Los Miserables: ningún pibe nace chorro

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Ningún pibe nace chorro, algunxs entendemos que los fabrica este sistema de desigualdades sociales que se nutre oprimiendo a lxs desposeídxs, a lxs eslabones de la cadena más prescindibles para ellxs. Dejando de lado la Torre Eiffel, Versalles y cuanto ícono francés tengamos, de la idea de orden, progreso y educación que tenemos de los países europeos, aparece Ladj Ly con su ópera prima para mostrarnos esa Francia suburbana, su realidad, esa realidad incómoda que el director quiso mostrar y no sale en ninguna guía turística.

Los Miserables es un thriller policial cuya primera mitad nos puede recordar a Día de entrenamiento (2001, Antoine Fuqua).

Stephane Ruiz (Damien Bonnard) llega desde Cherbourg para sumarse a la Brigada Anti-Criminalidad, dirigida por Chris (Alexis Manenti) y acompañado por Gwada (Djebril Zonga). En su primer día de trabajo, los veteranos mostrarán a Stephane cómo hacen las cosas ellos, tras 10 años en las calles de los suburbios de Montfermeil donde la praxis y los modos de los policías rozan lo ilegal y cuestionable. Tras el robo de un león cachorro a un circo itinerante gitano, se prende una mecha que amenaza estallar en cualquier momento. En el intento por recuperar al cachorro, dan con el captor: Issa (Issa Perica), un niño de 13 años dejado a su suerte e inquieto, que constantemente se mete en problemas hurtando. Por accidente o mejor impericia, le dan de lleno un balazo de goma en la cara. Al descubrir que un dron grabó el hecho, los policías buscarán el video para salvar sus reputaciones cruzando varias barreras éticas y morales.

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Ladj Ly muestra de una forma natural y fluida las calles de esta periferia parisina. Con varios trabajos en el área documental, esta forma de narrar se puede apreciar toma a toma con una construcción social loable del entorno, dándole entidad al espacio. Los edificios sin mantenimiento, la basura y suciedad en las calles y las esquinas, niñxs revoloteando aquí y allí jugando al fútbol en descampado de tierra o tirándose en trineos improvisados con tapas de basureros nos hablan y muestran de forma natural la marginalidad de estxs ciudadanxs (muchxs inmigrantes y varixs ilegales) y el olvido en que los tiene el Estado.

Otra cosa destacable es el uso del dron. Si bien se vuelve parte de la trama, los planos generales hechos con dron nos dan una visión particular y efectiva de un suburbio olvidado por lxs dirigentes. Puede sonar a poca cosa, o que me sorprendo con poco, pero al ver tantas y similares tomas recorriendo la 9 de julio para mostrar el Obelisco esto me pareció magnífico.

La interpretación de Bonnard rompe el molde: la transformación de su personaje es el eje de la película, es la brújula moral del grupo y quien dice “es suficiente”, aunque de manera tibia al principio. Desde la inseguridad por ser el nuevo, como Ethan Hawke en Día de entrenamiento, hasta el valor de gritar por lo que ve mal.

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La conformación de esta brigada no es aleatoria. Chris (Manenti) es blanco, rubio y racista. “Acá mando yo y lo hacemos a mi manera” podría ser su leitmotiv y en algunos aspectos puede recordar a Vic Mackey de The Shield (2002-2008). Una escena de cacheo a una chica de 15 años lo pinta de pies a cabezas, pero a la vez, una escena corta en su casa nos demuestra su resentimiento: a pesar de estar casado, y con hijas, en esa escena nunca se ve a la mujer, solo le grita pidiendo que acueste a las niñas mientras que él (también a los gritos) manda a dormir a las peques y toma una cerveza en el sillón. El jefe queda en la calle, allí es uno más.

Gwada (Zonga), negro y musulmán, es quien da más representatividad en el barrio a la Brigada, es uno de ellos, tiene más aceptación. Pero es policía, y es uno de esos que siguen. Aunque cuestione por momentos las decisiones de Chris, nunca se animará a decírselo, a plantarse. De hecho, es quien dispara por accidente a Issa, pero en ningún momento se preocupa por el niño: solo por sí mismo y su futuro, solo por recuperar el video. Al igual que Chris, la pequeña escena en su casa junto a su mamá revela quién es en realidad Gwada: un joven policía inseguro y sensible. La máscara del trabajo se cae.

Issa (Perica) es la representación de todxs, de los oprimidxs, de lxs olvidadxs. Ningún pibe nace chorro, pero el sistema lo margina, lo desatiende, incluso, la institución familiar hace lo mismo, y entonces lo señalan, no le preguntan, lo juzgan y etiquetan socialmente, y acumula rabia y tanta rabia que en algún momento explota, y la rabia es contagiosa. La interpretación de Perica es genuina, siempre marcada por la inocencia en los gestos y las palabras, inocencia similar al jugar con sus amigos como cuando se roba al león cachorro: todo es un juego, no sabe qué está bien o qué está mal, nadie lo guía, nadie lo contiene. En una escena, llora como un niño, mientras los adultos lo tratan como a un chorro, sin prestar atención a las lágrimas de niño. El arco final de su transformación muestra la rabia contenida, la risa de niño desaparece para dar lugar al líder furioso. Ya los ojos inocentes no están, sino los ojos deprimidos de un adulto, de un adulto de 13 años.

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Seguramente estará la pregunta: ¿tiene algo que ver con Los Miserables, de Victor Hugo? La respuesta es ni. Sin dudas, Ladj Ly en el guion que escribió con Giordano Gederlini y Alexis Manenti (quien hace de Chris) tomó prestadas algunas cosas. Las dos obras tienen puntos en común: Montfermeil, suburbio que siempre acogió a las clases desplazadas francesas, cuna de revoluciones y furia, por tanto maltrato y olvido. Otro punto en común es el Arco del Triunfo que se ve en el póster de la película y ahí acaban las similitudes. Después podemos analizar punto a punto las comparaciones entre novela y libro, entre Jean Valjean e Issa, pero sería demasiado largo e irse por las ramas.

En conclusión, una película súper recomendable y sorprendente, con una crudeza y realismo social impactantes como solo el cine social francés puede presentar. El principio de la película (y póster) con todxs celebrando en el Arco la Copa del Mundo 2018 ganada por Francia no es antojadizo, es un oasis en la complejidad racial francesa: ese triunfo lxs unió, no había negrxs, musulmanes, galxs, pobres, ricxs, solo franceses. El libro de Victor Hugo arranca con la frase “Amigos míos, retengan esto: no hay malas hierbas ni hombres malos, no hay más que malos cultivadores”, por eso no sorprende que el mismo Ladj Ly use esa frase para cerrar su película. Mal cultivador es el Estado y su aparato de represión e incomprensión social y cultural; Issa y sus juventudes son las hierbas, no nacieron malos porque ningún pibe nace chorro.