Reseña: Space Force
Las razones de la existencia de Space Force son más financieras que artísticas. El año que viene, Netflix pierde los derechos de emisión de la versión yanqui de The Office que vuelve a manos de NBC para ser emitida hasta el hartazgo (a quién engaño, nadie se va a cansar nunca de The Office) en su propio servicio de streaming “Peacock”. La jugada entonces fue inteligente, agarrar a dos de los cráneos de The Office como Greg Daniels (también productor de los mejores años de Los Simpsons, y King of the Hill) y Steve Carell, darles un montón obsceno de dinero y decirles que hagan lo que se les cante. El resultado es Space Force.
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Mark Naird (Carell, canalizando las virtudes de Michael Scott y casi ninguno de sus defectos) es un reciente “Four Star General”, que son básicamente los que dirigen las diferentes fuerzas militares. A Naird lo destinan a la recién creada rama espacial, un sector que el presidente (al cual jamás nombran, pero sabemos que es Donald) considera de especial importancia porque “en el espacio está internet”. Paréntesis acá para señalar que todo esto retrata hechos de la vida real. A mediados del 2018, Trump anunció la creación de la Fuerza Espacial, con el fin de volver a poner astronautas en el espacio y defender sus satélites, situación que sucede al dedillo en la serie, en tanto hay un fast forward de un año que ocurre en el primer episodio. Fin del paréntesis.
Naird es un hombre de unos cincuenta y largos, ex fuerza aérea, combatiente y veterano de guerra condecorado, que está casado desde siempre con Maggie (Lisa Kudrow, tan acertada como siempre), y tienen a Erin (Diana Silvers), la típica hija adolescente insufrible que ningún escritor hombre en el mundo sabe escribir y, aunque actúa muy bien y comparte muy buenos momentos con Carell, ojalá que en la segunda temporada nos eviten este remanido tropo. Ninguna de las dos está feliz con la mudanza a un pequeño pueblo en el medio de la nada donde Naird ha sido destinado para liderar esta novedosa fuerza que en principio todos (incluso sus subordinados) toman en joda, y es por eso que Naird hará todo lo posible para hacerla funcionar, chocando en cada episodio con su amigo y jefe científico el Dr. Adrian Mallory (un excelente y contenido Malkovich) y el resto del equipo de ciencia en el cual destaca el Dr. Chan (Jimmy O. Yang, al cual recordarán de Silicon Valley) que tiene un inicio semi romántico con la capitana Ali (Tawny Newsome).
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Cada episodio, a grandes rasgos, pone a Naird a intentar resolver contrarreloj un conflicto diplomático espacial para estar en paz con el presidente. Al ser un militar de carrera, sus soluciones chocan frontalmente con las usualmente acertadas y centradas opciones que propone Mallory, con el cual tiene una relación similar a la que tienen Leslie Knope y Ron Swanson en Parks & Rec, sobre todo por las visiones sobre el rol del Estado. Por supuesto que con diferencias contextuales. Mientras Swanson es un libertario de derecha, Mallory es más bien un cínico pacifista. Knope y Naird, aunque tal vez críticos de sus superiores, nunca ponen en duda su propio rol dentro de la jerarquía y la importancia de lo que proponen o les es indicado. Otra vez las diferencias contextuales. Leslie Knope era la directora de una pequeña sección de una intendencia durante un gobierno que apoyaban, lo que es vastamente diferente del rol que le toca a Naird, muchísimo más arriba en la cadena alimenticia de poder, y a las órdenes de un demente que la serie, con todos sus chistes hacia la investidura presidencial, elije no castigar donde más corresponde, que es en los hechos.
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Y esto es porque Naird es partes iguales Leslie y Michael Scott. El gerente de la rama Scranton es un convencido de su tarea para con su empresa. Y Mark Naird –militar de carrera– también. La cuestión de “esto es una taradez”, les dura medio capítulo. Una serie en que los personajes no intenten al final hacer lo mejor iría en contra de la narrativa que tanto Daniels como su co equiper Michael Schur, ausente en Space Force, han llevado a cabo en todas sus series, a saber: The Office, Parks and Rec, Brooklyn 9-9, The Good Place. Y entonces, lo que en principio es una crítica a la locura de un demente como Donald Trump termina a la vez siendo un elogio del sentir (capitalista) americano y del accionar patriótico, no importa cuál sea la tarea.
Para aliviar un poco la mirada que exponen al principio, nos muestran que la Space Force tiene a cargo numerosos experimentos científicos que requieren presupuesto, y ahí mismo aprovechan para pegarle al Partido Demócrata y dos de sus figuras más prominentes, la derechosa Nancy Pelosi (Pitosi en la sátira) y la más progre de izquierda Ocasio Cortez (Ysidro-Campos), reducidas ambas a caricaturas. No vaya a ser que pierdan espectadores republicanos sensatos y amantes de John McCain. No vaya a ser (2) que para el resto del mundo no nos parezcan más o menos lo mismo pero con diferentes publicistas.
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De momento Space Force no es ninguna serie directo al Emmy. Tiene momentos muy cómicos pero son de excepción porque la fuerza detrás no es exclusivamente la comedia, sino la construcción de una sátira “dramedy” sobre un hecho real, interpretada casi en su mayoría por actores destacados en la comedia como Carell, los nombrados Newsome y Yang, Ben Schwartz, (Jean Ralphio en Parks & Rec y en Space Force, una mezcla de Jean y Tom, el personaje de Aziz Ansari), Kudrow, y numerosos secundarios conocidos como Patrick Warburton, Jane Lynch, Diedrich Bader, Roy Wood Jr., y muchos más. Hay una buena idea detrás, y una sospechosa ausencia de “cringe factor” que es importante destacar porque Carell ya ha hecho demasiados papeles importantes en el cine como para terminar siempre en lo mismo. Desde el fin de The Office estuvo en los casts de una decena de películas oscarizadas, demostrando que tiene un rango muy amplio. Lo que no queda tan claro es su rol en la serie de Amazon, Morning Show, pero todo parece indicar que lo suyo era reducido exclusivamente a una temporada.
Netflix hizo una apuesta fuerte con Space Force, otorgándole el presupuesto suficiente como para permitir planos bien amplios y el CGI suficiente (y de buena calidad lo que es aún más sospechoso) para filmar despegues de cohetes, caminatas lunares y la construcción de sets inmensos. El fin de la primera temporada, en una nota muy abierta, sugiere una segunda temporada compleja que se aleja un poco tal vez de la comedia que prometían los tráileres. No estoy seguro de cuál sea el mejor camino, pero me dejó el suficiente buen gusto como para prepararme a seguirlo.