso e incluso de la idea de la familia tradicional (mamá, papá e hijos); en estas circunstancias, decíamos, la pequeña Loung es corrida junto a sus padres y hermanos de su casa, obligada a vivir en asentamientos precarios, a perder todas sus cosas, y a ser, finalmente, separada de su familia. El desplazamiento forzado que sufrió estuvo enmarcado en una grave situación que movilizó a millones de personas y de la que muchas no salieron con vida.

A nuestro entender, la película se propone transmitir lo que sintió la niña durante la guerra en Camboya, y durante el régimen de los Jemeres Rojos, más que representar en detalle lo sucedido. De eso resulta la premisa de contarnos lo que pasó desde la perspectiva de la mirada ciertamente inocente de la pequeña, en especial, a partir del momento en el que todo lo conocido, hasta entonces, se desmorona tumultuosamente ante sus ojos. Y en ese derrotero que va siguiendo su suerte, cuando pierde su estilo de vida, es conducida con su familia a unos campos donde realizan trabajos forzados y, finalmente, separada de los suyos y traslada a un campamento de entrenamiento para niños soldados.

Existe otro tópico destacable y tiene que ver con las excelentes actuaciones por parte de un elenco camboyano en el que se destacan Sareum Srey Moch, de nueve años, que hace de Loung Ung; Sveng Socheata (la madre) y Phoeung Kompheak (el padre).

La película se grabó por completo en la lengua jemer, con una o dos frases en francés, teniendo en cuenta que Camboya había sido colonizada por ese país europeo. Hasta los créditos están en jemer. Un gesto encomiable para contar una historia camboyana en una voz camboyana, en referencia a un pueblo que todavía sigue lidiando con las heridas físicas y psicológicas que dejó el régimen. Tal vez tenga que ver que Jolie tiene dos hijos adoptados en Camboya, y la ciudadanía camboyana desde 2005.

Otra cuestión que resulta meritoria respecto de la dirección cinematográfica de Angelina es la decisión de evitar, en la medida de lo posible, los golpes bajos, pero impactantes, como mostrar pilas de cadáveres o cruentas batallas o momentos de tortura, recursos efectistas, que solo se reserva para la secuencia del escape final a través de un campo minado que la mismísima Loung ha sembrado junto a otros niños soldados. Su objetivo en la puesta es conseguir que el espectador se conmueva, una narración sensible y empática sobre el dolor y el esfuerzo diario de dos padres para proteger a sus hijos a pesar de todo y hasta las últimas consecuencias y la pérdida de la inocencia de una niña maltratada en un clima de guerra fratricida. En este sentido, a pesar del anuncio temprano sobre la desgraciada muerte del padre (anticipada desde el mismo título del filme), la cinta dedica un importante metraje al desarrollo y la presencia de este personaje, y esto no es casual, ya que la precepción del cariño que dispensa a su familia, la humanidad que irradia y las continuas humillaciones que sufre este hombre bueno son constituyentes del peso emocional que tiene para la subtrama el proceso de despojamiento que sufre la pequeña protagonista.

Son 136 minutos de film, que con mucha parsimonia generan una atención permanente del espectador. Imágenes perfectas que no necesitan diálogo ni grandes narraciones (imperdible secuencia en el campo de minas cerca del final). Empatizamos con Loung Ung, de una belleza singular, desde el abrazo inicial con su padre, funcionario del régimen depuesto, hasta la última toma que no vamos a spoilear.

Por último, y para no ser abusivos de la atención de nuestros lectores, vamos a concluir diciendo que se trata de una buena película, comprometida con un tema fuerte que trata con respeto y prudencia, de cara a los verdaderos protagonistas, las víctimas de aquel atropello y que lleva a la práctica la consigna que expresa la idea táctica de comprender la calidad de una política a partir de comprobar, cómo les va a los viejos y, sobre todo, a los pibes. Y por si faltara algo más, para nuestra comodidad, está bueno que se encuentre disponible en Netflix.