Triple Frontier: un silencio triple

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En la película Triple Frontier reinaba el silencio, un silencio triple.

El silencio más obvio era una calma hueca y resonante, constituida por las cosas que faltaban. Si hubiera habido profundidad en los personajes, estos habrían sido interesantes, conectado unos con otros y arrastrado el silencio calle abajo como si fuera A most violent year. Si hubiera habido un desarrollo más acorde, aunque solo fuera de un puñado de líneas argumentales, ellas habrían llenado el silencio con su materialización y con el barullo y el cálculo propios de un thriller de acción. Si hubiera dirigido Kathryn Bigelow… pero no, claro que no había dirigido Bigelow. De hecho, solo se había quedado como productora ejecutiva, y tal vez por eso persistía el silencio.

En la película Triple Frontier, un grupo de personajes, metidos en una selva de Sudamérica, avanzaban con sórdida determinación, evitando las discusiones serias sobre temas políticos. Su presencia añadía otro silencio, pequeño y opaco, al otro silencio, hueco y mayor. Era una especie de aleación, un contrapunto.

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El tercer silencio no era fácil de reconocerlo. Si pasabas una hora viendo la película, quizá empezabas a notarlo en que la supuesta complejidad de los personajes no se amalgamaba con una acción trepidante, ni con una tensión desmedida ante una muerte perentoria. Estaba en el peso de una historia de violencia con poco por descubrir. Estaba en el lento ir y venir de diálogos que no aportaban demasiado. Y estaba en las manos del hombre allí, filmando una película de la que se esperaba mucho pero que al final ofreció poco.

El hombre tenía una filmografía muy interesante. Sus historias eran cuidadas y solventes, y se movía con la sutil certeza de quienes saben muchas cosas.

La película Triple Frontier era suya, y también era suyo el tercer silencio. Así debía ser, pues ese era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos. Era profundo y ancho como el final de The Shawshank Redemption. Era grande y pesado como una superproducción de Marvel. Era un sonido paciente e impasible como una partitura de John Williams; el silencio de un hombre que no ha dado todo de sí.”

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Bueno, después de este ataque de narrativa, el cual no es otra cosa que un robo a la hermosa introducción de The Name of the Wind de Patrick Rothfuss[1], solo resta decir que Triple Frontier es una película totalmente aprobada, pero aun así no logra dar con la talla del gran J.C. Chandor, que venía metiendo buena peli tras buena peli, pero que acá trastabilla y nos entrega su performance más floja. Por supuesto que una performance floja de Chandor no es lo mismo que una de, no sé, Uwe Boll, pero le haríamos un flaco favor a la verdad si los que escribimos en 24 Cuadros no dijéramos lo que en realidad pensamos. Exhorto a mirarla, porque un director como Chandor merece ser seguido, aun cuando un zopenco de internet diga que su última película es un más o menos tirando a menos.

 

 

[1] Otro barbudo ladri que nos debe una novela.