Peaky Blinders: bastardos sin gloria
Quinta temporada de Peaky Blinders. Tommy Shelby (Cillian Murphy) cabalga hacia el entierro de su caballo, al que tuvo que matar, enfermo, para que dejara de sufrir. Manda decir a su hijo: “a veces la muerte es una forma de bondad”. Una frase que orbitará toda la temporada, tal vez la que más pegada está a la pulsión de muerte de nuestro –amado/temido/odiado y fascinante– protagonista.
La cuarta temporada –la mejor para mi gusto, insuperable por ahora– terminaba anunciando un nuevo camino para la familia Shelby, de la mano del destino político de su líder, Tommy. Esta quinta temporada (que tardó muchísimo en llegar) se encarga de explorar el desempeño de Thomas Shelby en el terreno de la política. Como diputado, en sus exposiciones llama la atención de un aspirante a líder del fascismo en clara avanzada en Europa, Oswald Mosley (Sam Claflin). Quizá sea la temporada que más explota los cruces entre la historia familiar de estos gánsteres gitanos y el contexto histórico real. Vuelve a aparecer Winston Churchill (en esta ocasión, Neil Maskell), y vemos desfilar pandillas de escoceses protestantes (al mando de Jimmy McCavern –Brian Gleeson–), líderes comunistas, inteligencia británica, agentes de bolsa de Wall Street y fascistas de la primera hora. El núcleo argumental se da en la posible alianza de Shelby con Mosley y la incomodidad que genera este movimiento con respecto a su origen marginal. Él, al igual que los judíos, son la lacra para los poderes que gobernarán los próximos años.
También la trama incorpora el suceso histórico de la caída de la bolsa del 29 y esa es la excusa para que Michael (Finn Cole) regrese a Birmingham, recientemente casado con la gran incorporación al cast de la temporada, Anya Taylor-Joy, en el rol de Gina. Su vuelta a la familia, además, sumará un nuevo conflicto a la temporada, y dejará a nuestra querida Polly (Helen McCrory) en un lugar incómodo y algo deslucido en relación con temporadas anteriores. Linda Shelby (Kate Phillips), Lizzie (Natasha O´Keeffe) y Ada (Sophie Rundle) son los otros personajes femeninos que por momentos ganan terreno en la familia y la toma de decisiones pero por otro quedan en segundos planos que les dejan menos tiempo en pantalla. La avanzada del feminismo que habían explotado en la temporada anterior no crece, se borronea bastante y solo sabemos que no ha retrocedido del todo por momentos como el diálogo entre Polly y Ada, que resulta bastante emotivo. Resulta muy interesante ver cómo los personajes son conscientes de que el mundo está cambiando y eso en varias ocasiones los esperanza y envalentona, pero se produce una especie de ironía trágica, porque los espectadores sabemos qué rumbo tomará ese cambio.
También la temporada profundiza en el cansancio de Tommy y el resto de su familia que se enlaza a la amenaza interna, la posibilidad de algo más, el devenir de los lazos nuevos y los inquebrantables. La agotadora tarea de ser el líder del clan, de ser el hombre que no ha encontrado otro hombre al que vencer, fuerza a Tommy hasta límites impensados. La tentación del suicidio es cada vez más fuerte, y se sigue reforzando en tanto que sus buenas intenciones solo terminan trayendo más muerte y destrucción. Vemos a Arthur (Paul Anderson) también más al borde que nunca, en pleno conflicto marital, viejo, desmejorado, sumergido totalmente en la adicción, preguntándose si no sería una buena idea alejarse de una vez por todas y dejarlo todo. Dejar esa vida que insiste tratar de cambiar esos orígenes humildes, criminales y marginales por un presente de comodidad y poder que son solo superficie, porque la amenaza es constante. Esta familia parece no poder salir nunca de las tiendas en las que nacieron, de los barcos en los que llegaron, no importa en qué mansiones estén viviendo. No poder sacar los pies nunca del todo del barro también aporta una sensibilidad política social y particular a estos personajes que lejos de ser “villanos” lineales, descorazonados están. En un momento Tommy se asombra porque su mano tiembla como la de “un hombre común”, y es una revelación que actúa como presión constante: ser ellos, así como son, violentos, excesivos, pasionales, fríos y calculadores, no es nada fácil. Los Peaky Blinders son la amenaza pero también las vidas amenazadas, son el triunfo de lo que no debe ser y, por lo tanto, los lugares que ocupan son lugares que pueden ser perdidos en cualquier momento. Pareciera mejor vivir sin tener nada que finalmente haberlo conseguido y estar a punto de perderlo todo el tiempo.
Difícil igualar el nivel de tensión y sorpresa de la temporada anterior. La fotografía, la música y las actuaciones siguen siendo de lo mejor no solo de la serie, sino de las series actuales en general, pero la dirección no es la que más convence. Algunos montajes algo caprichosos a veces distraen y nos hacen sentir que estamos ante la repetición de una fórmula que funciona pero ya no sorprende. Sin embargo, esta última temporada tiene momentos muy altos, de muchísimo impacto, como el de las minas terrestres, la danza del cisne, la explosión en la ventana o los minutos finales de la temporada, no aptos para cardíacos. Y comento así, algo ambiguamente, para no arruinarle la trama a nadie, pero puedo garantizar que sorpresas hay: giros argumentales, la decisión de algún personaje, la vuelta de otros, la violencia llevada a niveles estéticos de máximo disfrute.
El cruce con la realidad sociopolítica de la época funciona muy bien y permite mantener el interés por el universo ficcional. El personaje de Thomas se va complejizando cada vez más y en esta temporada lo vemos inseguro, alucinante, adicto, enfermo, brillante, bondadoso, vulnerable, amoroso y lleno de un poder incontrolable, inconmensurable. Tommy Shelby es un hombre cuyo poder pareciera no tener límites, para quien nada está prohibido, pero también es el gitano que debe moverse de manera constante para que “no lo atrape la culpa”. La pregunta sobre la madre, el pasado, la herencia, son el subtexto más interesante que sigue dotando de vida y volumen a este maravilloso y violento mundo de la Birmingham de finales de la década del 20.
Y hago al final de esta reseña el único spoiler, que es un servicio a la comunidad: la temporada termina con una pregunta. Eso y declaraciones de Steven Knight, su creador, nos permiten saber que la serie no termina aquí, habrá al menos una temporada más, y la veremos, cómo no, por orden de los Peaky fucking Blinders.