Saint Maud: “líbranos del mal, amén”

Saint Maud es una película británica de terror psicológico producida por Film4 y distribuida por A24. Estrenada en el festival de Toronto en 2019, retrasando su lanzamiento por el covid-19, todavía no se puede ver en cines o plataformas argentinas, pero ya está disponible para verla por allí.
La directora británica Rose Glass, quien hasta ahora se había dedicado a la realización de cortometrajes destacados por su solemne estética, primacía de los gestos y acciones de los personajes por encima de los diálogos, la puesta en escena y el sonido, debuta con su primer largometraje entregando una pieza memorable de la nueva camada del terror psicológico.
Saint Maud tiene una fuerte influencia del cine de los 70, sobre todo el ligado al terror religioso. La directora, a la hora de escribir el guion, comenta haberse inspirado y tomado como referencia Rosemary’s Baby y Repulsion de Roman Polanski.
La película narra la historia de Maud (Morfydd Clark), una joven enfermera especializada en cuidados paliativos que comienza un nuevo trabajo en el sector privado siendo la cuidadora de Amanda (Jennifer Ehle), quien supo ser una renombrada bailarina y que ahora está muriendo a causa de un avanzado cáncer recluida en su hogar. Maud se convierte al catolicismo luego de vivir un traumático episodio con una paciente, que se nos muestra en las primeras escenas. Su relación con Dios es bastante particular, ya que cree que se comunica directamente con él y no parece estar ligada a ninguna iglesia o credo en especial. Cuando lo hace siente un temblor, es una especie de posesión física casi orgásmica. Maud parece no tener nada más que su fe y su trabajo. Su búsqueda de propósito se centra en salvar el alma de Amanda antes que esta se muera.

La construcción de los dos personajes es diametralmente opuesta. Maud es pía, devota, amable y solitaria; mientras que Amanda, a los ojos de Maud, es atea, pecaminosa, sociable, y por momentos hostil; pero se está muriendo y no quiere mostrar esa fragilidad ante el mundo. Lo que las une es la soledad y la necesidad de atención. Maud confía en que puede ayudar a Amanda a encontrar a Dios. Amanda intenta que Maud se relaje y viva un poco.
Maud siente que algo trascendental está ocurriendo a través de ella. Dios la ha elegido para un propósito. Percibe peligro sobrenatural alrededor y va perdiendo contactor con la realidad. Ya que el punto de vista de la película es el de ella, el espectador no tiene manera de saber si realmente hay un elemento celestial o está todo en la cabeza de la protagonista. La película está llena de primeros planos de los personajes, particularmente de Maud, lo que nos deja poco espacio para verla objetivamente reforzando su mirada sobre la realidad. Glass logra mantener maravillosamente la ambigüedad de esas dos realidades: ¿Es Maud un vehículo de algo divino, de algo diabólico o en realidad es una joven vulnerable, con una salud mental que empeora con el paso del tiempo?
El terror funciona mejor cuando tiene un elemento emocional. Aquí yace el tema de la película: la soledad y la salud mental. La realidad de Maud está fracturada, es una joven frágil, atravesando un fuerte síndrome post traumático, sin un grupo de contención y completamente alienada y aislada del mundo. Saint Maud se corre de la narrativa del terror clásico. Es un estudio de personaje que parte de la premisa de que la realidad que experimenta cada une en su cabeza es subjetiva y es allí donde Rose Glass indaga y desarrolla al personaje de Maud, es en su subjetividad donde reside el terror del film.

Morfydd Clark, la futura Galadriel en la nueva serie del Señor de los Anillos de Amazon, cambia de registro en medio de las escenas de una manera fluida entregando una actuación increíble. En la escena donde finalmente escuchamos la terrorífica voz de Dios, no es otra que la voz de la protagonista, distorsionada por supuesto, hablando su escocés natal. Un inteligente guiño para dar a entender que esta hablando con ella misma.
Glass no hace uso del jump scare para el shock momentáneo, sino que va construyendo lentamente una atmosfera hermética que te deja expectante, presintiendo que algo perturbador está por ocurrir. No deja al espectador con la duda sobre esa ambigüedad que desarrolla, sino que la muestra magistralmente en la última escena de la película.
Saint Maud es brillante y perturbadora. De esas películas donde alguna escena vuelve a tu cabeza en el momento en que menos lo esperes.