Domino: Good bye, Brian (?)

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Sin siquiera pensar en reprocharle algo, la última película de De Palma es floja. No tiene el espíritu ni la potencia que supieron tener sus obras. Se acerca más a un telefilme realizado para cubrir un espacio que al proyecto de un director con enorme recorrido. Buscando las razones nos encontramos con que el rodaje fue accidentado, con problemas de financiación; y según palabras del director, una experiencia espantosa en el set. La filmación arrancó allá por el lejano 2017, cuando el dólar no llegaba a los veinte pesos y la selección Argentina no perdía ninguna competición porque ese año no se jugaba nada. Y después de idas y venidas, la tuvimos a principios de este 2019.

La historia empieza con dos policías que reciben un llamado por violencia doméstica: Christian (Nikolaj Coster-Waldau -sí, Jaime Lannister de GOT-) y Lars (Søren Malling). Allí se encuentran con Ezra Tarzi (Eriq Ebouaney), un departamento lleno de explosivos y un hombre mutilado. La persecución comienza y Tarzi escapa, no sin antes ofrecernos uno de los innumerables homenajes que De Palma le ha hecho a Hitchcock desde tiempos inmemoriales. En esta secuencia la referencia a Vértigo (1958) es innegable; y ahí podría haber terminado todo, dejándonos con sabor a poco pero digno. Sin embargo, la trama avanza entre terroristas del ISIS, Christian y Alex (Carice van Houten -sí, Melisandre en GOT-) buscando venganza, y agentes de la CIA liderados por un tal Joe Martin (Guy Pearce).

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Hay marcas de estilo, hay momentos “depalmianos”, pero van acompañados del guion flojo e insulso de Petter Skavlan, de una lectura política que se queda a mitad de camino entre la crítica y la desatención, y un montaje que por momentos se corta con una tijera carcomida. Hay planos que parecen “bueno, sí, pongo la cámara acá y fue. ¡Acción!”, y las actuaciones no son necesariamente malas, pero tampoco destacables.

Hay, tal vez, una intención satírica difícilmente comprensible al presentar a los terroristas del ISIS como cineastas que buscan la mejor manera de “rodar” un atentado para que el mundo lo vea. Los enfoques de estos ataques, en especial el de la mujer con una ametralladora en el festival de cine de Holanda, son víctimas de los tropezones del montaje. No por nada el director de Carrie ha declarado “no es mi película”.

Después podemos dar un gran salto hacia el final, con una secuencia en la que el espectador mira a través del terrorista, a través de sus binoculares cual James Stewart en Rear Window (1954). Y por momentos aparece ese De Palma puro, con la cámara lenta y el suspenso controlado con la precisión de un relojero[1], pero se diluye en un final que oscila entre lo absurdo y lo vano.

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En Domino no está el De Palma que queremos, ese de The Untouchables, Carrie, Blow Out o Scarface; pero sí está el que conocemos. Porque podrá parecer viejo y cansado, y tendrá a algún que otro productor que no le larga la guita, pero su impronta es innegable, y no cualquier director la logra.

Entonces, la pregunta que cabe hacerse es: ¿se le perdona una película floja? La respuesta es: a quién carajo le importa, es Brian De Palma.

Así que good bye nada.

[1] Nunca conocí un relojero en mi vida pero, ya saben: tiempo, relojes, control, relojero, ni idea.