Los muertos no mueren: filmando con amigos

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Los muertos no mueren (The Dead Don’t Die) es la 13° película de Jim Jarmusch, con la cual fue elegido para inaugurar la 72° edición del Festival de Cannes.

Debido a una fracturación hidráulica polar por culpa de los gobiernos y las compañías energéticas, el eje de la Tierra es afectado y cambia su rotación modificando las horas diurnas y otros efectos, entre ellos, la desaparición de mascotas y animales y, lo que nos atañe, el levantamiento de los muertos. No hay más explicación científica, por qué se levantan los muertos es lo de menos, el hecho es poner en apuros al pequeño pueblo Centerville de 738 habitantes.

La película empieza con Cliff Robertson y Ronnie Peterson, interpretados por Bill Murray y Adam Driver respectivamente (dos habituales de Jarmusch), quienes van al cementerio por un altercado con Bob, el ermitaño (Tom Waits), por robarle unos pollos al granjero Miller (Steve Buscemi). A partir de acá, podemos decir que empieza el film, porque Bob se convierte en una especie de observador y narrador que entiende lo que sucede, mientras que Cliff y Ronnie se convertirán en el eje del relato pero rodeados de sub grupos que en su medida tendrán su foco de atención, lugares comunes de pueblos pequeños, con sus característicos personajes: la cantina, el motel, la granja, las tiendas pequeñas, la estación de policía y la funeraria.

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El pastiche de personajes va desde Danny Glover, RZA, Caleb Landry Jones y Tilda Swinton, como la dueña de la funeraria con entrenamiento samurái.

¿Hay que tomarse el cine de zombis en serio? Muchas películas por tomarse demasiado en serio este sub género no llegan a ningún lado. Desde un principio se nota el homenaje a este estilo de películas, obviamente, y en especial, hacia George Romero, el padre de los zombis. Los homenajes se ven a simple vista, desde Carpenter hasta Nosferatu, incluso a La masacre de Texas con esxs jóvenes que llegan al pueblo en una van, encabezados por Selena Gomez.

Como también lo hacia el gran Romero, los zombis son una excusa para criticar el capitalismo y el consumismo. Los zombis de Jarmusch no quieren cerebros, te comen la carne de la cara, el brazo, lo que sea, son guiados por sus debilidades consumistas de cuando estaban vivos: el café, el alcohol, los antidepresivos, golosinas, bluetooth, Siri, WiFi. También, los zombis son una buena excusa para meter el cameo de Sara Driver, pareja de Jim Jarmusch, e Iggy Pop, entre otros que seguramente se me escapan. JJ concibe este film como una sátira política, el cambio climático nos llevará al apocalipsis, Estados Unidos no tiene salvación. Es sugerente que el granjero Miller encarnado por Buscemi que representa a ese electorado que quiere “una América grande otra vez” se encuentre en soledad cuando los zombis rodean su casa, no tiene salvación y su racismo y fanatismo nacional lo aislaron de todxs. La mayoría de los personajes están acompañados siempre, tienen alguien en quién apoyarse.

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Si bien la película quiere ir por el lado de la comedia, no logra su cometido. Algo le falta desde mi subjetividad, quizás lxs fans de Jarmusch puedan apreciarlo mejor. Tilda Swinton con la catana en un claro homenaje a Kill Bill termina siendo lo más divertido. Bill Murray y Adam Driver constantemente intentan romper la cuarta pared marcando la autoparodia. La frase de Ronnie, “esto va a terminar mal”, se repite y aclara que lo sabe porque leyó el guion, así también, un chiste por su participación en Star Wars.

Otra cosa por la que no funciona la película es el dejar colgadas líneas narrativas. La primera escena que nos plantea a Bob, el ermitaño, finalmente queda suelta, así también, cuando tres chicas escapan del correccional de menores después pierde fuerza, no se logra entender bien para qué necesitó a esos personajes.

En definitiva, Jim Jarmusch se juntó con amigxs y dijo “hagamos una de zombis”. Buena o mala, depende del gusto de cada unx.