The Witcher: fantasía heroica intimista

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The Witcher, serie basada en las novelas de fantasía heroica del escritor polaco Andrzej Sapkowski y en sus adaptaciones para videojuegos salidos para diferentes plataformas a lo largo de varios años, arribó a Netflix (1). De más está decir que ha sido uno de los estrenos más esperados por miles de fanáticos del brujo Geralt de Rivia, su protagonista, a lo largo de todo el planeta y, como era de suponer ante la presencia de un producto de este tipo en un mundo tan polarizado como el que vivimos, la opinión se ha dividido de manera tajante; o se la ama o se la odia.

Antes que nada he de decir que la serie The Witcher se trata de una excelente adaptación de las novelas de Sapkowski; no creo que haya muchos seguidores del brujo Geralt que se sientan desilusionados por lo que se presenta en la pantalla. Entonces ¿de dónde surge tan mala predisposición hacia ella? El principal problema que veo fue la promoción por parte de la prensa, se la difundió como la “próxima Game of Thrones” y, mientras esa serie trataba la fantasía heroica de un modo épico, The Witcher lo hace de manera intimista. El espectador casual no va a recibir lo que algunos “especialistas” le han prometido. En esta serie no hay lugar para grandes batallas, sino que el conflicto principal pasa por el drama personal de los distintos personajes que acompañan a Geralt a lo largo de todos los episodios. Hay guerra, por supuesto, y una enorme, pero atraviesa esta historia de manera tangencial, la acción que se muestra en la pantalla es local y puntual. Los conflictos son vividos de forma íntima y proporcionan la información necesaria y suficiente para que avance la trama; una trama por demás compleja y muy fragmentada que puede llegar a marear a un espectador poco versado en esta obra fantástica de la literatura polaca, debido a la gran cantidad de saltos espaciales y temporales que posee; aunque una vez que se ha logrado ingresar en el código narrativo, no presenta ningún problema de entendimiento.

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Para desarrollarla en sus cuentos y novelas, Sapkowski se nutre de distintas historias tradicionales del folcclore fantástico europeo. En medio de sus palabras el lector puede reconocer a Blancanieves, la Cenicienta, Hansel y Gretel, la Bella y la Bestia, y demás personajes de la literatura infantil de antaño; claro que tienen los nombres cambiados y sus historias presentan una vuelta de tuerca trágica. Porque en The Witcher no hay finales felices. Toda la obra literaria está signada por el Sentido Trágico de la Vida que nos otorgaron los antiguos autores griegos y se ve reflejado en los distintos capítulos de la serie.

La historia central presenta un mundo que muere ante el avance de otro que ocupa su lugar utilizando la violencia. Los habitantes tradicionales de la fantasía europea, elfos, genios, sátiros, duendes y diversas clases de monstruos, están desapareciendo ante la ocupación de los distintos espacios vitales por parte de una raza traicionera, cruel y violenta: la Humanidad. Los seres humanos, en un comienzo se aliaron con las razas antiguas, pero a medida que fueron aprendiendo sus distintas artes sintieron la necesidad de adueñarse de todo. Aquí es donde hacen aparición los brujos, mitad humanos mitad mutantes creados a partir de la magia, que son contratados para aniquilar a los representantes las distintas razas que luchan contra la humanidad. Por este motivo, Geralt no posee las características del típico héroe, sino que está signado por el desprecio y el odio de los humanos, dando rienda suelta a la gran paradoja de The Witcher, puesto que si bien los brujos forman parte de las fuerzas que luchan para que la Humanidad predomine, son discriminados por ella debido a su condición de no ser del todo humanos; y cuando no quede nadie más a quien eliminar, también deberán ser borrados del mapa. Geralt de Rivia, igualmente llamado el Lobo Blanco o el Carnicero de Blaviken, es uno de los últimos representantes de esta especie y también uno de los mejores. La eterna dualidad de lo moralmente bueno versus lo moralmente malo se refleja de forma permanente en este personaje, puesto que tiene un código: sólo mata seres que no posean inteligencia, el monstruo en su máxima expresión, y si llegase a percibir que la tuvieran, rechaza el contrato o intenta salvarlo por algún otro medio. Este código se verá algunas veces roto al matar seres humanos, cuando la situación se hace inevitable, lo que profundiza el conflicto y lleva a la reflexión: el verdadero monstruo es la Humanidad.

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Por último, para comprender más la serie The Witcher hay que tener en cuenta que Geralt adolece del mismo problema que tenía otro gran exponente de la Literatura Universal: El Corto Maltés; el llamado “Mal del Personaje Secundario”. Al igual que El Corto, el protagonista de The Witcher, no tiene un papel del todo central en la obra, su función es la de un testigo que acompaña a los personajes secundarios que son los verdaderos portadores del drama principal. Pero mientras que Hugo Pratt, creador del Corto Maltés, al darse cuenta de que cualquiera de sus otros personajes pudiera llegar a eclipsar a su protagonista, le otorgaba una salida honrosa a través de la muerte; Andrzej Sapkowski profundiza la dualidad en su brujo y lo transforma en el protector de aquellos que le hacen sombra y atentan contra su protagonismo. Por lo tanto, el autor se aprovecha de este mal y desarrolla aún más el conflicto intimista, lo que continúa alejando la trama principal de la épica fantástica. Geralt es presentado como un ser “sin sentimientos”, incapaz de sentir empatía por los demás, pero que constantemente está dudando de su ser y se opone al destino que tiene escrito, de esta manera se hace palpable el Sentido Trágico de la Vida mencionado antes, puesto que al negarse a vivir el destino para el cual fue creado, al igual que los antiguos héroes griegos que cometían la misma imprudencia, debe sufrir un castigo.

Teniendo en cuenta los puntos desarrollados anteriormente, espero que los espectadores casuales le den una oportunidad a The Witcher y puedan disfrutar de esta gran serie que desarrolla un tipo de historia que utiliza influencias tradicionales para dar un giro no tradicional.

  1.  En los años 2001 y 2002 la televisión polaca realizó dos adaptaciones de este personaje, una película llamada Wiedzmin, dirigida por Marek Brodzki, y una miniserie del mismo nombre.