Los ilusos #21: lo que el torrent nos dejó

Hola, ¿cómo están? Espero que extasiados por este regreso y disfrutando del fin del Covid-19 en las playas o el sur argentino. Ojalá que ninguno de ustedes sea uno de esos deforestados mentales que se cansó de pedir información científica sobre la Sputnik V y de decir que le iban a inyectar a la gente líquido para frenos, para ahora criticar porque no llegaron suficientes vacunas. En fin, qué cosa increíble este país.

Yo descansé un poco, no es que me haya ido de vacaciones, pero no me puedo quejar. Además, vi muchas películas muy interesantes, que imagino ni de casualidad llegarían a ser tan populares si no estuviéramos en pandemia (sí, todavía hay una pandemia) y no existiera Letterboxd.

También, hace algunos días, pasó algo hermoso. Unos nerds organizados a través de un trhead en Reedit se pusieron de acuerdo para darle un mensaje a Wall Street y a una serie de grupos financieros que hacen mucha guita sorteando acciones. Básicamente, piden prestada una “acción” de una empresa en declive a cambio de un monto de dinero; la venden muy rápido a otro precio, con la esperanza de que la acción bajará en muy poco tiempo; y luego la recompran mucho más barata para devolverla. En el medio se quedan con una ganancia en ese pasamanos y las compañías quedan mucho más cerca de la bancarrota. No soy un experto en el tema, pero la nota de nuestro amigo Juan Roucco en Cenital es clarísima. En el medio, durante este receso, empecé con una suerte de obsesión de saber más sobre criptomonedas y tecnología blockchain. Un apartado de la columna iba a estar dedicado a esto, pero la verdad me entusiasmé un poco mucho y la cosa ya iba a quedar muy larga. Les prometo dentro de poco (¿la semana que viene?) hacer algo vinculado al cine, especulación financiera y criptomonedas. ¿Por qué? No hay por qué, diría nuestra amiga china del Chaco.

Sigue la discusión sobre el regreso de las salas de cine, el Instituto confirmó la vuelta del Gaumont y de los restantes espacios INCAA. Estaría bueno que pensemos algunas cosas sobre esto también .

Por último, por qué no, recomendarles un libro para mejorar su verano pandémico.

Sin mayores dilaciones, comencemos.

Lo que el Torrent nos dejó: Run Hide Fight, Shadow in the Cloud, Kajillionaire y Shithouse

Run Hide Fight es la última película de Kyle Rankin, director de cine independiente estadounidense no demasiado conocido, y aún menos popular. En su película más grande a la fecha, Rankin hace lo que podríamos describir en un high concept como la mezcla entre Die Hard y Elephant.

Zoe (Isabel May) es una joven con ciertas habilidades y entrenamientos para la batalla, gracias a las enseñanzas de su padre Todd (Thomas Jane), que debe sobrevivir a una masacre escolar. Rankin hace un uso magistral de la puesta en escena, adaptando la utilización de las redes sociales y los dispositivos electrónicos al argumento de la película y a la “cacería” que sufre la protagonista. Además, maneja con mucha maestría el espacio y la construcción alterna entre las diferentes líneas que se van cruzando y desarrollando a lo largo de todo el film.

Creo que el principal desafío para el relato, que pretende ser una película de acción clásica, está en la no banalización de un hecho tan traumático y presente para la sociedad estadounidense, como son los ataques con armas en las escuelas. En mi opinión no lo hace. El realizador toca con la seriedad necesaria el problema y evita solemnidades inoportunas. La película es entretenida y logra construir lo que se propone. Me aventuro y sostengo que también tiene un mensaje, que puede ser polémico, pero no por eso menos válido para abrir ciertas discusiones: nos pasamos buscando explicaciones profundas para el desarrollo de estos comportamientos atroces, pero a veces sencillamente no lo tienen. No es el bullying el único motor de estos crímenes, no es un consumo problemático de cierta cultura, no es un evento trágico en la vida de una persona. A veces sencillamente puede ocurrir y el punto está en si vivimos en una sociedad donde esto sea más o menos posible. Si se puede comprar un arma en un hipermercado, bueno, creo que ahí tienen su respuesta.   

Shadow in the Cloud es una película de la directora china-neozelandesa, Roseanne Liang. Es medio difícil de encasillar, pero digamos que es un delirio que rompe con cualquier verosímil, y que si te gusta, por ejemplo, Cadillacs and Dinosaurs la vas a pasar excelente.

