Gaia: retorno al Caos

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Gaia es un filme sudafricano, con guion de Tertius Kapp y dirección de Jaco Bouwer, que se estrenó en marzo de 2021 en el festival South by Southwest. Desde junio, la película está disponible en plataformas de VOD. Gaia es, en cierta medida, un experimento narrativo, con un perfil muy independiente, en el género del ecoterror. En efecto, mientras Gaia calca sin disimulo los clickers de The Last of Us, discute los peligros que la especie humana enfrenta a causa del saqueo a la naturaleza. El resultado de ese cruce no es quizá un relato muy parejo. Pero si hay algo que se defiende a muerte desde esta trinchera, es la audacia creativa.
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Gaia cuenta la historia de Gabi (Monique Rockman), una guardaparque que trabaja en el parque nacional de Tsitsikamma sobre la costa sudoeste de Sudáfrica. Gabi pierde su dron. Se interna en el bosque para buscarlo, pero una estaca le atraviesa el pie. Se encuentra de este modo con Barend (Carel Nel) y Stefan (Alex Van Dyk), su hijo, quienes viven en una cabaña en medio del bosque. Al principio, Gabi supone que la función de esa trampa era espantar a los visitantes. Sin embargo, pronto comprende que es otro el motivo. Barend tiene conocimiento de una enfermedad provocada por un hongo, que infecta a los humanos y los convierte en zombis. Barend conoce también la cura. La obtiene de otro hongo misterioso, al que ofrece sacrificios y que adora como a una diosa madre. El conflicto surge cuando Gabi estimula a Stefan a abandonar la selva —lugar en donde ha vivido desde niño— para conocer la vida urbana. Barend desprecia la civilización. Considera que los daños al ecosistema perpetrados por la civilización provocarán la caída de la especie humana. El fin llegará cuando la humanidad entre en contacto con una enfermedad desconocida como la que los hongos transmiten. Plantado en esta perspectiva, Barend se opone a la idea de que Stefan abandone la selva. La discusión, como es de esperarse, llegará a un punto irreversible, y Stefan deberá elegir entre seguir la tradición del padre o aceptar la propuesta de la forastera y abandonarlo todo. Esta decisión, por cierto, tendrá consecuencias que trascienden las intenciones de cada personaje.

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Creo que el mayor acierto de Gaia es plantear de manera abierta el conflicto simbolizado por la oposición entre Gabi y Barend. Es decir, esa concepción romántica de la naturaleza en cuanto paraíso perdido al que debe retornarse tiene algo de engañosa. En este sentido, Barend recuerda al Kurtz de Heart of Darkness,de Joseph Conrad y de Apocalypse Now, de Francis Ford Coppola: un personaje devorado por una oscuridad que no proviene de la naturaleza sino de su propio resentimiento. Barend ve a la naturaleza a través del prisma de este rencor y eso lo convierte en una suerte de profeta fanático. Sin embargo, es cierto que tampoco la supuesta buena voluntad de Gabi es una perspectiva demasiado saludable. Esa buena voluntad entraña lo peor del impulso evangelizador y conquistador de la cultura capitalista, que pretende difundir la Biblia y las chucherías tecnológicas como soluciones perfectas para domesticar la barbarie. En ese conflicto, encarnado por Stefan y su obligación de decidir, es donde se instala quizá la gran encrucijada de nuestra época.

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Gaia es el nombre de la diosa griega, conocida como Gea en latín, que personifica a la Madre Tierra. En su Teogonía, Hesíodo señala que Gaia, la de pecho amplio, brota del Caos. Ciertamente, lo que la película Gaia propone de manera abierta es que la racionalidad capitalista nos ha empujado a este descalabro. Ha sido la razón capitalista la que ha puesto precio a la naturaleza, la que ha medido los bosques, los ríos y los mares con un valor monetario, la que ha cotizado la tierra, el agua y el aire para especular en Wall Street. Ha sido la racionalidad capitalista la que nos ha arrancado del amplio pecho de Gaia para devolvernos al Caos. El 9 de agosto de este año, El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, o IPCC como se lo conoce por sus siglas en inglés, publicó un minucioso informe sobre el calentamiento global. Entre otras cosas, afirma lo siguiente: “Desde hace décadas es evidente que el clima de la Tierra está cambiando, y el papel de la influencia humana en el sistema climático es indiscutible”. Nos hallamos, por tanto, en una encrucijada. Si existe la posibilidad de escapar a nuestra extinción como especie, no ha de ser entonces mediante las recetas de los economistas neoliberales ni las promesas de los profetas libertarios, esos nuevos inquisidores del capitalismo tardío.