Los Imperios de Nagisa Oshima

Artículo publicado originalmente en el ejemplar #14 de la Revista 24 Cuadros.
Yo que me ocupo completamente en ser un japonés, no sabría cómo hacer una película que no tuviera japoneses como objeto, que no tenga como tarea investigar cómo somos nosotros.
Nagisa Oshima se transformó rápido en un realizador tan polémico como innovador, debido a sus temáticas arriesgadas y su visión, crítica y políticamente incorrecta, de las políticas y tradiciones del Japón de posguerra. El realizador, nacido en la ciudad de Kioto en el año 1932, siempre ha procurado volcar en su obra un profundo interés por las minorías o aquellos que de alguna u otra forma se constituían como outsiders de la rígida sociedad nipona. Entre sus obras pueden encontrarse films como La Presa (The Catch, 1961) en la que un aviador afroamericano durante la Segunda Guerra Mundial cae por accidente en una aldea japonesa, donde es considerado un extraño animal y tratado como tal; o La Ceremonia (1961) donde ridiculiza algunos hábitos del Japón tradicional. Aún más controversiales serían los films Feliz navidad, Mr. Lawrence (1983), en el que el comandante de un campo de concentración se enamora de un prisionero interpretado por David Bowie; o Max, Mi amor (1986), en el que plantea una extraña relación entre un simio y una mujer. Un trabajo bastante inusual en su producción, pero que vale la pena destacar, fue su adaptación del manga Band of Ninja (1967). La particularidad de este film radica en que no se trata de una película animada ni con actores, sino que Oshima simplemente tomó fotografías de los dibujos de la historieta y les agregó voces en off. Sin embargo, la crítica la aclamó y fue un gran éxito comercial en Japón.
Pero si hay dos films por los que la mayoría del público de ambos hemisferios recuerda a Oshima, estos son sin duda El imperio de los sentidos (Ai no corrida – 1976) y El imperio de las pasiones (Ai no borei, 1978). El primero basado en hechos reales, sucedidos en la década del 30, en los que una pareja de amantes lleva su pasión sexual hasta el extremo de morir y matar por ella. El segundo, financiado por una compañía francesa, le ameritó el premio al mejor director en el festival de Cannes en el año 1978. En ambas producciones es posible establecer un eje temático común: la alienación de la persona en función del deseo. En ambas películas ese deseo se encuentra ligado de un modo íntimo a lo sexual, y desborda la integridad física y moral de sus implicados, llevándolos a la cosificación y la muerte. Pese a esta temática común, su abordaje en cada uno, es diametralmente distinto.

El lugar del sexo
En El imperio de los sentidos, película que puede considerarse casi por completo erótica, el sexo funciona como leitmotiv del relato, determinado su devenir mediante las prácticas, cada vez más riesgosas y extremas, que llevan finalmente a la muerte de uno de los amantes. Por su parte, en El Imperio de las pasiones, el sexo actúa como disparador, como el detonante de una trama de rasgos policiales y fantásticos, estructurada en torno al sino trágico de sus protagonistas. En esta película el director no se muestra tan enfático en las escenas de sexo. Lo sexual origina la historia, pero no es lo que la direcciona y estructura.
En ambas obras, el sexo es concebido como la expresión concreta del deseo, y como un factor omnipresente, que tiñe el accionar de los personajes: En El imperio de los sentidos, desde exploración de los amantes en sus prácticas; en El imperio de las pasiones, desde sus consecuencias. Otro punto interesante a destacar es que en los dos films el deseo lleva de forma indefectible hacia la muerte: la de uno de los amantes, por su propia voluntad, en El imperio de los sentidos; y la del marido de la mujer infiel, en manos de ella y su amante, en el segundo caso. En ambos la forma será el estrangulamiento, clímax de la primera de las historias; y origen del conflicto de la segunda. …desde mi infancia me he visto confrontado con frecuencia con la muerte. Ante todo, naturalmente, durante la guerra. Yo mismo pienso con frecuencia que me gustaría mejor estar muerto. Tantas personas mueren a mi alrededor, personas que conocí muy bien, y cada vez muere algo de mí con ellos. Por ello es este tema tan importante para mí: Morir y no -poder- morir. La muerte es algo absoluto, no se puede dejar tras de sí sino muriendo.
¿Pornografía o pretensión artística?
Respecto a El imperio de los sentidos nos encontramos ante una película difícil de clasificar. No se corresponde con los criterios de las formas eróticas establecidas por el cine japonés (Pinku Eiga, Roman Porno, etc.); y por otro, el director decide utilizar escenas de sexo explícito para graficar algunas de las relaciones de los personajes. Lo llamativo es que, por la forma en que son expuestas, es un tanto difícil catalogarlas de pornográficas. Como bien se sabe, uno de los puntos fuertes de la estética pornográfica, es el uso del plano detalle para enfatizar las diversas prácticas sexuales de un modo directo y que no dé lugar a dobles interpretaciones. Oshima solo se vale de este tipo de planos en muy pocas escenas: La mayoría de las prácticas, tanto simuladas como reales, son expuestas en planos más bien abiertos, medios, y hasta incluso enteros.

