The Counselor: Shakespeare en la frontera

Rildey Scott, il miglior fabbro
Si me viera en el apuro de definir la filmografía de Ridley Scott, afirmaría que su estilo es propio de un maestro artesano. Ridley Scott es un artífice que encara la narración como un desafío: se propone siempre no solo contar la historia a su manera, sino también elaborar una técnica apropiada para que esa historia asuma una forma narrativa inequívoca. Por eso sus policiales, sus películas épicas, de guerra, de ciencia ficción o de mafia suelen ser atípicas: Ridley Scott construye un modo de contar que determina aquello que quiere contar. La prueba de esto se encuentra en la huella indeleble que películas como Alien, Blade Runner, Thelma y Louise, Gladiator o Black Hawk Down han dejado en los numerosos filmes que, al abordar géneros o temáticas similares, se inspiraron en estas obras o las imitaron descaradamente.
The Counselor no ha dejado una estela tan presente aún como aquellas cintas. No obstante, sí puede hallarse en su estructura narrativa esa peculiaridad típica —lo netamente scottiano, si se me permite el empleo del neologismo— que la diferencia de otros largometrajes que encaran el mismo tema.
Por un puñado de dólares
The Counselor se estrenó en octubre de 2013, un año después del fallecimiento de Tony Scott, hermano del director. Su presupuesto fue de 25 millones de dólares, una ínfima parte de lo que costaron Prometheus en 2012 (130 millones) y Exodus en 2014 (140 millones). En su momento, las críticas fueron divisivas. En la recaudación, sin embargo, no le fue tan mal: tuvo un ingreso de 71 millones de dólares en todo el mundo.
En 2014 se lanzó en DVD y Blu-ray un director’s cut con 20 minutos añadidos a la versión estrenada en cines. Mi humilde recomendación es que, si pueden, vean esta versión. No solo agrega partes de diálogo que tienden líneas esenciales en la trama —y que imagino que se eliminaron por esas infames “decisiones comerciales” con las que se pretende justificar el pésimo criterio de algunos productores con poder de decisión—, sino que además desarrolla escenas que consuman ciertos símbolos que, en la versión estrenada en cines, quedan implícitos o torpemente empañados.

El abogado del diablo
El Abogado (Michael Fassbender) es buena gente, pero —y es en esta conjunción adversativa donde subyace el germen de lo trágico— es codicioso. Le gusta vestir trajes caros, conducir autos de lujo, comer en restaurantes exclusivos. El Abogado mantiene una relación con Laura (Penélope Cruz), una mujer de buen corazón. Ambos están muy enamorados. Para sorprenderla, el Abogado viaja a Ámsterdam a comprar un diamante para engarzarlo en un anillo de compromiso. Lujos de esta clase le demandan al Abogado enormes exigencias económicas. A fin de solventarlas, recurre a Reiner, un viejo amigo suyo que mantiene negocios con un cártel de droga mexicano. El Abogado quiere conseguir dinero rápidamente, así que le propone a Reiner asociarse con él en esos negocios. El Abogado define los términos de la propuesta comercial con Westray (Brad Pitt), un intermediario entre Reiner y los narcos mexicanos. Al principio todo pinta bien. Laura acepta casarse con el Abogado. Por su parte, Reiner vive de fiestas desaforadas y de aventuras sexuales con Malkina (Cameron Diaz), su actual pareja. Sin embargo, se produce un conflicto cuando Green Hornet (Richard Cabral), un agente del cártel, es atacado en medio de la ruta y, poco después, un cargamento de droga desaparece. Como consecuencia, el Abogado, Reiner y Westray son señalados como traidores. En cuestión de horas, el Abogado ve cómo ese futuro de prosperidad con el que soñaba se convierte en una pesadilla.
Cuento con moraleja
La historia tiene la estructura de lo que en inglés se conoce como cautionary tale, un relato en el que un personaje desobedece una prohibición y, como consecuencia, sufre un castigo patente y exagerado. De ahí que el protagonista no posea un nombre sino un alias, que se lo identifique no como una persona sino como el representante de una profesión: Counselor, que de manera explícita asume el sentido de abogado y, de manera implícita, el sentido de consejero, persona que ofrece guía y consejo. Esta última acepción resulta irónica en el caso del personaje, puesto que este, en vez de ofrecer consejos, los desoye de manera sistemática.
