Los ilusos #33: al fin cosas para recomendar

Hola, ¿cómo están? Espero que muy bien. Esta vez no voy a empezar esto hablando de covid y todas esas cosas que ya saben. Vean por favor este video. Yo creo que este tipo debe ser uno de los mejores deportistas de la historia, no me entra en la cabeza cómo se puede hacer algo así. Es fascinante.
Para esta entrega vuelvo con varias recomendaciones bajo el radar de novedades. No es que el panorama haya mejorado mucho, sino que pude ir juntando algunas con el correr de las semanas y armé un lindo combo.
Imagino que en los países donde todo se acabó o donde dejaron de hacer de cuenta que la pandemia existía en agosto del año pasado los niveles de la actividad cinematográfica deben de haber levantado algo e imagino que, para fin de año, primer trimestre del año que viene, volveremos a estar bombardeados por tanto material que es imposible hacer un seguimiento de qué se estrena semana a semana en cines o plataformas. Todavía no es el caso.
Si se preguntan por la situación del cine nacional, todo sigue igual de mal.
Hubo un pequeño revuelo en redes sociales a partir de una crítica muy efusiva que Fernando Martín Peña hizo de una serie de artículos sobre la historia del cine de los 90 en la revista Crisis.[1] Eso terminó en una discusión en un blog a raíz de algo que escribió Nicolás Prividera.[2] No me interesa demasiado destacar el episodio en la columna, porque lo pueden ir a leer a la fuente y, además, más allá de valorar el trabajo de los tres y la discusión, en todos los casos el debate es bastante porteñocentrista y, cuando no lo es, el recorte suele ser bastante perezoso. Como dijo el director de esta revista, pareciera que la discusión siempre se dirime en esas cuadras de diferencia que hay entre la FUC y la ENERC, como si no existiera nada más en el medio o a los costados.
Radar de novedades: Censor, In the Heights, El caso Wanninkhof–Carabantes y The Amusement Park
Censor es la ópera prima de la directora galesa Prano Bailey-Bond. La película tuvo su estreno mundial en el festival de Sundance y luego pasó por algunos otros. Es imposible pensar esta película sin relacionarla con cierto estilo y estética muy presente en el cine británico de los últimos años, en especial las producciones de Peter Strickland o Ben Wheatley.
No sé si diría abiertamente que es un neo-giallo, pero la cosa anda por ahí. El film relata cómo se trastoca la vida de Enid (Niamh Algar), una obsesiva y traumada censora en la Gran Bretaña de los 80, que comienza a creer que un director de cine le está mandando mensajes subliminales sobre su propia tragedia de vida a partir de escenas en sus películas puestas para que ella las corte.
Sobre esa premisa, su directora apela a un trabajo muy sensorial para ir desvirtuando el mundo de la protagonista y transformarla en una narradora no fiable. Sobre el final, hay un cambio rotundo, donde la ficción comienza a mezclarse con el mundo real y todo se distorsiona. En un escenario con tan poco para sorprenderse, Censor debe ser una de las mejores cosas del género para ver en el último tiempo.
Jon M. Chu es un director de cine estadounidense de muy bajo perfil y bastante medio pelo dentro de la gran industria. Yo se los nombro acá y la mayoría no debe conocer su nombre. Es un sicario, uno de esos que va donde le ponen un billete, y también es uno de los pocos realizadores de Hollywood que no le tiene miedo al musical.
Esto es llamativo. El musical fue algo distintivo del Hollywood clásico, luego de la llegada del sonido, sin embargo, con el correr de los años pasó a ser algo marginal. El solo hecho de hablar de un musical es de por sí un evento, porque no abundan. Son películas que destacan por el solo hecho de existir.
En ese camino, Chu comenzó haciendo películas de “bailes”, algo que fue más o menos popular a finales de los 90 y comienzos de los 2000. No se trataba de musicales puros y duros, sino más bien de films de ficción “tradicionales”, con secuencias coreografiadas. La saga más conocida es Step Up, cuya primera entrega le dio popularidad a Channing Tatum, y de la que Chu estuvo detrás de cámara en las dos secuelas posteriores. Chu dirigió secuelas medio pelo de otras franquicias y hasta la versión live-action de Jem and the Holograms, quizá el fracaso más contundente de Blumhouse.
Hace unos años, Chu había “sorprendido” con Crazy Rich Asians, una película que dentro de lo que pretendía ser no estaba nada mal y que le fue bastante bien. In the Heights es su última película, la más grande y ambiciosa a la fecha, y un inusitado éxito mundial.
Es medio difícil saber por qué In the Heights se transformó en un fenómeno de boca a boca global. Que sea un musical en un momento en el que parece resurgir un público con ganas de consumirlos debe ser clave, e imagino que la pandemia también hizo lo suyo. La película fue uno de los caballitos de batalla de los regresos a los cines, por ejemplo, en nuestro país. Esto es lógico, los estudios no saben lo que va a pasar y van guardando los tanques mientras prueban con sus películas más chicas. En un contexto normal In the Heights sería un estreno menor, en este contexto fue uno de los pocos estrenos en salas en varios países.
La película me sorprendió. Es buena y tiene secuencias muy bien filmadas. Se nota que le dieron dólares para gastar al bueno de Chu y que los gastó bien. En términos ideológicos, si bien la película puede tener problemas, para un Estados Unidos post Trump parece bastante “progresista” y bienintencionada. Estamos hablando de yanquis, no lo olviden. Me señala Castaño, además, al golden boy de Broadway, Lin Manuel Miranda, creador del musical original y productor de esta película. Debe ser por eso, también, la razón del éxito y el presupuesto.
