Dragged Across Concrete: arrastre, señor, arrastre
Tercera película de S. Craig Zahler, quien ya supo impactarnos con el sangriento western Bone Tomahawk (2015) y el drama carcelario con tintes oscuros Brawl in Cell Block 99 (2017). Un director que le escapa al género puro y no tiene dificultades para introducir características ajenas que enriquezcan sus historias, haciéndolas más viscerales y particulares, encontrando en esa mixtura de recursos una forma de narrar que destaca por su cadencia, un ritmo muy paciente desarrollado con buenos diálogos y atmósferas agobiantes.
La historia de Dragged Across Concrete tiene su núcleo en dos policías que realizan un operativo antidroga. Brett Ridgeman (Mel Gibson) y Anthony Lurasetti (Vince Vaughn) atrapan al traficante, pero sus métodos son demasiado severos y son suspendidos cuando un video del arresto llega a los medios de comunicación. Acuciado por problemas familiares y falta de dinero, Ridgeman organiza un golpe para robarle a un narcotraficante, y para ello le pedirá ayuda a su compañero.
Zahler filma aquí un thriller policíaco con toques de buddy movie, poniendo el foco en un Gibson desolado y agrio, decepcionado por haber entregado los mejores años de su vida a una fuerza que ya no lo reconoce. Es un hombre fuera de su tiempo, cuando el estilo Lethal Weapon (no es una casualidad que justamente Gibson componga este personaje) ya no tiene cabida en un mundo donde avanzan los derechos humanos y el progresismo. Un policía que le va a encantar a la alt-right que se siente a mirar la película.
Al otro lado de esta historia está Henry Johns (Tory Kittles), un ex convicto al que convocan para realizar un robo. Su camino se entrecruzará con el de los policías, pero antes el director se encargará de establecer con claridad ciertos paralelos; como ser la estética entre la vivienda de Ridgeman y Johns, o los leones (uno los observa, el otro los caza). Un recurso simple y efectivo que nos pone de cara a un final en el que no habrá buenos ni malos. La ley de la selva, lógicamente, en la que no hay redención por más que te toque morir.
Un detalle ante el cual no sé cómo reaccionar tiene que ver con algunas tramas secundarias que el director cierra enseguida. Destaca particularmente la de Kelly Summer (Jennifer Carpenter), a quien conocemos un poco para empatizar, así su final no es tan seco y abrupto como claramente es. Esto agrega minutos a un film de por sí largo y podría sentirse un tanto forzado. Por suerte, Zahler no deja que nos encariñemos mucho con nada ni nadie.
En cuanto a la estética, la puesta en escena se compone de claroscuros amenazantes, con sombras de las que puede salir cualquier cosa en cualquier momento. La música es parte de una idea clara del director: vamos a tratar de que te sientas en los 70, en una época donde los policías hollywoodenses podían fajar a quien quisieran sin ser muy cuestionados. Ambas características son el acompañamiento ideal a diálogos perfectamente ejecutados.
Por último, una pregunta me surgió hacia el final: ¿qué hay de superhéroes en estos dos policías? Van al margen de la ley y se encargan de resaltar que al estar suspendidos pasan a ser civiles comunes. Usan máscaras antibalas, y uno de los villanos parece salido de un cómic: se pone un traje que lo cubre todo, es despiadado sin medir las consecuencias. Por supuesto que con esta película el director no se sube al colmado tren de superhéroes, pero este tipo de detalles abren la puerta a otro análisis que invito a observar.
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Craig Zahler tiene tres películas en su haber, pero ya parece un veterano. Con Dragged Across Concrete vuelve a afianzarse y sostiene una filmografía más que interesante. Violencia cocinada a fuego lento y un montaje milimétrico son características que siempre cuida, razones de más por las que vale la pena ver esta película.