El mundo según Paquita

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En junio de este año, Netflix estrenó la tercera y última temporada de esta genial comedia española que es Paquita Salas. Con guion y producción de Javier Calvo y Javier Ambrossi, la serie comenzó a transmitirse en Flooxer en 2016 hasta que al año siguiente el gigante de streaming compró los derechos. Como si BoJack Horseman y las películas de Alex de la Iglesia se hubieran cruzado, Paquita Salas resulta una comedia muy graciosa, delirante y filosísima sobre el mundo del espectáculo, el de las mujeres y de la misma España.

Para quienes no tengamos todas las referencias al mundo del espectáculo español o a su cultura y política, igualmente la serie nos resulta amable y divertida. Entendemos que, sobre todo en la última temporada, el desfile de cameos es una fiesta para el espectador de la tele y cine españoles. Y con eso basta, porque los cameos y guiños son brillos superficiales que aumentan la risa y la emoción, pero no guardan su esencia: Paquita Salas es una serie de personajes y la interpretación de la entrañable Paquita a cargo de Brays Efe resulta incomparable. Paca –como le dicen los más íntimos– es una representante de actrices que es abandonada por su representada principal y más (la única en verdad) famosa, Macarena García (haciendo de sí misma). Entonces atraviesa una crisis profesional y personal que nos lleva rápidamente a conocerla a ella y al resto de los muy queribles personajes que la rodean. Magüi Moreno (Belén Cuesta) es su mejor amiga y asistente, una joven tímida, insegura, pero muy amorosa y protectora de –la a veces border– Paquita. Lidia San José (también encarnándose a sí misma) es la actriz que más años lleva representada por Paquita, porque en los noventa nuestra heroína se dedicaba a representar niñas. Lidia, cuya carrera es puro esfuerzo e insistencia sin nunca haber alcanzado un verdadero éxito, es el símbolo de fidelidad en la vida de Paquita, siempre confiando en ella, siempre apostando a que en algún momento “se les va a dar”. Porque, claramente, cuando la única actriz famosa la abandona, Paquita no solo queda devastada emocionalmente –ella se vincula afectivamente con todas sus representadas pero, especialmente, con Maca–, sino que además se queda sin clientas, a excepción de Lidia. En esa odisea económica de lograr mantener la oficina de PS Management (pronunciado así como suena), Paquita, Magüi y Lidia conocen a Mariona Terés (ídem), una actriz del under teatral sin muchas posibilidades, a la bizarra Noemí (Yolanda Ramos), quien vende productos de belleza pero también sabe ser peluquera o community manager, y a Belén de Lucas (Anna Castillo), una joven mesera que sueña con ser actriz.

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Las dos primeras temporadas tienen solo cinco capítulos y la última, seis, todos de una duración aproximada de treinta minutos. Nos quedamos como Paquita, que siempre quiere más según la canción de apertura. Paquita Salas es el ejemplo perfecto de lo excelente que puede ser el humor español, que sabe mezclar como ninguno patetismo, emoción y risa desenfrenada. Y sin perder profundidad, porque la serie se mete –tan sutilmente y con tanto respeto– con cuestiones de género imprescindibles como el machismo o la visibilidad del colectivo LGTBIQ+. También trata de la crueldad del mundo del espectáculo, donde todas quieren ser famosas y a veces a cualquier precio, y hasta del delirio en que se ha convertido el uso de las redes sociales. Paquita es pasional, anticuada, bizarra, emocional, Paquita es una heroína llena de fisuras, tenaz pero débil, afectuosa pero desapegada, independiente pero necesitada, y lo más importante, es un ícono de resistencia en un mundo de hombres (valga la ironía) dominado por normas y estéticas cishetero que piden a las mujeres ser bellas, delicadas, femeninas, contenidas, relajadas, sexys, y cuántas cosas contradictorias más. Pero Paquita –Señora, niña bonita, pasión, tesón– sabe que andando es mucho más fácil llegar. Hay que verla andar.