Reseña: ¿Quo vadis, Aida?

La península de los Balcanes es una extensión rodeada de los grandes mares que fueron la cuna de la civilización occidental, el Adriático, el Egeo, el Jónico y el Negro. Acoge en su territorio a muy diversos pueblos y nacionalidades. Los diferentes colectivos que habitan la península vienen enfrentándose durante todo el siglo XX y aún hoy en día mantienen un statu quo inestable. Croatas, serbios, macedonios, búlgaros, bosnios, montenegrinos, eslovenos y griegos se han enfrentado reiteradamente, entre sí o contra sus vecinos asiáticos, los turcos. Ya en los comienzos del siglo XX, con la ayuda de la marina griega, Bulgaria, Montenegro, Grecia y Serbia se enfrentaron con los ejércitos del Imperio Otomano, presentes en la región desde el siglo XV, y los expulsaron de la península, para luego guerrear entre sí por el reparto de los territorios recuperados. En 1918 se creó otra entidad política, el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, al que se integró Montenegro, luego convertido en Reino de Yugoslavia. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Reino fue invadido y disuelto por Alemania. Desde 1946 se constituyó la República Federal Popular de Yugoslavia, gobernada por el partido comunista, que con distintos nombres pervivió hasta los 90, momento en que la península balcánica volvió a padecer la guerra entre sus comunidades y el desmembramiento de su unidad política. Así, esta zona que vio nacer las grandes civilizaciones de occidente se convirtió de pronto en un verdadero infierno.

A partir de 1990 los distintos nacionalismos balcánicos resurgieron con fuerza y las viejas enemistades y cuentas pendientes empujaron a la guerra. De esta manera, por más de una década los distintos grupos batallaron unos contra otros, sucesiva y alternativamente.

Las diferencias regionales y, sobre todo, religiosas, foguearon los sentimientos de odio y el salvajismo entre los pueblos. Ortodoxos, católicos y musulmanes se vieron enfrentados. La población civil fue seriamente agredida, en ocasiones hasta el genocidio. Los bosnios llevaron la peor parte.

En julio de 1995 se produjo la masacre de la ciudad de Srebrenica. En el marco de estos acontecimientos, Jasmila Zbanic sitúa la historia de ¿Quo Vadis, Aida?, película inspirada en el libro de Hasan Nuhanovic Bajo la bandera de la ONU: la comunidad internacional y el Genocidio de Srebrenica.

“Quo vadis, Domine” (¿A dónde vas, Señor?), pregunta Pedro a Jesús. “Romam vado iterum crucifigi” (Voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo), le contesta.

¿Quo vadis, Aida? ¿Hacia qué martirio marchas?

Aida, maestra de escuela del pueblo, trabaja como intérprete para las tropas del cuerpo de paz (¿?), enviadas por las Naciones Unidas. Pese al ultimátum de bombardeo aéreo por parte de la ONU, las milicias serbias incumplen el acuerdo de respetar la ciudad de Srebrenica y avanzan sobre ella. La población bosnia huye hacia el campamento de la ONU. Pese a los reclamos del comandante militar de la fuerza de Naciones Unidas, no obtuvo ningún apoyo de sus superiores. El bombardeo aéreo anunciado por la ONU no se produjo. Las tropas internacionales y los habitantes de la ciudad, ahora convertidos en refugiados, quedaron a merced de las tropas y los grupos paramilitares serbios. Las Naciones Unidas miraron para otro lado.

La historia de Aida es simple. Logra hacer ingresar a su marido y sus dos hijos al campamento de la ONU. El problema será lograr sacarlos con protección internacional. Si las tropas serbias los capturan, serán hombres muertos. Aida tiene estatus de personal de la ONU, pero su familia, no.

El traslado de poblaciones enteras, saqueos, hacinamiento, golpes, humillaciones y fusilamientos estuvieron al servicio del odio, del profundo odio racial y religioso por parte de los serbios hacia la población bosnia, mayoritariamente musulmana. Es así como se ha calificado esta masacre con el término de genocidio porque la intención estuvo puesta claramente en la eliminación de un grupo étnico-religioso. Esta es esencialmente la intención primera del film: poner en evidencia que el objetivo de las tropas invasoras era la limpieza étnica.

Pese al horror de la situación, el film le otorga al relato un tratamiento mesurado. La desesperante situación moviliza al espectador sin necesidad de golpes de efecto, cuya ausencia se agradece a la directora.

La película cuenta con una muy cuidada e importante producción, sobre todo, al movilizar una importante cantidad de extras y su actuación como una masa de refugiados. Si bien el personaje de Aida es una creación ficcional, Jasna Djuricic, la actriz que lo encarna, compone una Aida creíble y verosímil, sin preconceptos ni modelos paradigmáticos. Buena música y fotografía.

¿Quo Vadis, Aida? ha sido nominada a dos premios BAFTA: mejor director y mejor película de habla no inglesa, y está nominada a la categoría de mejor película extranjera por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. No hemos visto el resto de las películas que integran esta categoría, pero puede tenerse por cierto que ¿Quo Vadis, Aida? es una firme candidata al Óscar.