Los ilusos #22: todo por un bitcoin

Hola, ¿cómo están? Acá estamos de nuevo, en este esfuerzo de 2021 de intentar sostener con pulso firme la periodicidad autoimpuesta y pactada con ustedes (que no me queda claro quiénes ni cuántos son, pero que al parecer son algunos).

Esta semana les traigo algunos estrenos que estuvieron sonando por ahí; el “prometido” especial sobre documentales y/o películas relacionadas con criptomonedas y tecnología blockchain; y un libro, que no tiene nada que ver con eso pero que igual vale la pena destacar.

No hay polémica interesante esta semana, pero a raíz del fallecimiento del Carlo, el crítico y programador Diego Trerotola armó un hilo en twitter sobre películas “menemistas”. Gustavo Postiglione, director de “El asadito”, le contestó y la picó un poquito. A mi modo de ver las cosas el análisis de Trerotola omite algunos aspectos claves de la producción de esas películas: ese cine vetusto, que quería imitar “la industria” que no existía en el país, estaba realizado en su mayoría por técnicos que provenían de los sectores más marginales de la producción cinematográfica y que tenían con esas películas la posibilidad de dar sus primeros pasos. Polka, por poner un ejemplo que conozco bien, se nutrió en sus primeros años de muchísimos egresados y estudiantes del IDAC. Personas oriundas en su mayoría del conurbano bonaerense y sus diferentes cordones, que encontraron la oportunidad de trabajar en un medio que históricamente los excluía. En esencia, esas personas que hacían esas películas provenían de los sectores populares a los que el menemismo más golpeó con su gobierno. No hablo de los capitales que las producían, claro está, me refiero solo a sus trabajadores. En cambio, la generación que realizó las películas que marca Postiglione en sus comentarios, estaba compuesta por quienes pretendían ser una nueva elite cultural burguesa, provenientes en muchos casos de la clase media a la que el menemismo no destruyó, y que aparecían como desideologizados y con un bastardeo muy fuerte hacia la política y sus instituciones.

Esa generación rebelde de los noventa es la que quedó en offside cuando el justicialismo, con todo lo complejo y contradictorio que fue desde 2003 hasta la fecha, tomó muchas medidas que favorecieron y ayudaron a los sectores populares y más necesitados del país. La discusión sobre la “corrupción”, sumamente necesaria e importante, eclipsó siempre a la política como herramienta transformadora de las desigualdades sociales. Esta gente se quedó sola, gritándole al viento y terminó, en muchos cosos, corrida a la derecha bajo una falsa proclama de republicanismo, a punto tal de bregar por la llegada al poder de Mauricio Macri en 2015. Además, ese cine de la FUC creció y agigantó su relato como única “alma máter” del cine nacional gracias a la inyección desmedida de El amante, que siempre fue, ante todo, una herramienta publicitaria de la escuela de Antín. No parece ser casualidad que tanto cineastas como críticos terminaran dentro de la misma narrativa del PRO, la única propuesta de país parecida a lo que fue el menemismo.

Bueno, disculpen la digresión. Ahora sí, comencemos:

Radar de novedades: Framing Britney Spears, Judas and the Black Messiah y Crime Scene: The Vanishing at the Cecil Hotel

De modo erróneo llamado “documental”, Framing Britney Spears en realidad es un capítulo especial dentro de una serie llamada “The New York Times Presents” para FX o Hulu, que son un poco lo mismo. El detalle de que no sea una película, sino más bien una suerte de telefilm dentro de una saga, no es menor. Básicamente no hay nada muy destacable del registro en términos audiovisuales. Es un Secretos Verdaderos, con más presupuesto y sin Ventura.

El episodio gira en torno al caso de Britney Spears y la suerte de “tutela” o “interdicción” a la que está sometida legalmente desde hace un tiempo y que tiene a su padre como principal villano. Un activismo en redes sociales, actualizado durante estos días con la salida del episodio, formalizaron una campaña para la liberación de la cantante pop, argumentando que se están tomando muchas decisiones contra su voluntad y con la única finalidad de explotarla económicamente.

