Lovecraft country: magia y sangre

La serie de HBO, guionada por Misha Green (Sons of Anarchy) y producida por Jordan Peele (Get Out, Us) y J. J. Abrams (Lost), inspirada en una novela de Matt Ruff, terminó hace algunas semanas sus diez capítulos.
En los EE. UU. de la década de los 50 un grupo de personajes negros debe arreglárselas para sobrevivir en un mundo en el que la población blanca y su racismo los oprime y aterroriza. El nombre de la serie es también el de un libro que los personajes leen (a la manera del Necronomicon) y hace referencia a dos dimensiones del mundo lovecraftiano: los monstruos y el racismo. Es bien sabido que Lovecraft era racista, sentía un terror atávico por cualquiera que se presentara como diferente y es bastante posible que muchas de sus amenazas de otros mundos estuvieran más que vinculadas al miedo por excelencia, el miedo al otro. Y es que la población negra, aún hoy, pero sobre todo en aquellas épocas segregacionistas, era el gran otro norteamericano. Pero no nos engañemos con el contexto narrativo, el camino de la serie no es el del realismo, no al menos en términos más tradicionales.
A lo largo de los diez capítulos los protagonistas, Tic (Jonathan Majors), Leti (Jurnee Smollett), Hippolyta (Aunjanue Ellis), Ruby (Wunmi Mosaku) y Monstrose (Michael K. Williams), irán descubriendo que los terrores a los que viven expuestos no son solo de orden “natural”. Tic y Leti se unen al viaje del tío de Atticus, George (Courtney B. Vance), quien escribe la “guía para viajar seguro” para los negros, en busca de su hermano, es decir, el padre de Tic, recién llegado de la guerra. El primer capítulo abre con un sueño de nuestro protagonista, una verdadera pesadilla lovecraftiana fruto de su lectura de pulps y novelas baratas de ciencia ficción. Pero al finalizar el episodio, el material onírico queda opacado por la realidad: monstruos bien reales y hombres blancos bien monstruosos que saben usar la magia y necesitan de la sangre de Tic, porque él es heredero de quien fue la esclava violada por el patriarca blanco, “el” mago de la historia, muerto en un incendio hace décadas. El terror y la monstruosidad aparecerán en forma más tradicional en términos genéricos (el monstruo, la magia) pero también cuando los personajes entren a un café y se sienten a una mesa pensando que es un lugar “seguro” y descubran que ese simple acto los vuelve blanco de los ataques mortales de los pueblerinos. Es en este terror donde vemos la participación de Peele en el proyecto. Así también la violencia institucional de un policía que los quiere fuera de su condado, o directamente la familia que intentará sacrificar a Tic en su mansión de Ardham (en una clara referencia al Arkham lovecraftiano).

Cada capítulo nos llevará a nosotros y a los protagonistas –en varios episodios de “solos” donde cada uno de ellos y ellas tendrá un protagonismo especial– por distintos espacios de este “territorio Lovecraft” o mundo de terrores y amenazas para quienes tengan su color de piel. Los lugares también son de género: tenemos el episodio más tradicionalmente de ciencia ficción con viajes en el tiempo, el de aventuras a lo Indiana Jones, el de fantasmas, el de espíritus mitológicos (el kumiho/Ji-Ah, Jamie Chung) y el de terror liso y llano de casa embrujada. También hay uno, de los mejores, de cambio de piel/metamorfosis, y por último, el episodio final, en el que las tramas que se fueron abriendo –por momentos caóticamente– se cierran y dan fin a lo que podría ser un cierre de temporada definitivo. Es también en este último capítulo que los personajes “cierran” un momento originario de sus historias personales (que también son la Historia de su pueblo) en una recreación de los eventos de la Masacre de Tulsa, retratada con un realismo verdaderamente espeluznante. Es que estética y narrativamente Lovecraft Country pone el mismo empeño y la misma belleza para unir esos dos mundos que son el histórico y el fantástico, así como en la historia se entretejen la magia y la sangre en lo que viven los personajes. La sangre como herencia, como maldición, como orgullo, como mandato y como bandera de guerra. También el lugar segregado de las mujeres pisará fuerte en la historia, sobre todo de la mano de Ruby y la maga Christina Braithwhite (Abbey Lee).

Además del cast, de las mejores cosas que tiene la serie una es su soundtrack, que también juega forma y fondo con lo que se cuenta y es en su gran mayoría música negra. Cada capítulo cierra magistralmente con “Sinnerman”, de Nina Simone, y a cada clima le corresponde su tema, complementando la gran experiencia sensorial que es Lovecraft Country. Porque es una serie para ver, hay una intensidad visual impresionante, incluso por momentos el espectador puede quedar tan desorientado como los protagonistas. Ya dije, la trama puede ser algo compleja, pero ante el estupor recomiendo la entrega y el disfrute. Al final todo cierra, como promete el nombre del último capítulo “Full Circle”, y el mundo ya no es lo que era, tampoco el país ni el territorio.