Tomemos la primera instancia del cautionary tale, es decir, el planteo de la prohibición. En Ámsterdam, el joyero (interpretado por el legendario Bruno Ganz) le explica al Abogado que su oficio consiste en oficiar de buscador no de la perfección sino del defecto. Lo que él ofrece a sus clientes no son piedras hechas de pura luz, sino traslúcidas y marcadas. Quien no sabe leerlas, por ende, cae en la trampa. Al notar el buen ojo del Abogado para los diamantes, el joyero le ofrece un cautionary diamon, un diamante de advertencia que señala lo efímero de quien lo posee, así como un cartel de aviso en una ruta anticipa un peligro. En este sentido, el diamante no solo habrá de engalanar a su amada, sino que también señalará su fragilidad. Sin lugar a duda, el discurso del joyero manifiesta de manera metafórica la advertencia inicial para el Abogado. El joyero interpreta su condición para la lectura de los diamantes como un indicio de su codicia. De buena fe le recomienda cautela. Que considere la permanencia de la piedra preciosa como un signo no solo de su precariedad, sino más aún de la persona amada. Sin embargo, el Abogado no prestará atención a estas señales.

Otro sentido de cautionary aflora durante la conversación del Abogado con Westray. Westray comenta que la palabra cautionary admite una acepción legal que implica el sentido de garantía, algo que se toma como resguardo a fin de asegurar el cumplimiento de un acuerdo. Nuevamente, en ese juego con el sentido hay una relación implícita con Laura, la prometida del Abogado. Westray menciona a continuación el hecho de que en el cártel se dedican a secuestrar mujeres para grabar videos snuff. Cuenta cómo las obligan a mirar a la cámara mientras padecen martirios inenarrables. La advertencia aquí, una vez más, es patente: Westray juega con un desplazamiento de sentido que va desde el objeto ofrecido en garantía hacia el sujeto sometido a secuestro. Pero el Abogado prefiere obviar esa relación.
Una nueva instancia de advertencia se da en las conversaciones con Reiner. Reiner es un hombre que se deja llevar por sus impulsos. Exhibe su riqueza sin tapujos, organiza fiestas de alto vuelo y, sobre todo, está subyugado por la energía sexual de Malkina. Es llamativo aquí el contraste que se manifiesta entre el pudor amoroso del discurso erótico del Abogado y Laura, por una parte, y la desinhibición salvaje de Reiner y Malkina por la otra. El Abogado y Laura verbalizan sus fantasías con el recato de los amantes que emprenden sus primeros escarceos. Entre Reiner y Malkina, sin embargo, no existe mediación verbal: Malkina actúa. Esto perturba enormemente a Reiner, quien sin demasiado placer —aunque con cierta arrogancia— confiesa algunos de esos actos al Abogado. Los relatos de Reiner poseen un tono pornográfico que contrastan no solo con los diálogos voluptuosos de Laura y el Abogado, sino también con lo indecible de los videos snuff que Westray refiere.
Malkina, por su parte, sabe leer diamantes al igual que el buen joyero de Ámsterdam. Se mueve en las sombras como un guepardo al acecho de la presa. Malkina admira la condición predatoria de esas bestias (los guepardos y los buenos vendedores). Cría un casal de guepardos como mascotas. A lo largo de su espalda, Malkina ostenta tatuajes que imitan el pelaje moteado de esos animales. La figura del guepardo no solo representa al depredador. En cuanto símbolo, remite también a esa pantera con manchas que, al principio de la Divina Comedia, se le aparece a Dante en la selva oscura: es el símbolo de la lujuria que anda siempre junto al lobo de la codicia y el león de la soberbia.
Existen, por lo tanto, a lo largo de la historia, sucesivas señales de desvío que el Abogado prefiere no tomar en cuenta. Sin embargo, elCounselorque hace oídos sordos a las advertencias encuentra al final de su cautionary tale un castigo patente y exagerado: la copia de un video snuff titulado Hola! en un DVD regrabable.
