Reseña: El juicio de los 7 de Chicago

Aaron Sorkin es un experimentado guionista de cine y televisión, también autor de obras de teatro, productor y actor. Tiene en su haber dos premios Óscar, en 2011 por The Social Network y en 2012 por Moneyball,varias nominaciones y premios Globo de Oro, además de un premio por The Social Network y nominaciones de la Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión (BAFTA). Todas estas distinciones le fueron otorgadas por sus guiones originales o guiones adaptados. The Trial of the Chicago 7 (El juicio de los 7 de Chicago)es su primer largometraje como director.
En 2007 le encargaron a Sorkin un guion para esta película, que sería dirigida por Steven Spielberg. Cuestiones de producción y presupuesto decidieron que Spielberg dejara de lado el proyecto. Diez años después el proyecto renació y se encargó a Sorkin la dirección y por supuesto, el guion. Finalmente el film se rodó en 2019. Pandemia mediante y cierre de cines decidieron que se cedieran los derechos a Netflix, en cuya plataforma hoy se puede ver la obra.
The Trial of the Chicago 7 tiene seis nominaciones al Óscar: mejor película, fotografía, guion (no podía ser menos para tan experimentado guionista), edición, mejor actor de reparto (Sacha Baron Cohen) y mejor canción original (Hear My Voice).
El film es un drama histórico que se encuadra en el género de las películas de juicios, tan afectas al cine de Hollywood. La acción transcurre en fines de los 60. El detonante es la Convención del Partido Demócrata que se celebró en Chicago, en agosto de 1968. Para esa época los Estados Unidos se encontraban inmersos en la guerra de Vietnam, aunque mejor sería nombrarla como “La guerra Contra Vietnam”. El presidente John F. Kennedy había sido asesinado años antes, su hermano Robert Kennedy también había sido asesinado pocos meses antes, ese mismo año 68 fue asesinado también el Premio Nobel de la Paz por su lucha por los Derechos Civiles, Martin Luther King, implacable crítico de la actitud belicista y colonialista de los EE. UU. en el sudeste asiático.

En el marco de la guerra, la Convención Nacional del Partido Demócrata para elegir el candidato que debía competir contra el republicano Richard Nixon tuvo cita en Chicago. Los nominados eran Eugene McCarthy, quien propugnaba una retirada total de Vietnam y Hubert H. Humphrey, que en nada se alejaba de la política colonialista del saliente presidente Lyndon Johnson. Humphrey ganó la candidatura a presidente de los Estados Unidos y luego perdió la elección presidencial contra Nixon. El gran gigante imperial perdió así una excelente oportunidad de evitar la derrota y retirada de 1975, pero sobre todo perdió la oportunidad de evitar miles de muertes y la destrucción.
El clima de agitación contra la guerra era intenso en todo el mundo pero sobre todo en EE. UU., un país que hacía no mucho tiempo salía de la Segunda Guerra Mundial y de la guerra de Corea. En el intento de frenar la guerra y por ende la nominación de Humphrey, activistas de distintas agrupaciones y movimientos de jóvenes, organizaron una marcha y protesta durante la Convención. Las universidades eran una caldera en ebullición. Las calles y las plazas se poblaron de manifestantes. La policía local se negaba a dar permisos para marchas, desfiles o mítines. La represión se olía en el aire.
¿Quién fue primero, el huevo o la gallina? ¿Fue algún manifestante que tiró una piedra o la policía que arremetió con cientos de agentes (por cierto, muy grandotes), pistolas lanza gases, palos y escudos? ¿Quién era la gallina más grande o el huevo más chiquito? No existió ninguna acusación de portación de armas contra los que protestaban con proclamas pacifistas. Lo cierto es que las calles y plazas de Chicago se convirtieron en un campo de revuelta y represión. Tiempo después, ocho personas fueron acusadas de cruzar las líneas de los Estados para incitar a la violencia y por conspiración. Una de ellas acusada de la muerte de un policía y al poco tiempo liberada de los cargos por cuestiones formales, luego de haber sido atada y amordazada por orden del juez, en la misma sala de audiencias, rareza de este proceso.
Hasta aquí, los relatos de esta historia bastante reciente y triste, y reflejados en el film.

La película comienza su racconto con la preparación de la protesta y las presiones del Departamento de Justicia para que el fiscal de Chicago lleve a juicio a los líderes de la protesta. El proceso del juicio y la sala de audiencias del Tribunal se constituyen en el centro de la escena. A medida que avanza el tiempo de la proyección, se van intercalando secuencias de las protestas, de la represión policial y de los mítines y discursos de los líderes. Constituye un acierto dramático la aparición esporádica y repetida, a modo de flashback, de una especie de stand up por parte de Sacha Baron Cohen, en el papel del líder hippie Abbie Hoffman, miembro fundador del Partido Internacional de la Juventud. Una medida y calculada utilización de materiales fílmicos de la época pone su cuota de verosimilitud al planteo de la película, de un tono claramente proclive hacia la defensa de los derechos civiles y democráticos.
Se destaca la actuación de Frank Langella como Julius J. Hoffman, juez a cargo del proceso. Compone el papel de un juez autoritario, arbitrario y parcial. Recuerda a aquel juez del juicio de María Soledad Morales, aquel de “no ha lugar… que conste en actas”.
Sacha Baron Cohen se ha ganado con creces su nominación como mejor actor de reparto. Casi podría decirse que, pese al carácter coral de los roles, su personaje es casi un protagónico. De alguna manera, o mejor aún, por momentos, Abbie Hoffman asume el papel de relator.

Es merecida la nominación al mejor guion, mejor fotografía y montaje. Quizás el punto flojo del film se encuentre en la dirección. Por momentos el ritmo cae y las actuaciones “se empastan”, pero tomando en cuenta que se trata de la segunda película de Sorkin, no está mal.
Desde el punto de vista formal, el film es clásico, de relato lineal, con aperturas hacia el pasado, sin innovaciones respecto del lenguaje cinematográfico. Desde el punto de vista temático y narrativo, se presenta como una propuesta interesante.
The Trial of the Chicago 7 expone el riesgo y peligro que representan para la vida, los bienes y la libertad de las personas un poder judicial deficiente, parcial o francamente tramposo, porque no existe sistema republicano y democrático que pueda sostenerse en base a la persecución y discriminación de sus ciudadanos. Y en este sentido, The Trial of the Chicago 7 no es una película sobre la historia reciente de los Estados Unidos, sino un manifiesto político, local y actual.