Lo más interesante de este especial es como desarma la figura de Britney, haciendo hincapié en el trato sexista y machista que la prensa le dio durante el surgimiento y el apogeo de su carrera: si había o no provocado su ruptura con Justin Timberlake, si era o no virgen, si era buena o mala madre, etc.

Una de las películas que pinta en punta para la tardía y pandémica temporada de premios estadounidense es Judas and the Black Messiah, la segunda película de Shaka King (Newlyweeds), producida por el Golden Boy del nuevo cine afroamericano, Ryan Coogler, y protagonizada por dos de los actores negros más importantes y talentosos de los últimos años, LaKeith Stanfield (Sorry to bother you, Atlanta) y Daniel Kaluuya (Get Out, Quim & Slim).

El film es un drama biográfico que recrea la operación de la CIA, bajo el mando de John Edgar Hoover, para infiltrar a finales de los 60 a William O’Neal (Stanfield) en la sección de Chicago, Illinois, del partido Black Phanter,  y conspirar contra su líder, Fred Hampton (Kaluuya).

La recreación del contexto y la puesta en escena de la película es excelente. No hay ningún intento por edulcorar o romantizar lo ocurrido aunque, por supuesto, su director tiene una posición personal muy clara respecto de los acontecimientos. Las interpretaciones de Stanfield y Kaluuya son muy sólidas y verosímiles. Casi con seguridad Kaluuya sea nominado como mejor actor de reparto para los premios de la Academia. Es una de las mejores películas para ver en lo que va de este 2021.

Tenía mucha fe en Crime Scene: The Vanishing at the Cecil Hotel, la nueva miniserie documental de true crime de Netflix. Más allá del apogeo y bombardeo constante del género por estos días, mi interés surgía por la figura de Joe Berlinger el showrunner y director de todos los episodios. Berlinger es uno de los responsables de la trilogía de films para HBO Paradise Lost, películas sobre las que ya hemos hablado largo y tendido en esta revista y que para mí son el pináculo de lo que el género puede aspirar. El director, además, ha hecho varios documentales sobre cómo funciona la justicia penal en Estados Unidos, la pena de muerte y las personas que esperan para ser ejecutadas en el corredor de la muerte. Dirigió, por ejemplo, Conversations with a Killer: The Ted Bundy Tapes; Judgment Day: Prison or Parole?; The System with Joe Berlinger y Cold Blooded: The Clutter Family Murders. Además produjo otro puñado de series documentales del estilo (Wrong Man o Jeffrey Epstein: Filthy Rich, por ejemplo).

Si bien no todo lo que toca siempre lo convierte en oro, su prontuario me hacía pensar que de mínima me encontraría un true crime bastante superior a muchos de los que andan dando vuelta por ahí, y la verdad es que no fue así, en absoluto. Crime Scene: The Vanishing at the Cecil Hotel es una pérdida de tiempo, dura dos horas de más y no tiene nada para aportar al caso, que no es más que una triste tragedia, posibilitada por un cúmulo de negligencias en la administración de un hotel. El documental sigue el caso de Elisa Lam, una joven que desapareció de un día para el otro mientras se encontraba alojada en un hotel de poca monta. Todas sus pertenencias quedaron en la habitación, nadie la vio salir y no se entiende qué le pudo haber ocurrido. Un video de ella comportándose de forma errática en un ascensor da la pauta de que algo raro podría estar pasando, pero no mucho más. Como suele pasar en estos casos, la resolución del misterio es menos espectacular que la que teorizan los foreros y youtubers de turno.

Misceláneas atemporales: cine, bitcoin y tecnología Blockchain

Antes que nada quiero aclarar que soy bastante un queso y un improvisado en todos estos asuntos. Me cuesta mucho entenderlos, así que es probable que algún término acuñado no sea el correcto y que quizá alguna afirmación sea algo inexacta. Paciencia.

