De la noche a la mañana: madurar o huir

Ignacio Roma (Esteban Menis) es un arquitecto de 37 años que trabaja para su suegro y es docente universitario en Buenos Aires. Al final de un seminario, dos alumnas chilenas lo invitan a dar una charla en un congreso en Valparaíso, sin dar mayores detalles.

Ese mismo día, su pareja se hace un test de embarazo y, ante el resultado positivo, Ignacio decide confirmar su participación en el congreso, así como su inminente viaje a la ciudad chilena, a pesar de la poca información al respecto y las dificultades en la comunicación con quienes lo han invitado.

Esta quizás sea la primera de varias huidas que intentará el personaje. Huida de la ciudad, de su paternidad, del aburrimiento de la rutina, de sus responsabilidades y de la posibilidad de madurar.

De la noche a la mañana (Manuel Ferrari, 2019), que está disponible en la plataforma de Amazon Prime Video y durante agosto en el Malba, es, definitivamente, una película sobre la madurez y los desafíos que se nos presentan, en especial, a partir de los 30 años, que nos ponen en la encrucijada de decidir si enfrentarlos o tomar la salida de emergencia.

En esta escapada, Ignacio se encuentra de pronto en Valparaíso sin un plan muy detallado, el cual, de todos modos, empieza a fallar desde el inicio. Desde la toma de la facultad donde debe disertar, hasta la pérdida del equipaje, todo lo que puede salir mal, sale aún peor.

Los sucesos desafortunados tampoco combinan bien con la personalidad neurótica y poco práctica del protagonista, antihéroe que es llevado adelante de manera perfecta por Menis, en una performance que transmite toda la inseguridad e incomodidad del momento.

El escenario, si bien atípico, también ayuda a conformar el cuadro (im)perfecto para esta tragicomedia desastrosa. Las calles y escaleras laberínticas de Valparaíso solo traen mayor incomodidad y sensación de desconcierto para Ignacio y, del otro lado de la pantalla, tampoco podemos saber dónde va a terminar. El acierto de elegir los lugares menos tradicionales o turísticos de esta ciudad también nos da la pauta de que él no está allí de vacaciones. De hecho, el viaje se va haciendo cada vez menos casual y más permanente.

Casi sin que Ignacio se dé cuenta, se le van presentando diferentes propuestas atractivas. Desde festejos con estudiantes, pasando por una relación y hasta un trabajo. Sin embargo, su ansiedad e incomodidad permanecen constantes y pareciera que no puede disfrutar ni de su presente en Argentina ni de su huida en Chile.

La referencia a la inestabilidad del terreno en el país vecino no hace más que acentuar la sensación de inseguridad de Ignacio. Quien haya viajado allá habrá conocido la impresión de estar entre la espada y la pared al ver un cartel de “zona de evacuación de tsunami” en la costanera y, a las pocas cuadras, otro de “peligro de derrumbes por terremotos”. Así se encuentra este treintañero frente a la inevitable condición de adultez y paso a la madurez.

Se dice que hay quienes dejan de ser niñxs cuando el propio llega a sus vidas, y puede que así sea para el protagonista de esta tragicomedia que se disfruta e invita a reflexionar sin abrumar.