Reseña: El tío

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Estoy convencida de que los roles y vínculos familiares no son dados, sino que se construyen…

No sé lo que es ser madre, pero sé bastante bien qué es ser una tía. Fui tía por primera vez a los 4 años y no recuerdo con claridad el momento en el que sucedió. Cuenta mi familia que, al enterarme que iba a tener un sobrino yo decía que, cuando eso sucediera, iba a “usar cartera, tacos, etc.”. Como si de un día para otro me convirtiera en aquel modelo que yo conocía de tías a mi alrededor. De más está decir que no se dio así. No me convertí en una señora con cartera y tacos de la noche a la mañana, sino que, recién pude construir mi rol de tía cuando tuve más sobrinos después de mis 26 años. Tampoco sucedió al momento de sus nacimientos, sino con el tiempo, los meses, los años compartidos al lado de ellos.

En mi acotada experiencia, es el mejor rol de todos los que alguien puede tener ya que implica disfrutar y acompañar el crecimiento de una persona cercana, sin el peso (por ahora solo imaginado) de estar completamente a cargo de su crianza y existencia. No sos la autoridad ma/paterna pero tampoco una amiga-par y te llevás la parte más divertida con casi la misma cotidianeidad o cercanía que aquel núcleo primario del sobrinx.

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En esta película, Dalmiro (Cesar Bordón) pareciera tener que convertirse en tío de la noche a la mañana. Su hermano Elio falleció hace poco dejando a una mujer, un hijo de una anterior pareja, Lautaro (Valentino Barone), y una hija de ambxs, Ema (Dulce Wagner). La historia abre con la reciente muerte de Elio y a pocos minutos, la viuda confronta a su cuñado diciéndole que la familia no había podido realizar un soñado viaje a Disney debido a que Elio le había prestado sus ahorros a él, sin que se los haya devuelto aún.

Ante esto, obliga a Dalmiro a que complete el sueño de su sobrina Ema, llevándola a aquel parque norteamericano, ante lo cual él responde que no se encuentra en condiciones económicas de poder hacerlo.

La película nos muestra la frágil relación que tiene Dalmiro con Ema y con su sobrin(astro), con lo cual unas vacaciones a otro país con algunx de ellxs parece lejano más allá de la disponibilidad de dinero. Sin embargo, el viaje se irá armando de a poco, impulsado en parte, por esa alocada idea pero, en especial, ante la ausencia de aquel hermano de quien no vemos siquiera una foto. El protagonista tendrá que cubrir algunas horas de cuidado de lxs sobrinxs y acompañar a su cuñada en un momento especial, más allá de la reciente viudez.

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A partir de esta historia, se construye el relato central de El tío, alrededor del cual se cuentan otras partes subsidiarias pero complementarias, siempre con Dalmiro como centro.

Por una parte, la frágil situación laboral del protagonista, que trabaja a comisión para una inmobiliaria y debe vender la casa del Sr. Khun (Isidoro Tolcachir), un hombre mayor con carácter fuerte y acompañado por un perrito con problemas de estrés. Por otra parte, las estrategias que debe ingeniarse Dalmiro para conseguir ingresos extra para poder saldar la deuda con su cuñada, entre las cuales se incluyen castings y campañas contra el dengue en plazas. En otro plano y tono, Dalmiro junto con un amigo están pintando y mejorando parte de los espacios del Club Almagro, cuyo valor simbólico y afectivo se pondrá en juego más adelante, para integrar la memoria de su hermano con sus hijos huérfanos y este tío que está aprendiendo a serlo. Finalmente, otra de las piezas que construye el relato es la soledad de Dalmiro, que es retratada, en especial, en su vida íntima, en su casa, donde priman la nostalgia y las emociones cercanas a la depresión.

En el traspaso entre estas distintas partes de la historia, podemos ir transitando los diferentes climas por los cuales también atraviesa Dalmiro y su entorno. Si las escenas en su casa son deprimentes, las del club rondan más en la nostalgia cariñosa. Las escenas en las que el protagonista busca nuevas alternativas para obtener ingresos rayan en lo tragicómico, logrando un buen despliegue de Bordón en todo este espectro. En aquellas ligadas al mundo laboral, priman la opresión y la violencia pasiva del dueño de la inmobiliaria hacia su empleado, lo cual pareciera reproducirse en parte en la relación entre la viuda y Dalmiro al comienzo.

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A pesar de esto, el protagonista logra desprenderse de aquellas opresiones para construir nuevos vínculos. En el ámbito laboral lo hará con el Sr. Khun, quien quiere vender su casa y mudarse a Santo Tomé para llevar una vida más tranquila junto a su hermano. Si bien la relación comienza tensa debido al carácter fuerte de Khun, combinado con la inseguridad y debilidad del protagonista, ambos irán acercándose a lo largo de la historia a medida que se ven reflejadas partes de cada uno en el otro. Khun quiere reencontrarse con su hermano y seguramente algo parecido desea Dalmiro, quien no logra abrirse del todo con el viejo, en relación con su reciente pérdida.

En el caso de la presión de su cuñada, quien también se muestra fuerte y decidida en un principio, Dalmiro logra eludir esa imposición, al empezar a forjar o fortalecer una relación directa con Ema y Lautaro con estilo propio y elecciones más genuinas, lo cual redundará en el fortalecimiento de su propio carácter.

Una persona no puede convertirse en tíx de un día para otro, pero puede elegir qué hacer con las situaciones que se le presentan y con quienes están alrededor en esos momentos. El acierto de la directora María Eugenia Sueiro en El tío es plantear estas opciones en un marco en el que, aparentemente, no las hay. Se presenta a Dalmiro como un personaje pusilánime que no dice ni hace mucho; parece un tanto plano y achatado. Sin embargo, a lo largo de la historia, la película, a través de su protagonista, logra una sutil transformación que aligera el clima que se muestra al comienzo, para dar lugar a una nueva versión más alegre y, por qué no, más libre.