Macbeth entre narcos
En su momento, algunos sectores de la crítica coincidieron en señalarle a The Counselor dos defectos: la falta de un trasfondo preciso para la historia y el derroche verbal de los personajes. Pero lo cierto es que estos detalles constituyen las virtudes primordiales del largometraje.
Con respecto al primer reparo, conviene aclarar de entrada que The Counselor no es un thriller al estilo de esa otra obra descomunal llamada Sicario (Denis Villeneuve, 2015). The Counselor plantea en líneas generales el conflicto y no se detiene en sus entretelones. De hecho, el contexto de su historia —el tráfico de drogas en la frontera entre México y los Estados Unidos— tiene más que nada un fin pragmático: enmarcar la acción de los personajes. El mundo de los narcos en The Counselor opera del mismo modo que la guerra contra los invasores de Escocia en Macbeth: funciona como mera palanca dramática. Al igual que Macbeth, The Counselor pone el foco en los personajes, sus decisiones y las consecuencias de esas decisiones.

Esta característica nos conduce al segundo reparo de la crítica, la locuacidad desmedida de los protagonistas. En este aspecto, podemos remitirnos a otra fascinante cinta inspirada también en un texto de Cormac McCarthy con la que The Counselor comparte una filiación directa: No Country for Old Men (Joel y Ethan Coen, 2007). En relación con los diálogos, No Country for Old Men se sitúa en las antípodas de The Counselor: es una obra maestra del laconismo. De hecho, No Country for Old Men padeció también el vapuleo de cierto sector de la crítica por los caminos que la historia abría, cerraba de golpe o dejaba en lo incierto. The Counselor también abre caminos, los cierra de golpe o los deja en lo incierto, pero invirtiendo la corriente: constituye un brillante ejercicio de desenfreno verbal.
Por lo tanto, el eje de The Counselor son los personajes. Estos denotan sus acciones mediante un discurso cargado de símbolos: los diamantes, las proezas sexuales, los métodos de asesinato, el snuff. El joyero de Ámsterdam, Reiner, Westray, Malkina, el Jefe (Rubén Blades) son príncipes de un submundo plagado de crímenes sangrientos que disertan como filósofos. Exponen con prolijidad las reglas y mecanismos de ese orbe infernal que ellos habitan y en donde Abogado y Laura —no sin cierta ingenuidad trágica— aspiran a conseguir su carta de ciudadanía. Este coro de criaturas corrompidas canta los terrores que le aguardan al Abogado cuando este decida traspasar la frontera hacia ese submundo. El Abogado escucha ese canto, pero no le presta atención: se siente inmune a las palabras. Como Macbeth, el Abogado cruza la línea de lo indecible para descubrir que su vida no es más que una historia llena de ruido y furor, de snuff y decapitaciones.
Shakespeare en la frontera
En The Counselor, Ridley Scott elabora un filme narc-noir en clave shakespereana que se despega del thriller para explorar las raíces trágicas que le propone el guion de Cormac McCarthy. Hay en este juego ciertas reminiscencias de la cruza de géneros que el cineasta británico aplicó con singular destreza en muchas de sus obras clásicas. En el caso de The Counselor, Ridley Scott parte del modelo postulado por Steven Soderbergh en Traffic (2000). Introduce en ese escenario criminales sofisticados que coleccionan motos antiguas, visten trajes Armani, leen a Machado y hablan como criaturas shakespereanas. El resultado de esta combinación es una obra impar que se desliga de la mayoría de las propuestas propias del género para coquetear con los experimentos filosóficos de, por ejemplo, un Lars von Trier.
Por eso The Counselor no encaja muy bien con las otras cintas de su misma especie: su coraza exterior es parecida a muchas otras, pero su ADN proviene de otro mundo. The Counselor es el octavo pasajero dentro del populoso género de narcos: un salto acrobático propio del estilo de Ridley Scott. Tan temerario ha sido este ejercicio que hubo que esperar hasta 2019 para descubrir otro xenomorfo en este territorio inhóspito: la miniserie Too Old to Die Young, de Nicolas Winding Refn. Sin embargo, aquí como muchas otras veces, Ridley Scott llegó primero.
Esta y más notas en el Nro. 36 de la Revista 24 Cuadros
