Kød & blod: la necesidad de pertenencia
Auto dado vuelta, choque. Mujer entubada. Primer plano de Ida, el personaje que protagoniza Sandra Guldberg Kampp, que es como una Scarlett Johansson en miniatura, con una mirada profunda y una sonrisa contenedora. El casi silencio. La soledad.
El título está traducido a Wildland (Tierra salvaje), pero si hacemos una traducción literal, sería carne y sangre.
Esta película está dirigida por Jeanette Nordahl, danesa, y producida por Snowglobe, una compañía productora del mismo origen, que ha co-producido varias películas latinoamericanas como La reina del miedo, Monos, entre otras.
La madre alcohólica de la nena muere, y de asistencia social la mandan a vivir con la tía, a quien prácticamente no conoce. La tía maneja un negocio familiar de préstamo de dinero de manera ilícita y la tarea principal –al menos la que vemos– consiste en extorsionar a los prestamistas para que paguen. Esta tía es la jefa del hogar y líder de la empresa, que rápidamente vemos, son la misma cosa.
Uno de los hermanos dirige la batuta. Otro de los hermanos es la oveja descarriada: ese que no tiene un plan, que consume drogas y que no quiere participar mucho del negocio aunque lo haga. Y está el otro, que juega a los videojuegos todo el día y hace lo que tiene que hacer. Una red de cuatro que funciona, perversa, pero efectiva.
La van haciendo entrar a Ida de a poco, la manipulan, tan solo dándole un poco de amor, un lugar al cual pertenecer. Una cámara muy precisa que encuadra esta idea en primeros planos y actuaciones sobresalientes de verdaderos psicópatas: esos que no notás, los que te hacen ver la vida divertida, maravillosa y sobre todo acompañada.
En una de las amenazas en la que nuestra niña participa, algo sale mal: el hermano fracasado mata a un hombre. La hija de este señor estaba presente y reconoce su cara.
Ida escapa y quiere delatar a la familia pero una vez allí no puede, y vuelve a los brazos de la tía.
«¿Por qué te fuiste corriendo? (…) Haría lo que sea por mi familia», dice el hermano jefe.
Se sugiere una solución que implica un sacrificio muy grande por parte de Ida. Y después de esa frase, que es más desafiante y provocadora que contenedora y protectora, y un par de abrazos cariñosos maternos en la noche, parece que se imprime en ella ese mandamiento, va a hacer lo que sea, porque buena o mala, ya es parte de la familia.