Come True: Sarah no duerme

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Dentro el panorama del cine con espíritu retro —casi siempre concentrado en la década de los 80— existe un pequeño grupo de cineastas que elaboran piezas que no aspiran a resucitar el pasado sino al revés: el pasado se les aparece en el presente como un fantasma. En este sentido, mientras que la gran mayoría de los realizadores de este campo apelan a las referencias autorales o de estilo, este puñado de directores experimentan con la composición y la textura de sus obras. Por una parte, juegan con la fotografía, con el color y la granulosidad de la imagen. Por otra, interpolan sonidos de sintetizadores, de teclados, de consolas u otros mecanismos surgidos con las primeras generaciones de microprocesadores. De este modo, estos cineastas componen películas que parecen redescubiertas luego de haberse perdido por años en el anaquel de algún videoclub extinguido. Este es el caso de Panos Cosmatos, Brandon Cronenberg, Ana Lily Amirpour y Joe Begos —autores a los que hemos dedicado numerosos artículos en la 24 Cuadros—. Estos realizadores se alinean en una corriente que podríamos llamar hauntológica, adaptando al cine el término que Mark Fisher aplicó a la música. Ahora bien, voy a tomarme aquí la libertad de incorporar a este círculo selecto a un novel director canadiense llamado Anthony Scott Burns. A continuación, mis razones.
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En IMDB, Anthony Scott Burns cuenta con créditos en diferentes áreas técnicas. Una de las más destacables es haberse desempeñado como director de segunda unidad en In the Tall Grass (2019), adaptación de la novela corta de Stephen King y Joe Hill dirigida por Vincenzo Natali (disponible en Netflix). Pero además de eso, Anthony Scott Burns ha experimentado con efectos especiales, fotografía y sonido. A eso se suma el hecho de que tiene un proyecto musical conocido como Pilotpriest. Luego de rodar varios cortos, Anthony Scott Burns participa con un segmento —Father’s Day, el más interesante por la estructura narrativa y sobre todo el estilo hauntológico que derrocha con la voz en off grabada en cinta— en la antología Holidays (2016, disponible en Netflix). Posteriormente, dirige Our House (2018), su primer largometraje. Esta cinta constituye un caso raro. Consiste en una especie de remake indie de una película de terror todavía más indie, Ghost from the Machine (2010). Durante su rodaje, Anthony Scott Burns mantuvo escaso control creativo. Había planeado emplear la banda sonora elaborada por el dúo de synth pop Electric Youth. Sin embargo, esta idea se descartó en posproducción. Como consecuencia, Anthony Scott Burns se desentendió de la película en esta instancia. El resultado es una cinta de terror promedio salvo en los minutos finales, donde se vislumbran algunos chispazos del estilo del cineasta.

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Come True, su largometraje más reciente, se presentó el 30 agosto de 2020 en el Fantasia Film Festival de Canadá. En marzo de 2021, la distribuidora IFC Midnight estrenó la película en canales de VOD. Entre los productores ejecutivos del filme se encuentra Vincenzo Natali. Anthony Scott Burns se encargó de la dirección, la fotografía y la edición. Además, colaboró en el guion con Daniel Weissenberger, compuso la banda sonora como Pilotpriest junto con Electric Youth y trabajó con el equipo de efectos especiales. El fruto de este empeño es una de las películas indies de ciencia ficción más líricas y relucientes en lo que va del año 2021.
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Sarah (Julia Sarah Stone) no pasa por una buena situación personal. Pasa las noches fuera de su casa para mantenerse a distancia de su madre. Para colmo, padece pesadillas atroces que le impiden descansar. En consecuencia, durante el día vaga por los pasillos de la universidad como una zombi. Cierto día, en la cartelera de la cafetería encuentra un anuncio. Un grupo de investigación de la universidad invita a alumnos a participar de un estudio sobre los ciclos del sueño a cambio de una paga diaria. Sarah comprende enseguida que se trata de una oportunidad insoslayable. Se presenta a la entrevista y es admitida. La primera noche, Sarah duerme de maravilla a pesar de que debe vestir un traje especial y permanecer conectada a un dispositivo electrónico. Sin embargo, las cosas muy pronto dejarán de ser perfectas. Las pesadillas de Sarah se tornarán cada vez más vívidas. En ese punto, Jeremy (Landon Liboiron) interviene en el caso de Sarah. Poco a poco, la relación entre Sarah y Jeremy se torna personal. De este modo, Jeremy rompe los protocolos de la investigación e impulsa a Sarah a llegar más allá de las fronteras de sus pesadillas.

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Por el lado de la vigilia, Come True recuerda al Cronenberg de los 70-80. Es decir, no tanto en la crudeza de la nueva carne, sino más bien en la composición de personajes dominados por el deseo de penetrar los recovecos de la conciencia con aparatos desaforados, plagados de cables, botones, diales, monitores centelleantes. Anthony Scott Burns homenajea al maestro, pero sabe tomar distancia para elaborar un mundo genuinamente hauntológico, donde lo que reluce no son luces de neón sino el parpadeo de innumerables monitores de tubo que arrojan incansablemente datos e imágenes de baja definición. Por el lado de la pesadilla, Come True inaugura nuevas sucursales del infierno fundado en 1987 por Clive Barker en Hellraiser. A esas salas interdimensionales en las que los Cenobitas practican su exquisito arte del dolor, Anthony Scott Burns les añade portales antiguos, puentes de vértigo, cajones decorados con laberintos, camas de patas kilométricas y sombras desfiguradas.
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No solo por sus referencias, sino también por su textura visual y sonora, Come True constituye una de las joyas del nuevo cine hauntológico. Pero eso no es todo. Hay en ese juego del pasado que se aparece en el presente —como un fantasma— una clave que cierra el sentido de la historia. Pero aquí me detengo para no incurrir en spoilers. Lo único que puedo hacer a partir de este punto, si no les he convencido de ver Come True, es recomendarles que escuchen Come True (Original Motion Picture Soundtrack) en Spotify o en cualquier otro sitio que frecuenten. Por mi parte, me despido parafraseando la frase de una canción de Spinetta que ya me ha quitado el sueño: Sarah no duerme / Juega con nada / Tal vez mañana / Despierte sobre el mar…