Reseña: La serpiente

Los casos de asesinos seriales o casos sin resolver generan un gran atractivo para lxs espectadores, un fenómeno que generó un subgénero de series documentales llamado de true crime (si son nuevxs en esta movida les recomiendo escuchar El Cuarto Cerrado) y, cuando surgen más y más títulos sobre personajes siniestros o casos trascendentes en los que pareciera el agotamiento del subgénero, BBC y Netflix aúnan fuerzas para producir La Serpiente, una miniserie de ficción que se nutre de la realidad. Es que, como se dice, la ficción supera a la realidad.
Ambientada en la década del 70, La Serpiente parte de la figura de Charles Sobhraj (Tahar Rahim), un vendedor de gemas que aprovechará su carisma y encanto para robar, estafar y asesinar a jóvenes turistas del llamado “sendero hippie”, un viaje de vacaciones que hacían para conocer los lugares místicos y religiosos de Tailandia, Nepal e India. Impune, viaja entre varios países falsificando los pasaportes de sus víctimas hasta que un empleado diplomático de la Embajada de Holanda sospeche ante la desaparición de una pareja holandesa en Bangkok. Ante la falta de interés de la Embajada y las autoridades locales, el empleado diplomático Herman Knippenberg (Billy Howle) inicia junto a su esposa una investigación que lo llevará al borde de la paranoia y la desesperación hasta desenmascarar al asesino en serie.

Para empezar, lo más destacable de la serie es su ambientación, el aspecto y color de los vestuarios. La fotografía logra trasladarnos a la época sin que salte o falle lo verosímil. Los colores dan una naturalidad a los escenarios y ayudan a lo sofocante que debe ser el calor en el sudeste de Asia.
El guion se muestra sólido, aporta datos reveladores e información en las dosis necesarias. Hay que aclarar que la estructura de la historia no es lineal, sino que tiene varios saltos hacia atrás y adelante en el tiempo. Partimos de 1976, y de repente estamos en 1973 o 1969. En un principio puede ser confuso y hay que estar atentxs, pero luego unx se acostumbra y asocia a que se debe a las líneas argumentales. Cuando Herman Knippenberg investiga a la pareja holandesa, los saltos en el tiempo se circunscriben a ese caso, luego al de otra turista, o incluso cuando la línea argumental está centrada en la relación de Sobhraj con su pareja Marie-Andrée Leclerc (Jenna Coleman). Un detalle no menor para destacar en la dirección es que los asesinatos son en off, no los vemos en cámara, nos quedamos con una mirada o un plano detalle y el ambiente hace el resto en nuestra cabeza.

Cerrando estos aspectos técnicos, en el montaje se mezcla fílmico y digital, también es relevante la utilización de material de archivo para algunas locaciones, para planos establecimiento que nutren al relato de más veracidad. La música elegida varía entre rock y música hindú, reforzando esa imagen psicodélica que puede tenerse del mundo hippie.
En la interpretación hay un punto fuerte en el protagonista, quien debe encarnar al asesino serial Charles Sobhraj, y Tahar Rahim cumple con creces al transmitir con absoluta frialdad una mirada que dice casi todo. Logra materializar la idea de cómo este personaje engatusaba a la gente que lo seguía, su mujer y su mejor amigo Ajay, a lxs jóvenes turistas de quienes hacía de anfitrión y buen samaritano para luego asesinarlos. Jenna Coleman en la piel de la sumisa y enamorada Leclerc nos tendrá en la duda si sabía o no lo que hacía, sus dudas y su frialdad ayudan en la actuación; lo mismo con Ajay (Amesh Edireweera), seguidor y amigo, ciego ante toda tarea encomendada por Sobhraj, demuestra una actitud infantil para con sus víctimas, pero a la vez perversa. Quizás faltó ahondar más en sus motivaciones desde el guion, pero no por eso baja el nivel de la historia.
En conclusión, La Serpiente es una miniserie que puede parecer compleja por la estructura narrativa de ir y venir en el tiempo, pero salvado ese escollo logra entretener y enganchar hasta el final esperando el tan deseado desenlace.