En 2008 un chango, o una serie de changos, no está muy claro, publicaron un paper bajo el pseudónimo de Satoshi Nakamoto, llamado Bitcoin: A Peer-to-Peer Electronic Cash System. En él se explicaba la posibilidad de crear una moneda digital, descentralizada y sostenida en base a una red de pares, peer-to-peer o P2P, que permite enviar las monedas vía internet entre las personas. Es un sistema descentralizado porque evita usar bancos como intermediarios que garanticen la “solvencia” de las operaciones. En cambio, para asegurarse que las operaciones son legítimas y darle confianza a las transacciones, Bitcoin utiliza lo que se denomina un protocolo de cadena de bloques o Blockchain. La Blockchain sería una suerte de registro gigante en el que se encuentran todos los registros (bloques) de las operaciones realizadas con bitcoin. Previo al grabado de esa operación hay un proceso de verificación que se hace mediante la resolución de un algoritmo o función hash que permite validar y unificar los bloques generados.

Este gráfico es bastante ilustrativo:

Ahí entran a jugar los que se llaman “mineros”, básicamente son personas que prestan sus computadoras (o grandes cuartos o casas repletas con placas de video) al servicio de resolver las funciones hash y validar las operaciones. A cambio de ese trabajo los mineros reciben recompensas en bitcoin y así es como nuevos bitcoins van surgiendo. Algo importante es que desde su programación inicial el número total de bitcoins está definido, no pueden ser infinitos, solo habrá, cuando ya se hayan minado por completo, 21 millones de unidades. Esas 21 millones de unidades se pueden fraccionar a su vez en 100 millones de Satoshis, la unidad de cuenta mínima de bitcoin. Ese fraccionamiento hace que varias personas puedan comprar con poco dinero  porciones de Bitcoin y que no sea una criptomoneda inaccesible.

¿Qué tiene que ver todo esto con el cine? Esperen, ya vamos a llegar ahí.

Además de todo esto, bitcoin y su diseño fueron lanzados como software libre. ¿Qué quiere decir esto? que cualquier usuario puede tomar el código fuente y alterar, copiar o modificar su programación como desee. Es así que con el lanzamiento de bitcoin muchos aventureros salieron a crear sus propias criptomonedas, copiando y a veces modificando el diseño de bitcoin. Son las que se suelen llamar Altcoins (Alternative Coins).

Para entender la dimensión de todo esto imaginen que la primera transacción “oficial” de bitcoin por un bien, está registrada en 2010 y habría sido un chango que dijo en un foro que si alguien le mandaba dos pizzas a su casa le transfería 10 mil bitcoins. Once años después un bitcoin ha llegado a superar en los últimos días los 50 mil dólares de cotización.

La pandemia potenció la instalación y la discusión sobre la función de las criptomonedas y su uso en sociedad, hace algunos meses varios ni sabíamos que era todo esto y hoy estamos muy familiarizados con todos estos términos. En el mundo ocurrió algo similar. Desde la panacea económica para los países del tercer mundo, hasta miedos a que sea una burbuja financiera cuya volatilidad destruya muchas economías e inversiones, e incluso discusiones sobre el impacto ambiental que tiene el enorme uso de energía que requiere llevar adelante la minería de criptomonedas. Todo esto está a la orden del día y seguramente sean el argumento o el eje de muchas películas que se produzcan en los próximos años.

Por ejemplo, en Crypto, de John Stalberg Jr., el eje central del argumento es un joven auditor que descubre una trama de corrupción que incluye el uso de criptomonedas para esconder y girar la plata fuera de los sistemas bancarios. O en Viraali, de Thomas Laine, que cuenta la historia de una serie de personajes en Helsinki involucradas en el robo de criptomonedas.

Pero no solo hay que pensar en films de ficción que pueden tener el eje en el uso de criptomonedas y sus problemáticas, también hay varios documentales que se encargan de teorizar o preguntarse qué ocurrirá con el sistema financiero global a partir de la llegada y legitimación de las monedas digitales como un medio válido de intercambio e inversión.

The Rise and Rise of Bitcoin (2014), de Nicholas Mross es uno de los primeros documentales en hablar y explicar el nacimiento y desarrollo de bitcoin a partir del seguimiento de los primeros inversores en la criptomoneda, cuando nadie sabía muy bien qué era y todo hacía pensar que podía ser una estafa.