Está protagonizada por Chloe Grace Moretz, que interpreta a una joven que tiene que traficar un paquete, que no queda muy claro qué es, en un avión en plena SGM. En el medio la cosa se complica y todo termina siendo una locura hermosa. Parte del guion al parecer era una idea del canceladísimo Max Landis, pero cuando la película consiguió directora y comenzó a cobrar forma el hijo del director de un Hombre Lobo Americano en Londrés ya había sido apartado totalmente del proyecto. 

Kajillionaire es la tercera película de la multifacética artista Miranda July (The Future). En su película más “elaborada” a la fecha, sin perder nada del estilo que la caracteriza, la realizadora cuenta la historia de una familia muy particular, que hace del juego y de las microestafas su método de subsistencia cotidiano. Robert (Richard Jenkins), Theresa (Debra Winger) y Old Dolio (Evan Rachel Wood), pucherean para sobrellevar el día a día a base de pequeños juegos de azar, sorteos y alguna que otra estafa pequeña; la vida del trío cambia cuando entra en escena Melanie (Gina Rodríguez), una joven que rompe la inercia del comportamiento familiar y que incómoda, en más de un sentido, a Old Dolio. 

Miranda July crea un sólido verosímil en un relato que podría estar todo el tiempo descompensado. Encuentra el tono justo para las interpretaciones y la construcción de los personajes, y la cámara y los encuadres acompañan con mucha belleza todo lo que ocurre. Una película muy particular, bellísima y con personajes entrañables. Vale muchísimo la pena. 

Mi última recomendación de esta semana es Shithouse, una ópera prima escrita, dirigida, editada y protagonizada por el joven Cooper Raiff, de tan solo 24 años, que fue de lo más destacado en la edición 2020 del festival SXSW. Con algo “a lo Linklater” y un poco de mumblecore, Raiff construye la historia de Alex (el propio realizador), un joven que está en primer año de la universidad pero que siente que no encaja mucho ahí, al tiempo que también mantiene una relación bastante unida y dependiente con su mamá y su hermana. 

La imposibilidad de conectar con los demás y ciertas presiones de su compañero de habitación hacen que el joven asista a una de esas típicas jaranas universitarias yankees de la que rápidamente sale ahuyentado. En el camino su noche se cruza con la de Maggie (Dylan Gelula), una joven que ya conocía y con la que logra tener una efímera conexión. Esa larga noche y el día después de ese encuentro serán lo que darán forma al segundo y tercer acto de esta película, y será también allí donde el director encontrará la vuelta de tuerca generacional para su relato, invirtiendo papeles y estereotipos usualmente asignados a los roles masculinos y femeninos, generando un relato más honesto, franco y capaz de vincular al espectador con los personajes. Si disfrutan de este tipo de historias, es por acá. 

Un poco de polémica no hace daño: ¿vuelven los cines? ¿para qué?

El regreso a los cines es un hecho. Algo charlamos sobre esto en la última entrega de diciembre, cuando el run run era muy fuerte y se esperaban inminentes anuncios. En enero, finalmente esto ocurrió. El Ministerio de Cultura aprobó con acuerdo de las cámaras empresariales un protocolo para la reapertura de las salas y cada jurisdicción debía aprobar las aperturas de acuerdo a la situación epidemiológica de los diferentes distritos. Distancias, burbujas, aforo limitado, limpieza permanente y ventilación son a grosso modo algunas de las medidas de lo que se consensuó. 

En algunas provincias, pocas, las salas ya fueron reabriendo en las últimas semanas y finalmente el AMBA dará el paso final en los próximos días. Ya hay afiches de Tenet en las calles y todo. El INCAA hizo lo propio por su lado y anunció la reapertura del Gaumont y sus otros espacios para el 11 de marzo. Todo parece indicar que para fin de mes los grandes complejos estarán operativos.

La pregunta sigue siendo la misma. De volver las salas, ¿qué hay para ir a ver?. No pareciera que la oferta sea muy atractiva. Tampoco lo era antes de la pandemia. A ese interrogante me gustaría sumarle uno más ¿cuántas de las personas que lloran desconsoladamente por el cierre de las salas eran asiduos concurrentes a ellas?, mi instinto me dice que pocos.

