Buscando justicia: dura pero justa.
Just Mercy (o Buscando justicia, como se la conoció en Argentina) es una de esas tantas películas que se guardan y estrenan en la temporada de premios norteamericana pero que pasan de largo sin demasiado run run. Al igual que The Report (sobre la que ya escribiera aquí el querido Hernán), este film tenía bastante Oscar Bait y al final no ocurrió nada con él.
Veamos:
- Es un drama de personajes.
- Está basado en una historia real.
- Trata sobre la lucha por una “causa justa”.
- Se afirma sobre varios temas “liberales/progresistas” que entran dentro de la llamada “corrección política”.
- Tiene actores de moda en Hollywood (Brie Larson, Michael B. Jordan) y algunos que ya son viejos conocidos (Jamie Foxx).
- Y está dirigida por un director joven en ascenso, con cierto renombre en el circuito indie (Destin Daniel Cretton).
Es llamativo entonces que la película haya pasado sin pena ni gloria. En nuestro país tampoco pasó demasiado con su estreno, dado que llegó a finales de febrero, justo antes de que el COVID-19 nos alejara por tiempo indeterminado de las salas. Tengo que decir que me sorprendió la mala recepción que tuvo la película en la crítica local.
Pensándolo mejor: está bien, son los mismos que después le ponen un nueve a una película nacional que no pega dos planos porque son amigos del director o se comen algún canapé cada tanto en un evento. Me retracto, no estoy tan sorprendido. Qué bueno además que acá no ponemos puntaje.
Volviendo a Just Mercy, debería decir que, como si fuera una de esas películas de finales de los 80 y principios de los 90 basadas en alguna novela de John Grisham, el film es un precioso exponente de ese subgénero casi extinto que se ha denominado courtroom drama o drama legal. Cretton cuenta la historia del abogado Bryan Stevenson (Michael B. Jordan), quien luego de egresar de Harvard decide mudarse a Alabama para defender a personas encarceladas erróneamente. Para lograr su cometido Stevenson une fuerzas con Eva Ansley (Brie Larson), una trabajadora social y activista local.
Juntos, ambos personajes abren la pequeña oficina de la ONG Equal Justice Initiative y la voz rápidamente se corre por ahí. Recuerden, estamos en el sur de Estados Unidos, ese mismo de la locura de Tiger King, los rednecks y el esplendor trumpista. Si hay un homicidio, un robo o una violación, lo primero que pregunta esta gente es: ¿quién fue el negro que lo hizo?
Bryan y Eva son entonces mal vistos, por la policía, por el fiscal de distrito y por el pueblo. Vienen en definitiva a cuestionar el poder y a mezclarse con la peor escoria de la población carcelaria: las personas que están en el corredor de la muerte esperando ser ejecutadas. Acá es cuando la película termina de encausar su conflicto y nos presenta el caso de Walter McMillian (Jamie Foxx), un hombre afroamericano acusado y condenado por un terrible homicidio. Walter y su familia dicen que él no fue. Múltiples testigos lo ubican en otro lugar de los hechos, pero nada parece importar. El testimonio de otro ex convicto lo condena sin otro sustento.
Sobre esto último me gustaría tomarme una pequeña licencia. Como decía más atrás, leí algunas críticas que decían que la película recurría demasiado al golpe bajo y que buscaba agigantar el escenario dramático en la búsqueda de forzar la empatía del espectador. Es probable que en algunos fragmentos esto pase, ahora bien, en lo relativo al caso judicial, no hay exageración alguna. El sistema penal es extremadamente selectivo y deficiente. No hablemos de Argentina para no tocar las fibras sensibles del cacerolero en contra de la salida masiva de presos que no existió ni existirá, vayamos al propio ejemplo estadounidense. Hace unas semanas Netflix lanzó una serie documental financiada por la ONG Innocence Project que hace un trabajo muy similar al de la organización de Stevenson. A lo largo de sus episodios el documental demuestra algunos de los errores groseros más importantes que suelen cometerse en los procesos penales (tomar como concluyentes pericias que no lo son, la fiabilidad de los testimonios, etc.). No es nuevo ni sorprendente para quien conozca del tema, pero quizá para quien no esté demasiado empapado del asunto, puede ser útil para informarse y ver que en ese aspecto la película de Cretton no falta a la verdad. El sistema funciona mal para la población afroamericana y los discrimina con la misma vehemencia e ilogicidad que muestra Just Mercy. Como dice el meme de Los Simpsons, la película es dura pero justa.
Volviendo a la trama entonces, Bryan y Eva comienzan una investigación paralela para demostrar ante la justicia el error que cometieron y evitar que McMillian sea ejecutado. En el medio el abogado debe convencer a su defendido de que no es un chantún más prometiéndole espejitos de colores y que verdaderamente está interesado y comprometido con ayudarlo. La historia es en ese punto también sobre el origen de una larga amistad entre estos dos personajes.
A nivel actoral Jordan demuestra que es un intérprete multiterreno, sólido en todas sus facetas. Lo mismo ocurre con Larson, Foxx y el resto de los secundarios entre los que se destacan Rafe Spall como el fiscal Tommy Chapman y el hermoso y siempre adorable O’Shea Jackson Jr. como el compañero de celda de Walter.
Desde lo técnico la película es una narración clásica de inicio a final. Toda la puesta en escena está al mando de la narración y su desarrollo dramático. Cretton demuestra mucho oficio para manejar el tono de la película y, si bien es cierto que recurre o parece recurrir a ciertos golpes bajos muy puntuales en pos de un efecto como algunos sostienen, creo que son correctos para lo que se pretende lograr en el espectador y que en este caso encuentran un sustento político desde lo discursivo.
En lo personal disfruto mucho de estas películas, sobre todo cuando logran demostrar con solvencia el manejo de la maquinaria judicial. Por supuesto Just Mercy no va a cambiar en nada el mundo y las personas seguirán siendo encarceladas erróneamente a lo largo de los años, pero no deja de tener un fin loable y de hacerle justicia al trabajo que ha desarrollado a lo largo de todo este tiempo Bryan Stevenson. Por otro lado, desde lo cinematográfico, que cada tanto Hollywood haga alguna como las buenas de antes también me da una cierta esperanza en que no todo está perdido.
En resumen, mi querido lector, no le haga caso a todas las críticas y mire Just Mercy, que vale la pena.