Cryptopia: Bitcoin, Blockchains and the Future of the Internet (2020) de Michael Watchulonis y Torsten Hoffmann es una segunda parte de un documental previo de 2015 llamado Bitcoin: The End of Money as We Know It, y una actualización bastante reciente del estado de discusión sobre las criptomonedas a partir de su auspicioso presente.

También hay otros enfoques posibles. Trust Machine: The Story of Blockchain (2018), de Alex Winter (el mismísimo Bill, de la saga Bill & Ted), explora no ya en sí lo que tiene que ver con las criptomonedas, sino la revolución tecnológica que puede suponer la aplicación de protocolos blockchain para la protección y utilización de datos personales en internet y en nuestra vida cotidiana. En uno de los ejemplos que se ven en la película, una división de trabajo de UNICEF está desarrollando un sistema de tokens para personas migrantes y refugiados que es capaz de contener toda su información migratoria a partir de un código QR. Cada vez que esa persona ingresa o sale de un país y cambia su registro migratorio eso quedaría grabado en una blockchain y evitaría todos los problemas que se desprenden por la pérdida de documentación física o por la falta de cooperación entre países para cruzar sus propios registros.

Finalmente Banking on Africa: The Bitcoin Revolution explora como para los países más probres, donde la bancarización de la población es mínima, las criptomonedas pueden servir como un sistema de inclusión social de los sujetos y permitirles “operar” mejor dentro del mundo capitalista. Más allá de tener una clara visión “pro” criptomonedas, varios entrevistados reconocen el impacto negativo de la minería y también cómo todo este mercado ha sido un terreno fértil para las estafas y la especulación financiera. Sin embargo, la línea a la que parece adherir la película está orientada hacia mínimas regulaciones que los estados que deberían hacer sobre la materia para evitar estas situaciones de abuso o “uso” incorrecto del dinero digital. Es interesante pensar como para los países más pobres el acceso a criptomonedas puede suponer la oportunidad de entrar más y  “mejor” en los mercados de bienes y servicios, y mejorar su situación económica, cuando las políticas financieras de los Estados no los tienen como una prioridad.

Si todo esto parece ciencia ficción, créanme que es muy actual y se trata de discusiones que se vienen o que, mejor dicho, ya están presentes en el mundo en el que vivimos. En lo personal, no tengo respuestas certeras ni posiciones férreas sobre el asunto. Para que se den una idea, las teorías van desde el “criptocomunismo”, que supone que las criptomonedas son el sueño de Marx hecho realidad; hasta el liberalismo económico más especulativo que puede existir, que ve en el bitcoin el verdadero triunfo de la libertad de mercado por encima de las regulaciones estatales.

Si les interesa el tema, les recomiendo Random Podcast y Circulo Vicioso, dos podcasts que hace Juan Ruocco, un amigo de la casa que sabe mucho del tema.

¿Qué estoy leyendo? Memorias de un cinéfilo, de Henri Langlois

Este libro editado en Argentina por El cuenco de plata reúne una serie de escritos entre 1931 y 1977 de quien fuera el padre de la cinemateca francesa y quizá la persona más importante en el desarrollo y divulgación del cine francés durante el siglo XX.

Langlois fue un amante del cine, de las películas, del hecho cinematográfico y de sus realizadores y protagonistas. Dedicó su vida a fomentar el cine francés y se ocupó de pensarlo y reflexionarlo. Sin él y sin su cinemateca seguramente no se hubiesen conocido los jóvenes entusiastas de la Cahiers y no habría existido una Nouvelle Vague.

Su pensamiento y sus escritos son muy interesantes para entender mejor la pulsión entre realismo poético francés de comienzo de siglo y la búsqueda de una estética cinematográfica nacional por fuera de lo que provenía de Estados Unidos. En especial los capítulos I, II y III son fundamentales para entender mejor estos tópicos y el desarrollo del cine francés desde sus orígenes hasta los 60.

No está en PDF, pero no es un libro muy caro.

Y bueno, eso fue todo por esta semana. Veremos que me invento para la que viene. Cuídense mucho.