Parasite: ahora que sí nos ven
Parece que el año pasado Hollywood descubrió el capitalismo. La revelación de la diferencia de clases sociales que este origina hace que Parasite, junto con Joker, sea de las películas nominadas a las categorías más prestigiosas de los Oscar. De hecho, Parasite está nominada tanto a mejor película como a mejor película extranjera. ¿Es una película excelente? Lo es. ¿Es la revelación de algo nunca antes visto? No lo es. Pero, al igual que Joker, es una historia que corre el velo tan necesario para seguir viviendo en este orden de cosas: detrás de, debajo de, dentro de… habita la bestia de la pobreza, la falta de oportunidades y el abandono del Estado. Así y solo así pueden existir familias Wayne o Park. Parasite, ya desde el título, propone este movimiento casi simbiótico que interroga durante la película ¿quién parasita a quién?
Escrita y dirigida por Bong Joon-ho (The Host, Mother, Snowpiercer), Parasite o Gisaengchung se estrenó el 30 de mayo en Corea del Sur, de donde es originaria, y recién llega a nuestros cines ahora. La película recibió todo el año pasado elogios y nominaciones a prestigiosos premios y parece ser la joya encontrada en el barro. Y me hace pensar en la piedra que recibe la familia de Ki-taek (Song Kang-ho), que tiene supuestos poderes mágicos y actúa de dos formas, que podríamos llamar “pasiva” y “activa”. Esto también es lo que hace la película, en lo que yo llamaría sus dos partes, la primera permite un entretenimiento al espectador, en la segunda estalla la violencia y dudo de que el espectador pueda no quedar un poco salpicado de la sangre que vemos en pantalla.
Repasemos la trama: una familia nuclear constituida por Ki-taek, el padre; Chung-sook (Jang Hye-jin), la madre; Ki-woo (Choi Woo-sik), el hijo, y Ki-jung (Choi Woo-sik), la hija, vive en malas condiciones en una casa-sótano sin internet y trabaja de lo que puede –en principio arma cajas para pizza– en un barrio empobrecido de gente precarizada laboralmente. La casa es incomodísima, el inodoro está como en un entrepiso, los pocos muebles que tienen están todos amontonados, sus modos son bruscos y la ventana da a la calle pero a la altura de la vereda. En otro barrio, tenemos otra familia nuclear, compuesta por el Sr. Park (Lee Sun-kyun), padre; la Sra. Park Yeon-kyo (Jo Yeo-jeong), madre; Da-hye (Jung Ji-so), la hija, y Da-song (Jung Hyun-jun), el hijo. Ellos son ricos, viven en una casa enorme con un diseño hermoso, llena de objetos decorativos, comida, muebles cómodos, y su ventana da a un parque soñado. Sus modos también son bruscos, pero contenidos, solo el padre trabaja, la hija estudia inglés, el hijo menor es algo problemático (como todo niño) y tienen una empleada doméstica, Moon-gwang (Lee Jeong-eun), que heredaron del dueño anterior. Gracias a un amigo de Ki-woo, Min (el popular cantante y actor Park Seo-joon), los destinos de ambas familias se entrecruzan. Antes de hacer un viaje, Min recomienda a Ki-woo para dar clases de inglés a la hija del Sr. Park. La llegada a la casa Park es para Ki-woo la oportunidad de salir, literalmente, de la suya, y en lo que yo llamo la primera parte de la película vemos al joven planear todo a la perfección para ir “infiltrando” al resto de su familia en la mansión de los Park. Sin decir que son sus familiares el plan consiste en una cadena de recomendaciones que termina con Da-hye enseñando arte al niño Park, Ki-taek siendo el chofer del señor y Chung-sook convirtiéndose en la ama de llaves de la familia adinerada. Esta primera parte, creo, es la que permite que varias de las críticas hablen de la película como una “comedia”; el encuentro entre los dos mundos sociales permite algunos momentos cómico-distendidos, y disfrutamos sobre todo con la astucia de la familia de Ki-taek, a la que vemos desplegar todas sus estrategias de supervivencia social tratando de adaptarse al perfil de servidumbre para esta familia rica, que parece ignorar todo lo que sucede fuera de su propia realidad.
Con buenas actuaciones, una muy buena fotografía, un gran manejo de la tensión, la película nos va llevando al momento crucial de la historia, el comienzo de lo que yo llamo la segunda parte. Y aquí no quiero hacer spoilers, así que solo diré que la familia de Ki-taek hace un descubrimiento que complejiza la trama a un nivel en el que es imposible resolverla. No hay solución posible para el conflicto que se presenta, al final no era tan fácil como tener a las dos familias separadas y luego conectarlas por una relación de explotación básica (la familia de Ki-taek trabajando para la del señor Park). Porque lo que Ki-taek y los suyos descubren –en un subsuelo, como dicta la metáfora pertinente– es la verdadera forma de vinculación que tienen estos dos mundos. Una forma parasitaria, enfermiza, compleja y brutalmente injusta. A partir de aquí la trama se desenvuelve con violencia: física y natural. Peleas sangrientas, torturas, inundaciones devastadoras, la amenaza real de perder lo poco que se tiene. Esto pone a los personajes en un modo de supervivencia total, y harán lo que sea para sobrevivir y (casi siempre) salvar a los suyos. Pero hay algo más, y es que en esta segunda parte hay otra revelación acerca de la imposibilidad de armonía entre los personajes de estas dos clases sociales, un obstáculo simbólico pero también físico y definitivo. La familia del Sr. Park se da cuenta de que todos sus empleados huelen igual, “distinto”: es un olor desagradable, a veces casi insoportable, es la prueba física de la grieta social que los separa y de las condiciones de vida de unos y otros. Así como en Joker la basura en las calles desataba el caos y la furia, en Parasite la prueba física del olor es la barrera imposible de salvar, ni con toda la violencia de la que estos personajes sean capaces.
El final del film es una especie de epílogo que no terminó mucho de convencerme pero que entiendo que refuerza la idea de irresolución y el carácter cíclico de los conflictos que va planteando. Fuera de eso, la película es precisa, contundente, conmovedora y –perdón pero no me reí en ningún momento– para nada una comedia, ni siquiera de humor negro. Quedamos espantados porque pudimos echar una breve mirada a lo que el capitalismo nos oculta inteligentemente una y otra vez. Detrás y debajo de cada objeto de consumo y bienestar hay sufrimiento y desesperación. Quién parasita a quién es la pregunta que la película nos deja para responder, los extremos solo están ahí para que veamos lo obvio que suele quedar oculto a la vista. El patetismo es un recurso poderoso para incomodar y no dejarnos evitar las preguntas, no hay buenos ni malos, hay distintas formas de supervivencia.