Reseña: Synonyms
Yoav, un joven que emigra de Israel a París, esperando que su idealización de la sociedad francesa lo salve de la locura que vive en su país. Empezar de cero nunca es fácil y él comienza totalmente desposeído, desnudo.
Lo extraño de su personalidad atrapa a Emile, y a su novia Caroline, que se convierte rápidamente en un benefactor útil para que lo importante de la película se inicie de forma ágil. Allí es donde comienza a aparecer el choque cultural hebreo en París, la lucha por sobrevivir económicamente, las relaciones de poder en lo laboral y sentimental. La estructura está montada para contar algo, eso que vamos a buscar al sentarnos en la butaca.
En entrevistas, su director Nadav Lapid ratificó la importancia de lo autobiográfico en la película, pero marcó su intención de plasmar una serie de conceptos claros: el dolor y la violencia que infringe sobre la mente una sociedad militarizada (y religiosa, fanática) como la israelí; las emociones, la imagen de masculinidad imperante dependiendo el contexto y lo que el director establece como sexy; la identidad, su deconstrucción y la inmigración como fuga. Todo articulado bajo una línea, su protagonista Tom Mercier. Voy a picantearla: un Esteban Lamothe pero bien, jugado.
Hay una estructura, hay algo que se quiere contar, pero dónde está la magia. No creo que esté puesta en las secuencias de la película, pero sí en algunos usos de la cámara de forma diversa, móvil y colorida. Lo mismo cuando se intenta crear tensión, un efecto perceptible fácilmente en esta película. Durante toda la película, se va al extremo, pero para contar lo jugoso de cada una de las imágenes tengo que hacer spoilers.
Pese a que son dos horas que requieren de paciencia, quiero recomendar la ganadora del Oso de Oro en el 69° Festival Internacional de Cine de Berlín. Solo les voy a dejar una tarea: miren la cara del amigo de Yoav cuando se lo llevan arrastrando.