Los amigos del anillo: cuando pega el aislamiento

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Cuando el aislamiento comenzó y se fue extendiendo a lo largo del mundo nadie imaginó que iba a durar tanto. De un momento a otro, las distancias dejaron de importar. Más allá del huso horario en el que cada uno se encuentre, se volvió irrelevante estar en Roma, Madrid, Barcelona, Buenos Aires, Montevideo, Santiago o Brazzaville. Todos nos estábamos en casa, encerrados. Los más afortunados, con la posibilidad de continuar con nuestro trabajo. Estábamos lejos, pero a la vez era más fácil que nunca estar conectados de alguna manera.

Y sí, Brazzaville es la capital del Congo. Hace mucho que espero la posibilidad de poder mencionarla en algún artículo y hoy la metí. Soy muy feliz.

El asunto es que, al igual que muchas artes y disciplinas, el cine ha sufrido esta pandemia por dos ángulos diferentes: los rodajes se detuvieron casi a nivel global y las salas se vaciaron. Ni producción, ni consumo. Las plataformas de streaming hicieron su negocio, e incluso plataformas más periféricas, como YouTube o Vimeo on demand, se volvieron frecuentes. Por supuesto, esto solo vale para el sector privilegiado de nuestra sociedad que puede acceder a ellas y tiene donde dormir.

En Argentina la situación es muy problemática. Los técnicos audiovisuales son jornaleros que viven al día con empleos discontinuos. El contexto de la mayoría de los actores y actrices que viven de su profesión no es muy diferente: se sostienen con los rodajes, el teatro o las clases y talleres de actuación. Todo esto está frenado.

Las ayudas del Estado no han llegado o lo han hecho tarde. El sector ya venía muy vapuleado durante los últimos dos años y este parate es fulminante.

En este escenario, no solo en Argentina, sino en diversos lugares del mundo, artistas de diversas disciplinas piensan en generar contenido original a partir y a pesar del aislamiento. Nuevas formas de teatro, de espectáculos musicales y, también, de producciones audiovisuales. Este último es el caso de la nueva obra de Diego Labat y Agustín Ross Beraldi, dos cineastas multirubro de la fauna independiente local, que decidieron emprender a distancia su tercera película: Los amigos del anillo, filmada por completa durante la cuarentena.

Lo bueno de hacer las cosas primero y en el durante es que se llega antes de que el fenómeno se agote y nos sature. De seguro en los próximos años habrá muchísimas películas sobre el tiempo en el que vivimos encerrados. Arriesgo que la mayoría no me gustarán. Por suerte, no es el caso de Los amigos del anillo, una comedia muy divertida que mantiene el sello de sus directores y que se anima a tocar varias cuestiones con un aparente velo naif, pero con bastante subtexto por detrás.

Uri (Ramiro Delgado) y Lucas (Andrés Ciavaglia) son dos compañeros de trabajo que a partir del aislamiento comienzan a conocerse un poco más. La soledad de Uri, su deseo de tener amigos y una pequeña mentira serán la punta de lanza que desembocará en una intrincada conspiración vinculada con la pandemia, el aislamiento y su trama política. Sí, ya sé, parece el discurso de un anticuarentena frente al móvil de C5N, y en parte esta es una de las tantas aristas que aborda la película. Labat y Ross Beraldi se sienten cómodos trabajando la comedia y la ternura de sus personajes, en eso Los amigos del anillo remite a sus anteriores producciones: La Máquina que escupe monstruos y la chica de mis sueños y Érase una vez en Buenos Aires, siendo esto lo que mejor funciona en la película.

El resto del elenco lo componen participaciones especiales de varios intérpretes, muchos de ellos, bastante reconocibles de nuestro cine nacional: Agustina Peláez, Darío Barassi, Verónica Intile, Fabián Arenillas, Anahí Ribeiro y Berta Muñiz.

Todos los actores y actrices debieron grabarse y tomar el sonido de sus tomas por su cuenta, recibiendo diferentes asesorías de los restantes miembros del equipo técnico y las indicaciones de los directores. Esto quizá no le diga nada a quien no tiene una experiencia muy cercana a lo que implica hacer una película, pero realmente es algo muy complejo y difícil de congeniar. Que no se note es también uno de los méritos en esta comedia.

La película está disponible para ver mediante la nueva plataforma de Alternativa teatral desde mañana, sábado primero de agosto. Tiene una pequeña gorra virtual para quien desee colaborar con todos aquellos que la hicieron.

Es muy probable que de acá a unos años los relatos sobre la pandemia nos tapen. Mejor aprovechar ahora con una propuesta de nuestro cine nacional que todavía es fresca, original y divertida.