Los musicales suelen ser un género de todo o nada. Si ustedes están dentro del todo, creo que es de lo mejorcito que se puede encontrar de este tipo de propuesta, y si no son de la partida, capaz se sorprendan.
El caso Wanninkhof–Carabantes es el último docuthriller o true crime de Netflix. Está enmarcado dentro de esa gran usina de producción que el monopolio rojo tiene en España, y cuenta la historia de Rocío Wanninkhof, una chica malagueña que fue asesinada en 1999, en Mijas. La investigación terminó marcando a la pareja de su madre, Dolores Vázquez, que fue condenada en un juicio muy mediático, con una gran lesbofobia durante todo el proceso. Sin embargo, una segunda muerte, la de Sonia Carabantes, en Coín, también Málaga, sembrará dudas sobre la responsabilidad de Vázquez.
Lo digo siempre que menciono algo del género, ustedes ya lo saben, pero a La 24 le gustan los true crime. En este caso estamos frente a un digno exponente del género. La directora Tània Balló tiene varios méritos, elige contar el caso desde la perspectiva mediática, haciendo foco en la estigmatización de la acusada. Pero, además, presenta la información sobre cómo se revela el misterio de una forma atractiva. La pata floja viene dada porque el caso está cerrado y “bien concluido”, es decir, el documental no tiene nada nuevo que aportar a la investigación. Más allá de eso, es bastante recomendable en un escenario donde el género parece estar cada vez más agotado.
The Amusement Park es una película “maldita” o “perdida” del gran George A. Romero. Por supuesto, esto ya lo saben, Romero fue el padre del género de zombis, no solo en términos narrativos, sino políticos. Es justo recordarlo, pero sería perezoso quedarse solo con eso. Romero, además, dirigió films de culto como The Crazies, Knightriders o Season of the Witch.
En esa línea, a comienzos de los 70, Romero filmó una película por encargo. Su carrera no venía en alza, entonces estaba buscando cualquier cosa que le permitiera poder juntar unos morlacos y sacar a flote un próximo proyecto. La gente de la Lutheran Service Societyle ofreció hacer un film institucional sobre la vejez.
No sé si un tipo como Romero era el encargado para eso, pero el resultado es un delirio impresionante. Un viejito simpático, interpretado por Lincoln Maazel, decide darse un paseo por el parque de diversiones del barrio y descubre que a lo mejor no era tan buena idea. Romero establece ciertas metáforas bastante gráficas de cierta decadencia juvenil norteamericana a través de la glorificación y banalización de la violencia. Esa bajada de línea, al tener impregnada mucho de su estilo como director, no queda fuera de tono y no suena forzada. Podría decir que es una brocha tan gorda que pega la vuelta por completo y funciona dentro del tono aterrador y de extrañamiento del film.
Capaz que la pesadilla que le propuso a la gente de la Lutheran Service Society fue mucho y por eso los buenos amigos decidieron que no daba pasarle, le agradecieron por sus servicios y quedó todo guardado para siempre. O por lo menos hasta que la gente del Festival de Cine de Turín dio con una copia que gracias a la fundación de Romero y una campaña de crowdfunding se pudo restaurary exhibir en festivales. Finalmente, el estreno digital llegó vía Shudder, un servicio de streaming de terror que todavía no llegó al país, pero hizo posible torrentear la película. A mí me gustó mucho, creo que vale la pena tenerla en el radar, mínimo como una rareza cinéfila, de esas que nos gustan a los raritos.
¿Qué estoy leyendo? La ética del documental, de Eduardo Coutinho
Hace unas entregas recomendé Otros mundos, el libro sobre el nuevo cine argentino de Gonzalo Aguilar. También, a partir de la recomendación, compré por internet un ejemplar para regalar, llevándome una sorpresa al enterarme de que quien lo vendía era ni más ni menos que el propio autor.
Cuando retiré el libro, el mismo Aguilar me regaló otros dos. Uno de esos libros era La ética del documental, de Eduardo Coutinho. Coutinho, que falleció en 2014, es uno de los cineastas más importantes de Brasil. Sus documentales se destacan por las entrevistas y por ofrecer, a partir de tópicos periféricos, miradas y lecturas muy agudas sobre la realidad político-social de su país. Cabra, marcado para morir y Edificio Master son dos de sus films más conocidos.

Este libro muy breve, de apenas 70 páginas, reúne dos textos que se basan en cómo generar la mirada documental y cómo trabajar la escucha al momento de planificar y ejecutar una entrevista. Como su nombre lo indica, más que de técnica, Coutinho se posa sobre la ética profesional.
Lo pueden comprar o descargar gratuitamente. Vale muchísimo la pena.
Y bueno, gente, eso fue todo por esta vez. Nos vemos la que viene. Ojalá que sea pronto. Cuídense mucho y vacúnense, que eso es mucho, muy importante.
[1] https://revistacrisis.com.ar/notas/menem-y-el-cine-la-hora-de-los-viejos-primera-parte
https://revistacrisis.com.ar/notas/menem-y-el-cine-la-hora-de-los-estudiantes-segunda-parte
[2] http://www.conlosojosabiertos.com/a-quien-le-importa-a-proposito-de-llinas-pena-y-la-historia-del-cine-argentino/