Philip K. Dick’s Electric Dreams: todos somos otros

O Philip K. Dick fue un visionario o el siglo XXI se encargó de materializar sus pesadillas a la perfección. Ambas opciones son igualmente inquietantes. Exceso de control, miedo irracional a lo otro, fingimiento, consumo desesperado: mundos débiles que se deshacen de la noche a la mañana. Nada es lo que parece y lo que es resulta completamente temible y desesperanzador. Con este espíritu paranoico y sensible, tan dickeano, Amazon refuerza su generosa oferta de ciencia ficción.
La serie antológica que se estrenó en 2018, producida por Bryan Cranston entre otros, repasa diez obras del prolífico Dick, que se traducen en diez capítulos de una duración promedio de una hora. Cortometrajes por su calidad y autonomía, cada uno de ellos tiene un cast de lujo, está dirigido y guionado por alguien diferente (Tony Grisoni, Jack Thorne, Matthew Graham, David Farr, Dee Rees y Travis Beacham, entre otros), y muchos llevan como nombre el título del cuento que están versionando. Esto es importante, ya que si bien los guiones son bastante fieles a los textos originales, hay pequeños cambios que producen un mayor acercamiento al espectador de este siglo. Uno de los ejemplos más significativos es el del capítulo “Kill All Others”, basado en el cuento “Hanging Stranger”, de 1953, que imagina la pulsión de matar a los otros causado por un insecto alienígena, mientras la serie ubica el mensaje como parte del panfleto político de la única candidata de una nueva democracia mexicano-estadounidense. Los medios y el control tienen un lugar protagónico en la antología, y parece como si la serie hubiera podido tomar la posta de una Black Mirror desinflada tras la compra de Netflix.

Para quienes dicen que la ciencia ficción está muerta, tenemos a Geraldine Chaplin (“Impossible Planet”), Timothy Spall (“The Commuter”), Anna Paquin (“Real Life”), Steve Buscemi (“Crazy Diamond”), el propio Bryan Cranston (“Human Is”), Vera Farmiga (“Kill All Others”) y muchas otras figuras de gran valor, dando vida a los personajes que Dick solía delinear torpe y rápidamente en su apuro por producir todo lo necesario y así no solo publicar, sino sobrevivir. A diferencia del formato original en el que la mayoría de sus historias vieron la luz, los pulps, la serie de Amazon se toma el tiempo necesario para contar cada una. Quien suscribe se ha tomado a su vez el tiempo para verla. Me llama un poco la atención no haber visto grandes repercusiones de esta serie, porque si bien no todos los capítulos son excelentes, conforman una media alta para las producciones visuales a partir de las historias de Dick, entre las que encontramos maravillas como Blade Runner de Ridley Scott.
Philip Dick fue un escritor (y una persona) especialmente preocupada por la fragilidad de aquello que llamamos “realidad”. Siempre sintiéndose perseguido, observado, dueño de una verdad que nadie más podía ver, vivió y escribió la mayoría de sus textos. Esas ideas cruciales sobre la existencia y la otredad se recuperan como pesadillas/sueños que son eléctricos por lo falso, artificial, pero también porque son capaces de sacudirnos como descargas. Imposible hacer maratón de una serie como Philip K. Dick’s Electric Dreams, cada capítulo necesita un tiempo de decante particular.

Telepatía, viajes al espacio, realidades paralelas, chips de vigilancia, clonación, motivos que no son nada novedosos aparecen de la mano de Dick y de la serie, presentando nuevos motivos para inquietarnos. Si nada es lo que parece y tu padre puede ser un alien que tomó su forma, o tu realidad virtual puede ser en realidad tu vida, o una fábrica puede fabricarse a sí misma, o tu vecino puede ser un otro al que hay que eliminar para permanecer a salvo, no nos queda otra que la paranoia, la locura o la amarga aceptación. Aunque a veces también aparecen la lucha y la rebelión. ¿Qué haríamos en esos escenarios de pesadilla que tanto no se diferencian de nuestra realidad? Los personajes de Dick, completamente humanos, van resolviendo como pueden esas existencias frágiles, poniendo en escena nuestros propios miedos e inseguridades acerca de lo que nos rodea y quiénes somos en relación con eso que llamamos realidad.