Los Payasos: el juego de los espejos
No sé nada sobre payasxs. Creo que ni siquiera me gustaban mucho de chica, que es el momento con el que solemos asociarlxs. Con el tiempo, aprendí a amar el cine de Buster Keaton, Chaplin y los hermanos Marx, que hoy sé está asociado al arte payasesco, si es que existe ese concepto. Pero eso es lo poco que sé acerca del tema. Por eso, al cruzarme con Los Payasos, el falso documental de Lucas Bucci, quise investigar y aprender un poco, yendo más allá de la primera impresión que me había dejado un (grato) “sabor a Frenkel”, productor de la película, quien ha sabido incomodarnos al mismo nivel que divertirnos con sus documentales.
En la búsqueda, me reencontré con el texto Cine y Clown, de la gran Nuria Silva, una crítica de cine y payasa, entre otras tantas profesiones, que nos desasna con algunas nociones acerca del ser payasx.
La película abre con un hombre vestido de payaso (no podríamos decir que esté “en personaje”) frente a una computadora que no funciona bien y que genera esa ira que hemos sentido alguna vez, provocada por la impotencia frente al poder de la tecnología fallida, cuando casi toda nuestra vida depende de ella. Su ira va aumentando al punto de destruir la máquina a los golpes.
La escena en cuestión es parte de un corto realizado por Lucas Bucci, protagonista, director de Los Payasos, es decir, la película que estamos viendo y del corto al cual pertenece aquella escena. En un juego de espejos infinitos, Bucci nos adentra en este documental dentro de otro documental que, a su vez, dará lugar a un nuevo documental: Festival.
Al igual que la mayoría de quienes trabajan en el mundo del cine, Bucci ha presentado su corto Los Payasos, en cuanto festival existe, de manera tal de poder introducirse en este universo, darse a conocer y tener un trampolín a partir del cual saltar a la producción y dirección de largometrajes.
Su campaña fracasa rotundamente al recibir mail tras mail de rechazo del corto; excepto por un pequeño festival especializado en cortometrajes, que sucede en la ciudad brasileña de Florianópolis. El Festival Short Cup ha aceptado su película y Bucci decide viajar junto a su compañero camarógrafo, Tomás Sposato, y uno de los protagonistas del corto nominado, Jerónimo Freixas, quien justamente NO es el payaso de la mencionada escena. El viaje y festival es la excusa perfecta para que nazca la idea en Bucci de filmar aquel proceso por completo, de manera tal de tener una cantidad importante de material crudo para, luego, hacer una nueva película, sin un guion o idea detrás.
El viaje da lugar a tres líneas o historias: en primer lugar, las peripecias vividas en torno al festival que traerá más de una decepción y la dinámica detrás de los festivales, en general, junto a la competencia, el darse a conocer como creadorxs en el universo cinematográfico, los galardones y los fracasos. En segundo lugar, la creación de una nueva película que está siendo filmada al infinito, ya que continuará durante la propia edición, lo cual es una contradicción del concepto mismo de editar. En tercer lugar, la línea argumental o historia entre los tres protagonistas que atraviesan aquellos procesos, lo que da lugar a una verdadera dinámica payasesca.
En relación con esta última línea, Silva explica los códigos, tipos y jerarquías en el universo clown y bufonesco:
La esencia lúdica del payaso gravita en el fracaso y el ridículo, y se requiere de vida para reconocerlos, aceptarlos y poder transformarlos en éxitos. De hecho, en los clásicos circos itinerantes, los payasos eran los artistas ya viejos que, al no poder realizar otros tipos de destrezas físicas, devenían en clowns.
El corto de Bucci es un verdadero fracaso, que sigue ese camino en Florianópolis al encontrarse con un festival low-cost, más parecido a un torneo barrial de fútbol que a un encuentro de cineastas. Entre ellos tampoco triunfa ni la amistad ni un verdadero viaje de placer en una playa brasileña, una vez traspasado el objetivo del festival. Si bien no hay una actitud payasesca intencional o provocada en ellos, no puede negarse la comicidad de tal fracaso y la exageración de su propio malestar que, por momentos nos recuerda al “¡qué mal la estoy pasando!”, de Gastón Gaudio. Podemos reconocer, entonces, elementos que identificamos como “producto de un proceso de sincericidio, de la desnudez de lo que menos querríamos confesar de nosotros mismos –el ridículo, el fracaso, la vulnerabilidad–”.
