Flashback: viaje al pasado como metáfora

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Flashback —estrenada en 2020 en el festival de Sitges con un título alternativo: The Education of Fredrick Fitzell— es el segundo largometraje escrito y dirigido por Christopher MacBride, cineasta que, junto con Anthony Scott Burns —que en el campo musical ha adoptado el alias de Pilotpriest y que aquí se ocupó de componer la banda sonora—, asoma como una de las caras visibles de la vanguardia weird del cine indie canadiense. Su primer largometraje, The Conspiracy (2012) es un mockumentary acerca de Terrance G (Alan Peterson), un conspiranoico profesional que denuncia en las redes sociales que el poder mundial está en manos de un puñado de ricachones afiliados a una organización llamada Tarsus Club. Durante el desarrollo del documental, Terrance G desaparece de manera misteriosa. Los documentalistas Aaron (Aaron Poole) y Jim (James Gilbert) se dedican entonces a investigar esta desaparición. Durante la pesquisa, ambos descubren que quizá Terrance G no estaba equivocado. En The Conspiracy, el género del falso documental le permite desarrollar a MacBride un ingenioso juego metatextual con el fin de cultivar el suspenso y desembocar en un terror que se alimenta —y también retroalimenta— la paranoia de los espectadores. En Flashback, MacBride pone de nuevo su ingenio para la narrativa metatextual al servicio de una historia que indaga la fragilidad de la memoria, las posibilidades no consumadas, el duelo por la partida de un ser amado.

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Fredrick Fitzell (Dylan O’Brien) ha conseguido un buen trabajo como analista de datos y acaba de irse a vivir con Karen (Hannah Gross), su novia del secundario. En medio de esa prosperidad floreciente, a la madre de Fred (Liisa Repo-Martell) se le declara una enfermedad terminal que le afecta la memoria. Esta situación límite descoloca por completo a Fred. Poco a poco comienza a desconectarse de su trabajo y de su relación con Karen. Se refugia en los recuerdos fragmentarios de una etapa oscura del secundario, cuando se enamoró de Cindy (Maika Monroe) y experimentó con ella y sus amigos Sebastian (Emory Cohen) y Andre (Keir Gilchrist) con una droga llamada Mercury. Al intentar recuperar esos recuerdos, Fred cae en la cuenta de que Cindy ha desaparecido de todos ellos. Con la esperanza de resucitarla en su memoria, Fred vuelve a contactarse con Sebastian y Andre. Tampoco ellos parecen recordar muy bien qué le ha sucedido a Cindy. ¿Será que sus amigos quieren ocultarle algo? Fred comienza a experimentar flashbacks cada vez más nítidos en los que Cindy parece anticiparle algo que Fred no comprende. A medida que la frecuencia de los flashbacks aumenta, Fred nota que las fronteras entre el presente y el pasado se vuelven más difusas. ¿Acaso Fred está reviviendo el pasado en su memoria o viajando al pasado en carne y hueso? Los flashbacks comienzan a afectar su estabilidad en el presente. Sin embargo, de la mano de Cindy, Fred descubre en esos flashbacks la posibilidad de optar por caminos alternativos para modificar ese presente o anularlo por completo. ¿Cuál será el camino que Fred elegirá finalmente?

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En la edición #34 de Los ilusos, el compañero Fabio comentaba que buena parte del cine reciente que busca desarrollar un estilo una voz personal se caracteriza por la hibridación de géneros y el extrañamiento. En este sentido, Flashback constituye un excelente ejemplo de este ejercicio. Combina recursos narrativos de filmes como Donnie Darko (Richard Kelly, 2001) y The Butterfly Effect (Eric Bess y J. Mackie Gruber, 2004), con pinceladas de estilo que evocan al David Lynch de Mulholland Dr. (2001) y de Inland Empire (2006), al Gaspar Noé de Enter the Void (2009) y —no podía ser de otra manera al tratarse de una producción canadiense weird— al Cronenberg devoto de la nueva carne. A nivel superficial, uno podría enmarcar Flashback en el género de ciencia ficción y, más específicamente, en el de los viajes en el tiempo. Sin embargo, MacBride se apropia de los mecanismos de esta forma narrativa como metáfora para indagar eso que los filósofos existencialistas de mediados de siglo XX llamaban situaciones límites, los momentos cruciales en los que una catástrofe sacude nuestra existencia y nos deja descolocados, en medio de un mundo que, de golpe, ha perdido todo sentido. Al respecto, escribe Camus en El mito de Sísifo: “Un mundo que se puede explicar incluso con malas razones es un mundo familiar. Pero, por el contrario, en un universo privado repentinamente de ilusiones y de luces, el hombre se siente extraño. Es un exilio sin recurso, pues está privado de los recuerdos de una patria perdida o de la esperanza de una tierra prometida. Tal divorcio entre el hombre y su vida, entre el actor y su decorado, es propiamente el sentimiento de lo absurdo.” En efecto, en medio de su prosperidad, Fredrick Fitzell se choca con la enfermedad terminal de su madre. A partir de ese momento, se convierte en ese exiliado del que habla Camus, privado de un pasado paradisíaco y de un futuro promisorio. En tal sentido, los viajes al pasado y la exploración de los futuros posibles en Flashback constituyen —más que los recursos narrativos para el desarrollo de una historia de ciencia ficción— una herramienta para la indagación de esa situación límite que constituye la partida de un ser querido: son la metáfora de ese sondeo íntimo al que nos empuja lo inevitable.

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Quizá todo esto suene un poco rimbombante. Flashback sin embargo consigue librarse de esa pesadez gracias a la estrategia de hibridación a la que apela MacBride con enorme ingenio y estilo. En este aspecto es quizá donde algunos de los espectadores encuentren su punto flojo. En consecuencia, a fin de evitar confusiones, lanzo este aviso: Flashback parece una película de viajes en el tiempo, pero es otra cosa. Es mucho más que eso. Quizá por ese motivo es que Flashback se llamó al principio The Education of Fredrick Fitzell. Nadie está preparado para las situaciones límites. Tampoco nadie tiene la receta para superarlas. Aquí es donde el arte viene a cumplir su humilde tarea: no viene a enseñar nada, solo a mostrar. Y lo que Flashback nos muestra es el aprendizaje de un tal Fredrick Fitzell. Quizá a algunos —como en gran medida lo ha hecho conmigo— la metáfora del flashback, del viaje al pasado, les ayude a aguantar el mal rato.