The Falcon and the Winter Soldier: el heredero del escudo

(La reseña contiene spoilers)
Luego de la muy interesante WandaVision, Marvel junto con Disney Plus nos traen su versión de lo que va a ser el nuevo Capitán América de la mano del ya conocido Sam Wilson, alias Falcon (Anthony Mackie) y el eterno amigo del antiguo Capi Steve Rogers, Bucky Barnes, alias The Winter Soldier (Sebastian Stan). La nueva serie, llamada The Falcon and the Winter Soldier, fue creada por Malcolm Spellman (Empire) y continúa la línea con lo antes sucedido en Avegers: Endgame (2019). La serie se encuentra dirigida por Kari Skogland (The Punisher) y, como decíamos, responde a la gran incógnita de quién será el próximo portador del escudo del Capitán América, mostrándonos cuál es el camino que elige Marvel para hacernos “encariñar” con la idea de que otro personaje sea el nuevo emblema del estudio.
La serie cuenta con seis capítulos, punto que le juega en contra, porque al terminar la temporada pareciera que le faltó algún desarrollo a la trama. En los capítulos de “Marvel Studios’ Assembled”, en una suerte de detrás de cámara que se lanzó al final de la temporada, podemos observar el esfuerzo que ameritó llevar a cabo la serie en el contexto de la pandemia. Lamentablemente, esto no se refleja en el producto final. La serie se quedó corta y denota una falta de contenido y desarrollo de los personajes.

Si bien The Falcon and the Winter Soldier no es de lo mejor de Marvel, sí explora un costado un poco más “político” del universo, como antes se había visto en Civil War (2016), pero se queda a mitad de camino con sus propuestas. Muchas de sus escenas quedan forzadas y la profundización del personaje de Bucky es insuficiente. Distinto es el caso del personaje de John Walker (Wyatt Russell), quien desde un principio deja entrever sus inseguridades y provee esas dosis de denuncia contra el sistema de milicia norteamericana. Otro de los temas relevantes es el racismo y se toma desde la perspectiva de Sam, sumando al personaje de Isaiah Bradley (Carl Lumbly), un soldado que fue inyectado con el suero del supersoldado (como Steve Rogers), pero que en vez de verse condecorado con un escudo fue sometido a diferentes torturas y experimentos solo por ser afroamericano. La serie profundiza en este tema y reconoce el papel que tiene jugar Sam, dentro de un nuevo entramado social.
Las actuaciones de Anthony Mackie y Sebastian Stan demuestran que son el nuevo dúo dinámico dentro del mundo Marvel y que ya no necesitan de Steve Rogers para tener algo en común. En algún punto, esta temporada es sobre el nacimiento de su amistad y su emancipación. Ambos se muestran muy cómodos en sus papeles y los ejecutan a la perfección. El resultado es una química sumamente notable en la pantalla.

El villano de la serie es algo dudoso a la hora del análisis, si bien aparece el Baron Helmut Zemo, personificado de nuevo por el talentoso Daniel Brühl (Good Bye, Lenin!), no cierra como un villano propiamente dicho, más bien actúa como un socio de los protagonistas. Si bien Zemo tiene en su motivación la eliminación del suero de supersoldado, no es del todo detestable como para llevarse el antagonismo del espectador. A diferencia de lo que habíamos visto en Civil War, ahora se lo nota bastante simpático y divertido. Otro “villano” que aparece en una zona totalmente gris es Sharon Carter (Emily VanCamp), como “Power Broker”, desaparecida desde Civil War. Su personaje juega un rol de amigo/enemigo que no queda muy claro. Por último, nos encontramos a los Flag-Smashers, una organización de civiles quienes luchan por no ser deportados en esta nueva normalidad, luego del chasquido de Thanos. Podría decirse, de algún modo, que este grupo es el personal antagonista de la serie, pero también esto es más complejo. Karli Morgenthau (Erin Kellyman) dirige el grupo y los integrantes de esta organización en su mayoría tienen inyectado el suero del supersoldado, lo que los hace poderosamente peligrosos. Pero, de nuevo, la perspectiva y mirada de Wilson hace dudar al espectador sobre su naturaleza dañina.
La cuestión de villanos “más complejos” o “no tan malos” en algún punto se corresponde con el verdadero conflicto del programa: Sam tiene que elegir si asume el legado que le dejó el Capitán América al final de Endgame o no. El conflicto es interno. El problema es que eso no termina de funcionar con mucha coherencia, en función de las decisiones que van tomando los personajes a lo largo de los episodios.

Introducir al personaje de John Walker dentro del universo es de las mejores jugadas de la serie. Su personaje tiene como misión ser odiado, y lo cumple, de hecho, es disparador absoluto para que Falcon se asuma como el nuevo portador del escudo. El futuro de Walker es algo incierto, o no tanto si vieron Black Widow, pero sí sabemos que gracias a la ayuda de Valentina Allegra de Fontaine (Julia Louis-Dreyfus) va a ocupar un lugar importante dentro de las filas de Marvel como U.S. Agent, una suerte de Capitán América más violento.
El futuro del MCU está dictado por su cuarta fase, que mezcla las series con las películas de la productora que están en camino. TFTWS tiene puesta su razón de ser en la figura de Sam Wilson y en encontrar un espacio para que crezca la confianza del espectador en el reemplazante de Steve Rogers. Desde esa óptica, cumple su cometido.