Reseña: ¿Quién mató a mi hermano?

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¿Quién mató a mi hermano? se estrenó en el Cine Gaumont, el 26 de setiembre del 2019. La película reconstruye el caso de Luciano Arruga, desaparecido en democracia, con material en vivo y relatos de familiares, vecinos, amigos, especialistas en criminología y militantes a favor del esclarecimiento. También con un interesante cúmulo de material de archivo, fruto de una intensa investigación.

En el día de su estreno, Lucas Scavino, director de la película junto a Ana Fraile, expone sintética y claramente los contenidos y propósitos de la película:

“La película recorre todo el trabajo de Vanesa y el grupo de familiares exigiendo saber qué pasó con Luciano desde su desaparición el 31 de enero del 2009 hasta que encuentran sus restos enterrados en el cementerio de la Chacharita, el 17 de octubre del 2014. La película, también, transita otras líneas de relato, no solamente esa, hay por ejemplo un juicio al teniente Diego Torales por hostigamiento y torturas a Luciano, cinco meses antes de su desaparición; hay un viaje de reclamo, y de presión, en última instancia, al Estado Argentino, a Ginebra, a la Comisión por los Derechos del Niño de la ONU. Hay, también, un tránsito nocturno por el espacio de Lomas del Mirador, del barrio 12 de Octubre y de la General Paz que, de alguna manera, es como una hipótesis de recorrido que Luciano habrá tenido en esa noche de su desaparición y su muerte”.

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Scavino y Fraile administran la información obtenida en la investigación y el registro, como suele hacerse en un film policial, clarificando una cronología, no del todo lineal, con oportunas placas informativas. Así, el relato se va armando como si se tratara de un intrincado puzle.

Desgraciadamente, la desaparición forzada de personas no es una franquicia exclusiva de las dictaduras antidemocráticas y usurpadoras del poder popular, sino que, en algunas ingratas ocasiones, aparece como un recurso espurio para grupos violentos que actúan enmarcados en instituciones de la república democrática, provocando despropósitos, como el luctuoso hecho que se llevó la vida de Luciano. Como agravante, las leyes internacionales que encuadran la situación de los derechos humanos, en países como el nuestro, tornan todavía más violatoria la situación a la que son sometidos tanto las víctimas como sus familias.

Luciano Arruga tenía dieciséis años cuando desapareció el 31 de enero de 2009, tras haber sido detenido por la policía bonaerense en su localidad natal, Lomas del Mirador, partido de La Matanza. Su entorno familiar y de amistad tuvo que enfrentar al poder judicial, policial y político, con la esperanza de encontrarlo. Pese a las numerosas adversidades y violencias que sufrieron en ese intento, lograron avanzar hasta una parte reveladora de la verdad sobre el desgraciado destino de Luciano.

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¿Para qué hacer, entonces, una película sobre el tortuoso recorrido de una familia, sencilla y normal, como la de Luciano, en busca de verdad y justicia?

Al respecto, explicó su hermana Vanesa Orieta, con una claridad cristalina, el mismo día del estreno de la película:

“Bueno para nosotros es muy importante que la causa de Luciano pueda ser vista en los cines, seguramente por un público diferente al que nosotros podemos llegar a través de nuestras actividades, de nuestra organización, de nuestra lucha; es en el ejemplo del hecho de Luciano, poder visibilizar una problemática; la problemática de represión estatal que sufren las pibas y los pibes en los barrios. Es al mismo tiempo poder mostrar el largo recorrido de una familia para poder acceder a la verdad y a la justicia, recorrido que también hacen muchas otras familias en diferentes puntos del país. Me parece que en ese sentido es un material muy contundente, muy emotivo, que bueno, deja ver eso: el largo recorrido de una familia, el desgaste que nos provocan cada vez que tenemos que tocar la puerta de una oficina del Estado, para poder lograr un pequeño avance en la causa… para nosotros es esto también, poder mostrar que la causa lleva diez años y que hace diez años está en etapa de instrucción y que de esta manera los familiares no podemos acceder a la justicia claramente y que nos van provocando un desgaste que termina liquidándonos en vida. Esa es la síntesis…”.

¿Quién mató a mi hermano? es el título del documental y también la pregunta que se hace Vanesa, convirtiéndola en la protagonista y portadora del punto de vista de la narración. Aguerrida y tenaz, la hermana mayor de Luciano impresiona con su discurso súper claro y por su indudable perseverancia.

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Como lo han manifestado sus responsables, la película se propone transmitir al público (conocedor o no del caso del que trata) el dolor que causan a los familiares de las víctimas, tanto la crueldad del sistema político y judicial, que se niega a reconocer la tragedia, como la verificación de que han sufrido la injusta pérdida a causa de la brutalidad de las fuerzas policiales que, se supone, están para protegernos.

Mostrar el recorrido que hacen los protagonistas para saber qué pasó con Luciano, con imágenes y sonidos, es para los directores la posibilidad de masificar su mensaje y sensibilizar a la audiencia, además de denunciar públicamente que la causa en la justicia lleva diez años en instrucción, y sin avances en la investigación, a pesar de que un policía ya fue condenado por haber torturado a Luciano, tan solo cinco meses antes de su desaparición.

Y todo esto que se ha dicho se logra en buena medida, y es en esa interacción, donde se sustenta el valor de la película (cumpliendo con creces las expectativas de Vanesa), ya que en el choque del público espectador con esta historia de Luciano y su injusticia toma cuerpo la narración e impregna la conciencia de buena parte de la comunidad.

El documental puede verse en CineAr estrenos por $30 pesos.

 

Ana Fraile (1975, Buenos Aires) se formó como guionista en la EICTV, Cuba. Dirigió el documental Un fueguito, la historia de César Milstein (2010).
Lucas Scavino (1972, Buenos Aires) estudió en la FUC y se especializó en montaje con Miguel Pérez. Dicta cursos en la EICTV y en nuestro país en la UNA, UNTREF y ENERC.