La cámara de Sposato no se apaga nunca y, por lo tanto, los tres quedan al desnudo en algún momento u otro de la filmación. Jero dice que ha creado un personaje y, por ese motivo, todxs a su alrededor lo odian. El código clown indica que, a lo largo de diferentes presentaciones, lx payasx no se sale de su personaje; es decir, no altera su identidad, según explica Silva. En este caso, Jerónimo tampoco lo altera. Pasa del festival, al viaje, al post viaje y edición siendo siempre el mismo. El personaje no-payaso es el más payasesco de los tres. Tal vez por eso, no sea necesaria la explicitación al final.
Por otra parte, en cuanto a las jerarquías dentro del universo clown, Silva explica que:
La fórmula clásica circense era la del trío compuesto por un clown (o carablanca), un augusto y un segundo augusto (o contra-augusto). Los referentes cinematográficos y televisivos más inmediatos y reconocibles son Los tres chiflados y los Hermanos Marx (…). El carablanca (que deriva del Pierrot de la Comedia del Arte) es el payaso más aburguesado, que cumple la función de ser el más inteligente del grupo, con una elegancia e inteligencia notorias. El augusto se caracteriza por ser más ingenuo y torpe, se distingue por su habilidad para realizar rutinas de comicidad física, y su vestimenta tiende a ser más estrafalaria o ridícula. El segundo augusto es el que incrementa o profundiza los gags del primero, acciones que repercuten contra el orden que el carablanca pretende establecer.
Si bien la fórmula clásica no se reproduce a rajatabla, existe un trío con una cierta jerarquía y características que funcionan como un engranaje, en el cual cada personaje cobra sentido en relación con el otro. Quizás Jero sea aquí el carablanca, mientras Bucci y Sposato sean los augustos. A pesar de no hacer rutinas de comicidad físicas, son quienes están más “perdidos” en este derrotero de festivales y películas infinitas.
Al avanzar la historia y dejar atrás Florianópolis, Jero se aparta de la actuación clásica y encuentra el éxito en las redes sociales, mientras sus compañeros continúan enredados en su propia creación sin poder avanzar. De esta manera, se va configurando un triángulo en el que el primero (presentado como el menos inteligente) es quien ridiculiza a los otros dos con su éxito, terminando en un trío de ridiculez y comicidad conjunta.
La línea argumental que habla acerca del derrotero de creadorxs vinculados al mundo del cine, hace su parte al bordear el filo de la navaja a lo largo de toda la película. El dolor del proceso creativo es llevado al límite, cuando Bucci y Sposato no logran editar la película que sería la salvadora del corto fracasado, pero el largometraje está tan ligado al corto que hace imposible vislumbrar un éxito con él. Bucci menciona que ya no puede mirar Los Payasos porque lo deprime. Del otro lado de la pantalla, no sabemos bien si deprimirnos junto o a él o reírnos de su desgracia. En este punto es inevitable recordar que hay un Frenkel detrás de esta creación que genera esa contradicción en cada pieza que toca.
Al vislumbrar ese toque especial, también descubrimos la crítica hacia el sistema de festivales para dar a conocer las creaciones de lxs nóveles, dentro de un mundo en el cual, muchas veces, lxs consagradxs tienen un peldaño en el pedestal asegurado. En este caso, el Short Cup hace de escenario para que se monte la crítica en tono de sátira, remitiéndonos casi inevitablemente a Los Ganadores (Frenkel, 2016).
En suma, las películas se van entrelazando o descubriendo como una muñeca rusa inversa que guarda algo más grande dentro suyo. Así como Jorge Mario había sido el personaje disparador de Los Ganadores a partir de uno anterior, Amateur (Frenkel, 2011), en este caso, el corto Los Payasos es el puntapié inicial de Festival (el cual retoma la temática de Los Ganadores) y del falso documental que estamos presenciando, homónimo a aquel primero y que pareciera no tener fin y que quizás dé lugar a una remake del primer corto, con un nuevo protagonista que ahora asume su verdadero ser payasesco.
El juego de los miles de espejos no tiene fin y funciona para quien se anime a meterse dentro.
Texto citado: “Cine y Clown”, por Nuria Silva. En: Hacerse la Crítica. https://www.hacerselacritica.com/cine-y-clown-primera-parte/