High Life: Alta Vida, me dijo el traductor de Google

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Monte (Robert Pattinson) es un astronauta que vive solo con su beba en una nave a la deriva en el espacio exterior. A medida que avanza la trama, nos iremos enterando de que en realidad era parte de un grupo más numeroso conformado por ex convictos, personas sin más futuro que la muerte o la vida en la cárcel, condenados a vagar por el espacio y conseguir recursos para la humanidad. Además, en este viaje participa la doctora Dibs (Juliette Binoche), quien manipula al grupo para su propio beneficio (en apariencia, científico).

Sabemos que en la actualidad los géneros puros son raros de abordar, pero de todas maneras podemos encontrar en internet a un montón de giles con olor a culo llorando porque este film degrada la ciencia ficción y que no era lo que esperaban. En realidad la clasificación en dicho género surge por pura comodidad y porque, lamentablemente, todavía no se inventaron maneras más fáciles de catalogar películas.[1]

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High Life es una alusión, una metáfora, y que sea en un contexto de ciencia ficción le sirve a la directora para manipular el mundo a su conveniencia, dedicando mayor fluidez a un pesimismo que late y desborda en todos los temas que se establecen en el film. El sexo como controlador y disparador es el eje central en un universo descarnado y frío, en donde tanto la pasión como el afecto son antinaturales. Los protagonistas tienen como único pasado su expediente delictivo, no son más que semblantes a los que se los delinea como personas.

La escenografía es adusta, simple, no desborda en construcciones grandilocuentes para destacar los aspectos técnicos. La nave se parece más a una casa sin amueblar, aunque hay una habitación importante con el nombre de The Fuckbox, en la cual la doctora Dibs llevará a cabo una vehemente secuencia de masturbación cargada de urgencia y oscuridad.

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Robert Pattinson, muy lejos de su interpretación en Crepúsculo[2], sigue demostrando interés por hacer un cine alejado del papel que le dio la fama. Se celebra, y en esta película compone un personaje acorde a la estética y a la historia, un protagonista adusto que se aprecia rebelde, ya que se niega a masturbarse para proporcionar sus fluidos en los experimentos de la doctora Dibs. Es el único que contiene sus emociones, pero ni eso parece salvarlo de la desesperanza.

Ahondar en la trama sería tedioso, principalmente porque la narrativa es irregular. Está cargada de flashbacks que, a pesar de retroceder en el tiempo lineal, nos sitúan en el presente en todo momento. No hay diferencia con el pasado, el grupo es un no-grupo que siempre se manifiesta en una realidad solitaria y pesimista.

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Con casi dos horas de duración, High Life es espesa y con un ritmo lento de asimilar, alejada del pochoclo; un ensayo más que una película de construcción clásica. Requiere el esfuerzo del espectador para disfrutarla; esfuerzo que, en mayor o menor medida, creo que es recompensado.

 

[1] En realidad sí: tener en cuenta el director, el guionista, el productor, o hasta el director de fotografía, si se quiere, muchas veces ayuda a hacernos una idea más clara de lo que vamos a ver. Pero bueno, no todos tienen ganas de hacer esos seguimientos y se quedan con lo que aparece en catálogo.

[2] Igual no la vi.