En guerre: los héroes no llevan capas

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Perrin Industrie, ubicada en el sudoeste francés, más precisamente en Agen, cierra sus puertas y deja sin trabajo a 1100 operarios. Dedicada a la subcontratación automotriz y perteneciente al grupo de capital alemán Dimke, rompe tras dos años un acuerdo de cinco años que firmaron con lxs trabajadores con el compromiso de mantener la actividad a cambio de la suspensión de algunas primas y la suba a 40 horas laborales por semana sin aumento salarial. Lxs trabajadores se movilizan para mostrar su descontento al verse claramente traicionados.

Sí, el primer párrafo podría estar en cualquier diario argentino cambiando Francia por Argentina. Los tiempos que corren lamentablemente nos acostumbran a noticias sobre despidos y desempleo, pero, en este caso, estamos hablando de la trama de una película. Más precisamente la última del cineasta francés, Stéphane Brizé: En guerre o como fue llamada en castellano La guerra silenciosa, que de silenciosa no tiene nada y marca estruendosamente los tiempos tumultuosos que corren.

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Vincent Lindon es ya un actor fetiche de Brizé, con el cual ya trabajó en Une affaire d’amour (2009), Algunas horas de Primavera (Quelques heures de printemps, 2012) y El precio de un hombre (La loi du marché, 2015). En esta ocasión se pone en la piel de Laurent Amédéo, líder sindical que afronta la lucha para que sus compañerxs mantengan sus puestos de trabajo, con lágrimas, sudor y sangre. Hablamos de un protagonista pero al mismo tiempo de un protagonista colectivo, porque lxs 1100 trabajadores desempleadxs, o mejor dicho, lxs representantes sindicales, forman una unidad que empuja y lleva la trama con sus errores y aciertos como sucede en la construcción de todo personaje. Vincent Lindon encarna a la perfección el papel de proletariado digno, su postura es creíble, su mirada sincera y enérgica, cuando lo amerita, aportando toda la realidad que este film impulsa. Un actor con una carrera muy interesante para conocer.

Con una puesta en escena cuasi documental, el realismo de la fotografía y la constante cámara en mano nos sumergen en el interior de las asambleas de lxs trabajadores y las reuniones con lxs delegados empresarios, cada uno de los pasos de las negociaciones, del desgaste dentro del movimiento obrero, y sus consecuencias buscan incomodar al espectador y situarlo como un testigo y participante más. La cámara en movimiento, siguiendo en esas reuniones a quien toma la palabra, siempre algún hombro o una cabeza en un tercio desenfocado nos da la sensación de estar espiando, de estar metidos y al mismo tiempo percibir toda la impotencia y bronca de los trabajadores. Todo esto ayuda a incrementar la crudeza del relato, tanto que te dan ganas de romper todo cuando una trabajadora le dice al gerente que no hay trabajo en la región y este con el cinismo del potentado responde a lo María Antonieta “pues, múdense de región”.

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Podemos evaluar el relato de realista pero que no pierde nada de dramatismo y que lleva un tono de thriller con un Estado que oficia de mediador, pero como siempre muy tibio exigiendo respeto por la ley mientras que, como sabemos, los capitalistas respetan la ley del país donde invierten según su conveniencia. La crudeza del capitalismo queda en evidencia por el relato de Brizé, donde a pesar de que Perrin Industrie haya tenido unas ganancias de 17 millones, los inversionistas voraces quieren más ganancias y ven como variable de ajuste a lxs trabajadores. La patronal no quiere dejar de tener las ganancias esperadas aún a costa de tomar decisiones nefastas que repercuten en lxs trabajadores y sus familias. Se dice: cuando el pueblo está unido, ¿jamás será vencido? Entonces los separamos, dirán los empresarios. Las diferencias pronto se hacen palpables, algunxs querrán agarrar la indemnización más un jugoso bono, mientras que la línea de Laurent luchará para que no cierre la fábrica. Como dice en asamblea a sus compañerxs: “luchamos para pagar el comedor, no uno o dos años, para pagarlo siempre y que mes a mes tengamos un cheque”.

También la utilización de cómo los medios siguen el conflicto es muy efectiva, mostrando esa cara que deja de lado la lucha obrera para señalar la violencia de una movilización. La banda sonora cumple un papel fundamental para acentuar momentos, desde los días bajo la lluvia, tomando una fábrica o movilizándose hasta los momentos de tensión, una herramienta que subraya las imágenes ya fuertes por sí solas.

En tiempos de películas de superhéroes, Brizé nos trae superhéroes sin capas y trajes de neopreno, sin poderes de semidioses, sino con el simple poder de saber qué quieren para ellxs y sus camaradas, con un objetivo claro y una profunda admiración por los valores y la convicción de enfrentar al mal representado por la fuerza demoledora empresarial con una ley que juega a su favor, donde el trabajo sólo es una mercancía más y lxs trabajadores totalmente reemplazables. De estos héroes claramente el líder será Laurent Amédéo, cuya pelea se vuelca hacia la protección de los 1100 puestos de trabajo, pero, aparte, de manera sutil y delicada, Brizé nos muestra su lado más humano, su alter ego fuera del superhéroe: su familia. Pronto a ser abuelo, esos pequeños momentos de su lado Clark Kent enfatizan el porqué de la lucha y cómo toda lucha por el bien no es sólo una pelea por el ahora, es una pelea por el futuro, por la humanidad. Mensaje hacia los sindicalistas gordos y burócratas que utilizan al trabajador como una herramienta de poder, de su poder.

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Para muchxs el final (no voy a spoilear) puede ser un golpe bajo y cruel, pero, con mis limitaciones intelectuales, lo veo como una imagen visual poderosa que metaforiza un momento histórico clave del siglo XX: ese hecho visibilizó a nivel mundial una problemática de un país en particular, y lo veo parecido en este caso, como diciendo “este problema no es sólo mío o de un grupo pequeño, es un problema de todxs, que les puede pasar a todxs”.

Brizé hace un cine sin medias tintas, comprometido con la realidad económica y social que nos atosiga. Vincent Lindon podrá encamararse como actor del pueblo obrero y oprimido. Sin dudas, ambos construyen (cada uno desde su lugar) una película fuerte y conmovedora. Y más en tiempos cuando vivimos en carne propia el cierre de fábricas y despidos a mansalva, a falta de un Laurent Amédéo el apoyo desde la 24 para esxs superhéroes que la luchan día a día.