Reseña: Hunters

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En febrero, exclusiva de Amazon, se estrenó una serie que tenía todo para dar que hablar. Una premisa jodida y llena de visceralidad con uno o varios lugares comunes en esta época, un protagonista juvenil de cierta fama acompañado de una superestrella del cine de todos los tiempos y, alrededor de ambos, un muy sólido cast. Todo acompañado de un presupuesto de producción altísimo para recrear una época a la cual los creadores americanos siguen regresando. Un arranque muy fuerte que da lugar al cierre de una primera (y última?) temporada discreta.

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Jonah Heidelbaum (Logan Lerman, el pibito de Percy Jackson y Perks of Being a Wallflower) es un joven americano judío que sobrevive a duras penas en la Nueva York criminalizada de fines de los 70. El primer plano de él en la serie nos lo muestra saliendo del cine con sus dos amigos. Había ido a ver Star Wars (hay algo profético en esto, pero es un spoiler). Al salir, discute con sus amigos sobre personajes de cómics y sobre cuán copado es Vader (sigue la profecía). Jonah es evidentemente un nerd.

A la vez, se nos cuenta la otra historia principal de la serie. La de su contraparte, el neonazi americano Travis (Greg Austin, al que algunos habrán visto en un spin off de Doctor Who) y cómo pretende crecer dentro de la organización que construye una gran conspireta de la cual Johan aún no sabe nada.

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Esa misma noche, la abuela de Jonah es asesinada. Un misterioso amigo de ella, el magnate Meyer Offerman (Al Pacino), tiende su mano al joven Jonah para ayudarlo a descubrir quién mató a Ruth (Jeannie Berlin), y por qué.

Una trama se desarrolla frente a los ojos de Jonah, en Estados Unidos hay nazis. Y Meyer, con un pequeño grupo de personas, los está cazando.

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Las razones de cada “superhéroe” a las órdenes de Meyer son en principio flojas de papeles o un misterio absoluto. Pero tienen su rol lógico. La asesina, el soldado, el estratega, el gracioso que sabe disfrazarse, los ingenieros. Jonah, con ánimos de venganza, se une al grupo como un experto en resolver puzles. No hay mucho background para esto realmente, así que avancemos.

Del otro lado, Travis sube y baja en el aprecio de la Coronel (Lena Olin), que como toda villana, maltrata a sus subalternos y los psicopatea.

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En medio de los nazis se encuentra Biff Simpson (Dylan Baker), el nazi que más arriba ha llegado en la administración Carter y es necesitado por la Coronel para lograr aprobar una misteriosa ley de sanciones a las importaciones con América. Este subplot y ciertos cortes humorísticos que rompen la cuarta pared y se dan en casi todos los capítulos (hay dos con los que reí a carcajadas) son una suerte de alivio y balance a todo lo doloroso que relata la serie cuando recrea Auschwitz mediante flashbacks de calidad un tanto dispar.

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Y por si todo esto fuera poco, tenemos otra protagonista, la agente del FBI Millie Morris (Jerrika Hinton, ex Grey’s Anatomy), que por ser mujer y afroamericana (y lesbiana) es menospreciada por su jefe que le da un caso que tangencialmente termina uniéndose con la conspiración. Los plot twists que desata esta decisión son tan ridículos, y el personaje en general es tan molesto y decididamente mal escrito que prefiero no apuntar a ellos nunca más por el resto de la reseña. Solo hay que decir que todas las pésimas decisiones que toma el personaje tendrían un 10% más de sentido si en vez de ser mujer, afro y lesbiana, fuera hombre, blanco y cisgénero.

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El derrape hacia el final de temporada de Hunters tiene mucho que ver con la relevancia de este personaje, pero también con un plot twist que se avecinaba desde el capítulo uno o más aún, desde la elección del cast.

Aun así, el camino hacia ese final otorga muchos puntos interesantes.

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La Operación Paperclip mediante la cual los organismos de inteligencia yanquis ingresaron científicos nazis a América fue algo totalmente real. Sin embargo, para la época que narra Hunters, este hecho no era desconocido. Los más memoriosos recordarán que el Dr. Strangelove de la película homónima era uno de estos científicos. Hay una decisión extraña entonces en no ubicar la serie en el espacio temporal de los 60, pero tal vez esto hubiera jugado en contra de otros aspectos más importantes para los realizadores, como utilizar ciertos momentos históricos reales como el apagón de Nueva York de 1977. Probablemente, la inclusividad haya jugado fuerte siendo Jordan Peele (Us, Get Out) uno de sus productores ejecutivos, y fines de los 70s era una época con un poco más de margen para incluir diferentes etnias y sexualidades sin perder realismo. Tiene sentido en una serie que intenta retratar los horrores del nazismo y que en definitiva intenta trazar un paralelo –algo esquivo– con la sociedad actual.

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Hunters tuvo una campaña de marketing brutal sobre todo centrada en la presencia de Pacino que, para ser honestos, hace casi 20 años que actúa para cambiar el mobiliario de sus castillos y ni en pedo le interesa meter un peliculón. Como su compadre De Niro, ya están totalmente en otra y nadie puede decirles nada. Se lo ganaron. En Hunters, Pacino para variar tiene sus momentos “Perfume de Mujer”, pero en general, está bastante comedido aunque el acento judío se le vaya un poco de las manos.

Era imposible no hacer la campaña de marketing alrededor de él, y a diferencia de algunas películas en que está en medio del póster pero actúa cinco minutos, en Hunters, Al Pacino es todo un protagonista en su rol de Bruce Wayne o “Profesor X”, como le dice Jonah en un momento que la serie decide inteligentemente poner luz sobre el tropo y sacarse de encima de antemano las comparaciones.

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Quizás la idea detrás de Hunters era más interesante y atractiva que su ejecución poco uniforme, que salta de gran plot a nazi de la semana con poca coherencia. El personaje de Jonah, que es un poco el espectador y el último en entrar al grupo de cazadores, tiene una evolución clara desde el guion pero llena de huecos en lo que se muestra que al final del día, en un medio audiovisual, termina teniendo más relevancia.

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Como muchas otras series con enorme presupuesto (se me ocurre Watchmen, y también The Morning Show), Hunters bien podría no tener una segunda temporada y, aunque con cabos sueltos, no estaría mal. La segunda temporada está en veremos por la controversia y críticas que recibió la serie de parte del “Nuevo Orden Mundial”. No, mentira. Recibió críticas de sobrevivientes del Holocausto e incluso de la USC Fundación Shoah (la que creó Spielberg) por su fallida caracterización de los campos de concentración y otras liviandades de guion un tanto polémicas.

En general, Hunters cumple con entretener y mezcla efectivas dosis de solemnidad y tristeza con pasos de comedia como en otros buenos productos de creadores de la colectividad. Sin embargo, los ridículos plot twists, una segunda mitad que va cayendo y un final un poco impresentable le bajan bastante el puntaje a lo que podría haber sido realmente un producto ejemplar.