Breve historia del planeta verde: Aliens del Sur

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Santiago Loza (escritor, director, Argentina) nos trae la historia de tres amigues que salen de sus vidas cotidianas para emprender un viaje trascendente y único. Tania (Romina Escobar), una chica trans, decide volver a la casa de su infancia –en la que vivió como Octavio– tras la muerte de su abuela. La acompañan sus amigos de toda la vida, Daniela (Paula Grinszpan) y Pedro (Luis Soda). Cuando llegan a la casa de la infancia descubren que la abuela dejó un legado para Tania: llevar al extraterrestre al que cuidó y amó mientras vivía a su lugar de descanso definitivo. Los tres no se asombran demasiado, no dicen más que algunas frases como “nunca había visto uno” cuando tienen al extraterrestre frente a sus ojos. No dudan, se equipan y van a la aventura, que más que eso es un camino de autodescubrimiento y refuerzo de la amistad.

La película ganó en el Festival de Berlín el premio Teddy al mejor film de temática LGBTQ, y no cuesta mucho entender rápidamente que en la historia los aliens siempre han sido ellos. Pedro ha sufrido bullying durante su niñez y Daniela se encuentra en un estado pseudo depresivo que la tiene angustiada y desganada. Pero cuando empiezan a buscar el lugar, cuando recorren finalmente el camino, los personajes pueden sanar y ver con claridad. En pocos días entre el bosque y la ciudad (bares, estaciones de servicio, costados de la ruta), los tres personajes también encuentran sus destinos.

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Con una estética despojada, misteriosa y muy hermosa, con una música conmovedora, vemos durante 75 minutos a estos tres que ahora son cuatro encontrarse para, al final, hallar destinos particulares que sanen sus historias personales. En una clara referencia a la E.T. de Spielberg, el pequeño y azulado alienígena les permite conectar con la otredad de manera significativa y el descubrimiento es que ellos también son seres otros que sufren la mirada de la norma, en el sentido de lo “normal”. El bosque del Sur es el paisaje de soledad y convivencia al mismo tiempo, y me recordó a Las hijas del fuego en su escenificación de la búsqueda.

La película cuenta sin muchas palabras, pero con bastantes (a veces demasiadas) elipsis. No hay necesidad de grandes FX para que veamos la vida en el pequeño alien. El film tiene varias escenas muy hermosas, como la que encuentra a los tres enfrentados a una turba de hombres y mujeres con antorchas, en diálogo con Frankenstein y el deseo de “quemar al monstruo”. Por turnos, los tres recitan un poema de Almafuerte que los invita al combate amoroso y pasivo contra la mirada desgarradora del otro, que a veces violenta física y siempre espiritualmente. No hay guerra de los mundos, hay autonomías revaloradas y propuestas de convivencias pacíficas.

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Las actuaciones son correctas, los tres actores nos permiten ver sus lazos íntimos y sus luchas internas. La película hace un poco de agua cuando sobre explica, para mi gusto, y gana cuando nos deja mirar a los personajes como ellos miran al pequeño alien.

El jueves 30 se estrena el film en la sala Lugones. Vale ver una historia en varios sentidos, una película que usa una herramienta de la ciencia ficción, en este caso el extraterrestre, para hablar de la humanidad y de un planeta para nada lejano.