Seaspiracy: la realidad necesaria

Siguiendo la línea de películas como The Cove, aunque no tan cruda, Seaspiracy es un documental activista que esperamos que abra los ojos a más de une sobre el abuso, la crueldad y la falta de moral en los negocios de parques de diversiones acuáticos, pesca indiscriminada para el consumo de peces, matanza de vida marina, trata de personas y mucho más.

Este documental, estrenado recientemente en la plataforma Netflix, es del director británico Ali Tabrizi, producido por Kip Andersen que produjo también en 2014 Cowspiracy, que en su momento tuvo una gran repercusión en el mundo del activismo.

A días de su estreno, Seaspiracy recibió apoyo de muchas organizaciones y personajes como el actor y activista Leonardo DiCaprio y el cantante vegano Bryan Adams que incitó en sus redes sociales a compartir esta película y a abandonar el consumo de pescado.

Valiéndose de un documental expositivo con una construcción en formato de mosaico, Tabrizi nos muestra por partes las causantes de que hoy en día nuestros océanos estén en peligro.

El director usa como disparador, a modo de cuestionamiento personal, los recuerdos de su infancia en los parques de diversiones acuáticos para exponer las crueldades que viven los animales en cautiverio y así mostrar una de las problemáticas que nos toca de cerca, el desecho que dejamos sobre la arena, ya sean bolsas, pajitas, plásticos en general, estos no solo tardan hasta miles de años en desintegrarse, sino que contaminan y matan animales marinos.

Pero como en la mayoría de estas problemáticas ambientales, esto es apenas la punta del iceberg, lo cual lleva al director y protagonista a seguir conexiones. Desde como las ONG que cuestionan el uso de plástico no se atreven a involucrarse con la industria pesquera, que es la responsable de que una gran cantidad de este tipo de material caiga al océano, hasta las etiquetas Delphin Safe de atún que nos aseguran de forma bastante evasiva que ningún delfín fue lastimado durante su pesca masiva, cuando evidentemente no es así.

Los descubrimientos llevan a Tabrizi a armar un trazado de la urgencia en la que se encuentran nuestros océanos y las industrias millonarias que vacían en costas de países que no tienen el poder necesario para cuidar su espacio marítimo y la esclavitud que estos barcos implica.

Pero a pesar de las buenas intenciones de este documental, no podemos dejar pasar la artificialidad de algunas tomas, la creación de una puesta en escena como si se tratase de una cámara oculta, ya que no hay concordancia entre la cámara del director y el contraplano, que está demasiado cuidada. Podría decirse lo mismo de la voz en off, dado que es un poco tosca al querer generar una empatía real con el espectador sobre un tema tan sensible. Quizá por esto deba recurrir a imágenes crueles que resultan ser de un contenido fuerte para el espectador. Su voz no logra llegar, una matanza puede que sí lo haga.

Lo que parece reforzar el relato, de algún modo, es la utilización de personajes muy conocidos en el mundo del activismo, como lo es la bióloga marina y autora de muchos documentales de National Geographic, Sylvia Earle, y el biólogo y oceanógrafo Callum Roberts.

Pero lo que quizá hace un poco de ruido es el testimonio de Paul Watson, ex cofundador de Greenpeace y fundador de Sea Shepherd Conservation Society, bastante cuestionable con respecto a algunos métodos de activismo que utiliza.

Un tema de esta dimensión es casi imposible de resumir en un documental de una hora y media que nos bombardea con números, estadísticas, y nos deja sin respiro para asimilar los datos mostrados. Este método, utilizado a modo de efecto de shock, cae estrepitosamente en un desenlace bastante ambiguo y simplista que se podría haberse desarrollado más en profundidad para dar una buena razón por la cual cambiar nuestras costumbres alimentarias y ayudar a nuestro futuro en la Tierra.

El uso de la palabra conspiración quizá sea un poco sensacionalista o le dé un carácter de superioridad a la película en sí, ya que no son ninguna conspiración a puerta cerrada algunos de los temas que se tocan en el documental. Muchas de las implicancias que cuestiona el director se pueden buscar en tan solo unos minutos de navegar en internet.

En los últimos días varios de los entrevistados en el documental, así como las empresas citadas, salieron a la defensa de su imagen para aclarar que sus declaraciones fueron utilizadas fuera de contexto. Pero lo más cuestionable es la utilización de datos erróneos para generar sensacionalismo en la película.

Sin embargo, un documental de esta magnitud ¿aporta de forma favorable al activismo con datos alterados y posibles testimonios sacados de contexto?

La respuesta estará en el cuestionamiento propio del espectador: si avala las formas de entretenimiento animal, la explotación y alteración de animales en su ciclo de reproducción para consumo alimenticio, como también la masacre a cielo abierto de animales, entre otras cosas. Pero aun así, la difusión correcta de estos tópicos no solo genera conciencia en el espectador que busca un momento de recreación, sino también en las autoridades que se tienen que hacer responsables ante la pesca indiscriminada de nuestros ríos, mares y océanos.