Reseña: Dead to Me
La nueva serie de Netflix reúne a dos excelentes actrices de las últimas décadas en una suerte de dramedy con thriller de por medio que por momentos recuerda a “Amas de casa desesperadas” si hubiera tenido un hijo por fuera del matrimonio con algún thriller de Connely.
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La eternamente efectiva Christina Applegate (Kelly Bundy en Married with Children, serie que en el 2019 no pasaría ningún filtro) es Jen, agente inmobiliaria madre de dos niños que se acaban de quedar sin padre por un automovilista que lo atropelló y huyó. Linda Cardellini (tanto currículum que es imposible pero, Freaks and Geeks, ER, Vilma en las pelis de “Scooby Doo», la esposa de Hawkeye en el MCU…), es su reciente amiga Judy Hale, que trabaja en algo así como un asilo para ancianos. Ambas asisten a un grupo de ayuda a gente que está intentando superar una pérdida, donde solidifican su amistad a tal punto que Jen, que se siente bastante sola, le ofrece a Judy que se mude con ella tras que su amiga se separa de su marido Steve (James Marsden, otro con más créditos…).
La relación crece a pasos agigantados y es porque Jen no sabe que Judy era quien manejaba el auto que asesinó a su marido.
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Los diez capítulos se desarrollan en una mezcla de comedia y drama intenso que son controlados de manera perfecta por ambos protagónicos. Ni Cardellini ni Applegate pifian una nota jamás. El uso de la tensión a lo largo de los episodios no es monocorde. Judy es una persona muy buena y decente que cometió un solo error en su vida y es un error que ella está dispuesta a blanquear desde el minuto cero. Su única debilidad, su solitario punto ciego es su ex que a sabiendas del poder que tiene sobre ella, la convence de mantener el secreto. Por el lado de Jen, que esconde más de un secreto también, la tensión pasa por su vida entera. La muerte de su marido ha afectado su trabajo, la relación ya tensa con su hijo mayor, la relación horrible con su suegra. Lo único sólido en su vida es Judy. La piedra de la cual agarrarse. Los guionistas juegan con esto mientras van desarrollando la trama en su vena thriller con una policía desorientada, con los negocios espurios de Steve, con un muy conveniente detective con el que Judy inicia una relación. La longitud de la serie ayuda totalmente a que los tiempos en los que se suceden los eventos tengan una precisión de relojería suiza.
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Lo primero que me llamó la atención sobre la serie fueron dos de sus productores ejecutivos. Por un lado Adam McKay, director entre otras cosas de The Big Short y Vice. El otro nombre está asociado a McKay, pero me sorprendió aún más. Will Ferrell, amigo de McKay desde la saga de comedias que hicieran en la primera década del siglo. También es productor ejecutivo de la serie creada por Liz Feldman, una guionista no muy conocida que tiene un canal de YouTube donde hace un talk show sobre la vida y cultura lesbianas. Ese dato quizá provea alguna información de relevancia sobre el futuro de la serie, en el cual la discusión feminista y, sobre todo, la idea de sororidad, están muy presentes.
No es algo tan novedoso en una serie de Netflix que, con excepciones, ha recorrido grandes rutas en pos de la diversidad y de intentar representar en cada serie cada colectividad, cultura, género, etnia. No es fácil porque no suele ser realista, y sin embargo, el intento es noble.
Dead to Me tiene una búsqueda que gracias al guion, muy fino y desprovisto de caracterizaciones banales, acierta en lo que se pretende (entiendo) representar.
Los diez episodios de alrededor de media hora fluyen rapidísimo hacia un final de temporada impactante que nos deja con ganas de una segunda temporada para ayer.