No pretendo por supuesto que esto sea un análisis muy riguroso.  Soy solo un trasnochado que toma algo de alcohol antes de acostarse para dormir mejor. Tampoco estoy en contra de las salas de cine, ni reniego de su apertura. En condiciones normales iba 2 o 3 veces a la semana al cine. Creo en la experiencia cinematográfica y me interesa defender su existencia. En lo que sí no creo para nada es en la fantasía de que la mayoría de las películas que hoy nos pueden llegar a interesar se encuentren disponibles en el cine. La oferta de las majors es poca,  concentrada y efectista.

¿Ustedes piensan que films como Young Promising Woman, Druk, Saint Maud, Minari o alguna de las películas comentadas en esta columna durante el año pasado hubieran llegado masivamente a las salas? Alguna de ellas es probable, pero en la mayoría de los casos sabemos que no es así. Lo mismo sucede con las películas estrenadas en CineAr y la gran cantidad de espectadores cosechados por la plataforma durante 2020, muy superior a los rendimientos de los espacios INCAA.

Es necesario entender que el negocio de la exhibición y distribución se encuentra altamente monopolizado y con pocas posibilidades de incidencia. La experiencia cinematográfica muere porque las películas que nos gustan no llegan a los cines. La pandemia y el streaming, lejos de ser los responsables de esta muerte fueron aquello que nos hizo tomar mayor cuenta de este fenómeno. Cerrar las salas igualó la posibilidad entre muchas películas y les permitió llegar a públicos insospechados. Por supuesto, las salas deben reabrir -si la situación sanitaria así lo permite, en mi caso no me parece algo prioritario en absoluto-, pero no basta con eso. Es importante entender que necesitamos una cinemateca que preserve y difunda films más pequeños, que nuclee personas con intereses diversos, y que también el Estado debe fortalecer un circuito de exhibición alternativo, alejado de las leyes y las necesidades de la industria. En muchos lugares del mundo esto ocurre. Hay públicos y hay películas. Aquí deberíamos tener más Malbas, Lugones, Gaumonts o Arteplexs. Una política pública debería buscar incentivar de forma activa su presencia.

También necesitaríamos tener gente más seria haciendo películas. Menos tribuneo, menos hinchas de la hinchada. Menos ganas de querer que alguien venga y nos resuelva todos los problemas. Los cineastas nos ocupamos poco de todo lo que reclamamos al Instituto y nos olvidamos de esos reclamos cuando el que asume es un amigo de toda la vida. El problema también es el medio y el entorno, y el medio y el entorno también somos nosotros. 

En esta repartija del tablero el streaming y sus oportunidades deben ser un complemento para las películas. Deben ayudar a que sigan vivas y a que sus realizadores puedan volver a filmar. Plantear una dicotomía irresoluble entre estos dos espacios solo empeora el panorama para el cineasta independiente. Ese que tiene que darse a conocer sí o sí.

Y no, nada de todo esto va a ocurrir tuiteando muchaches. 

¿Qué estoy leyendo? El análisis cinematográfico, de Jaques Aumont y Michel Marie

El análisis cinematográfico de Jaques Aumont y Michel Marie es un libro de cabecera para cualquier persona que quiera iniciarse en el bello mundo de entender mejor cómo funciona el lenguaje o la lengua cinematográfica y ciertas pulsiones o discusiones recurrentes a lo largo de la historia de la teoría fílmica. Pero no solo eso, es además un libro muy interesante para entender mejor cómo, por qué y para qué sirve el análisis de una obra en general.

La segunda mitad del libro, del capítulo 5 en adelante, sirve como un resumen imprescindible para entender las diferentes visiones a lo largo de la historia sobre el análisis cinematográfico y sus diferentes posturas e ideologías. 

Como muchos de los libros que se mencionaron en el espacio, es uno de esos a los que se nombra más de lo que efectivamente se leen. En mi opinión sigue muy vigente y es una herramienta didáctica para cualquiera que se esté iniciando en esto o quiera retomar algunos conceptos al momento de pensar un poco más y mejor por qué le gusta lo que le gusta, y viceversa, por qué ciertos relatos no funcionan para nosotros como espectadores. 

Aquí en pdf.

Y bueno, eso fue todo por esta semana. Nos leemos en unos días.