Procuro olvidarla: Quién te cantará
Escribo este artículo en el contexto de la pandemia por el coronavirus, asumiendo que, pasados los años, nos acordemos de este momento, así como lo hacemos en relación con otros hitos significativos, como las guerras, desastres naturales (volcanes, tsunamis, terremotos, etc.).
En general, nos acordamos qué estábamos haciendo cuando sucedió ese fenómeno, así se haya dado en un momento determinado o haya sido progresivo, como lo está siendo en este caso.
Estaba en la facultad, cuando cayeron las torres gemelas. De casualidad, para la clase de Filosofía, que iba a empezar, habían llevado un televisor al aula, para que viéramos una película. El televisor estaba prendido y fue por esa situación fortuita que pudimos ver la caída de la segunda torre en vivo.
Recuerdo cada comentario de mis compañerxs de la facultad, cómo nos paramos en las sillas para poder ver la pantalla, el viaje en el colectivo de vuelta a mi casa y otros detalles sin importancia; sin embargo, al día de hoy, no puedo acordarme con exactitud si estábamos por ver La Batalla de Argel u otra película, tampoco recuerdo si la vimos o no, pasada la noticia del momento. Evidentemente, la espectacularidad de la situación había borrado todo otro estímulo que ingresó a mi sistema ese día.
La pandemia viene avanzando desde hace meses (habiendo comenzado como epidemia) pero nuestras vidas seguían sin mayor alteración de este lado del hemisferio. Sin embargo, hace menos de una semana, empezaron las medidas que alteraron nuestra vida cotidiana, las pantallas se llenaron de la palabra “coronavirus” en los zócalos, de gráficos estadísticos georeferenciados, de infografías sobre lavado de manos y formas correctas de estornudar.
En ese contexto, vi Quién te cantará, de Carlos Vermut. Quizás en unos años, la recuerde como aquella película que vi durante la pandemia del coronavirus o quizás solo recuerde la pandemia y la película quede borrada para siempre, como aquella que iba a ver el día de las torres gemelas.
En ese contexto escribo acerca de una historia de mujeres que comparten sus dolencias, de diferente manera, cada una con su matiz.
Lila Cassen (Najwa Nimri) es una cantante española consagrada, pero quien hace diez años no se presenta en vivo debido a alguna suerte de trauma o impedimento emocional. Violeta (Eva Llorach) es madre soltera de Marta (Natalia de Molina), una joven inestable y abusiva. Violeta trabaja en un karaoke y aprovecha ese espacio para interpretar las canciones de Lila, su cantante favorita. Lila y Violeta comparten diferentes matices de un mismo color.
Justo antes de comenzar la primera gira musical después de diez años de encierro, Lila sufre un accidente que le provoca amnesia parcial, lo cual pone en riesgo su presentación al no recordar sus propias canciones y tampoco su forma de interpretarlas con bailes y modismos.
Por este motivo, Blanca (Carme Elias), su fiel asistente, quien cumple casi un rol de madre y protectora, decide reclutar a la fan N° 1 de Lila para que la ayude a preparar el acto para su gira.
El encuentro entre la figura y la mujer de a pie dará lugar a que cada una se vea reflejada en la otra, en especial en sus zonas más oscuras.
La opacidad persigue cada escena, haciendo contraste con los ambientes amplios y luminosos de la mansión de Lila, donde transcurren sus encuentros. En un ambiente de lujo no hay sino sufrimiento, por parte de la estrella y de su admiradora. El brillo de los vestidos de Lila no logra iluminar el gesto adusto que rompe la pantalla.
Del otro lado del espejo, a Violeta también la persigue una nube que pareciera disiparse para dejar de atormentarla pero que, al tiempo vuelve a acumularse para caerle con todo y dejarla abatida. Marta es la ráfaga inestable que altera todo lo que está a su alrededor, en especial a su madre.
Sin embargo, tanto tormento retratado de manera impecable a través de la mano magistral de Eduard Grau en la fotografía y Alberto Iglesias en la música no llega a conformar un drama que genere empatía ni rechazo, y queda a medio camino, sin impactar.
Será que el COVID-19 ya impactó suficiente como para obnubilar todos mis sentidos o que Quién te cantará no termina de atrapar a pesar de partir de una buena premisa.
Lo sabré en algunos años.