Los planos cerrados se reservarán para acentuar las expresiones faciales de los personajes, permitiendo ver su disfrute y su desequilibrio; por lo cual, pese a algunas escenas de sexo real, la película es más sugerente que explícita. La búsqueda desde el plano pasa más por acentuar las sensaciones de los personajes que el acto en sí, diferencia radical de tono respecto al cine pornográfico. Lo importante, desde el encuadre, pasa por lo que los personajes sienten a partir de lo que hacen, y no por la acción en sí. A partir de todo esto, podría ser más atinado referirse a esta película como una obra erótica con escenas de sexo explícito, expuestas de una forma y con un tono muy diversos a los que utiliza el género pornográfico.
El punto de vista
Respecto al uso de la cámara, en El imperio de los sentidos las alturas son en promedio bajas y normales; y la angulación utilizada es en líneas generales la normal. Este uso determina una cámara que trabaja de forma más expositiva que expresiva, que se limita a dejar ocurrir los hechos sin emitir juicio de valor alguno, punto de divergencia respecto al uso que se le da en El imperio de las pasiones, en la cual, si bien los criterios de plano son similares, aunque aún más abiertos, se recurre a las tomas picadas para acentuar en determinados momentos la culpa o el mal proceder de los protagonistas. Desde este planteo del uso de cámara se desprende que, mientras que en El imperio de los sentidos el director se mantiene neutral respecto al proceder de los personajes, en El imperio de las pasiones toma una posición claramente condenatoria. Esta actitud también está sutilmente manifestada en ciertos aspectos de la puesta en escena y la fotografía: El imperio de los sentidos se maneja con una puesta más naturalista, sonidos ambientales, música que simplemente acompaña y enmarca las acciones y colores claros, fuertes y definidos. por su parte, El imperio de las pasiones, de una forma coherente a su historia y a la visión del director, es una película argumental y visualmente muy oscura, que se vale además tanto de los elementos sonoros como musicales para generar suspenso y una atmósfera más bien incómoda y opresiva. Un punto de excepción que es interesante remarcar es que las únicas tomas oscuras desde lo expresivo que posee El imperio de los sentidos son las que constituyen la muerte y posterior castración de uno de los amantes. Es probable que no sea casual que el único momento en el que hay un claro acento desde lo formal, es en el que se lleva a cabo la destrucción física de la persona en absoluta sumisión al deseo, cuestión que nos lleva a pensar que quizá en esta película Oshima no es tan neutral como podríamos pensar en un primer momento.
Hay que decir que antes de la guerra el deseo se consideraba sencillamente como algo malo que había que reprimir. Después de la guerra la cosa se invirtió y todos se apresuraron a aprobar toda clase de deseos y codicias. No es posible aprobar todo tipo de deseos, aún si ello era explicable con la atmósfera de entonces. En mis películas quería protestar contra esta actitud y aclarar que las acciones que proceden de falsos deseos resultan deformadas, desfiguradas. El deseo o la exigencia de algo debe tener un fundamento y hay que preguntar por este fundamento antes de decirle sí a todas las cosas. ¿Alguna duda?